Extra: "Noche de suerte"

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(Este bonus fue escrito para el evento "25 canciones para escribir")

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- Ah... ¡Estoy tan cansado!

- Desde el principio te dije que podía acabar yo solo con todas las maldiciones...

- ¡Pero no sería justo! - se quejó el pelirrosa - Se supone que debes enseñarme cómo enfrentarlas, no evitar lidiar con ellas ¿Te imaginas si una vez me encuentran solo? ¿Cómo me defenderé?

- Yo iría de inmediato a salvarte - dijo el albino con firmeza.

- Toru, esto es serio.

- Yo hablo muy en serio...

- Cariño, sé muy bien que tú eres el más fuerte, pero te pido que consideres, en un hipotético caso, que algún día no tengas la forma o el control para estar conmigo.

- Siempre encontraré la forma...

- ¿Y si no la encuentras?

- Lo haré.

Yuuji soltó un suspiro de resignación, pues conociendo a su obstinado novio, no lo haría cambiar de opinión.

- Eres un pésimo maestro, Gojo-sensei...

- ¿Otra vez? - se quejó el albino e hizo un puchero - No me gusta cuando me llamas "Gojo-sensei". Me hace sentir viejo y solo nos llevamos tres años.

- Pues tal vez así entiendas que tienes una responsabilidad conmigo. La de enseñarme a hacer un mejor hechicero, y así subir de grado.

Caminaron en silencio, al borde de la playa. Yuuji observaba el mar, mientras que Satoru jugaba con su venda entre sus manos.

Tal vez Yuuji tenía razón. Era su novio, pero en ese momento tenía que comportarse como un maestro. Y sí, estaba siendo pésimo, ya que no le permitía acabar con las maldiciones, evitando a toda costa que el pelirrosa se hiciera un solo rasguño.

Estaba siendo demasiado sobreprotector. Pero es que se trataba de su adorado Yuuji, su bello y adorable sol, su dulce mochi rosa, su tierna carita de papa de ojitos dorados. No se perdonaría jamás si le pasara algo a su amado novio.

Pero el pelirrosa tenía un punto

¿Qué pasaría si un día no pudiera llegar a tiempo para salvarlo? ¿Cómo lidiaría con una maldición, si apenas lo ha dejado a enfrentarse algunas de tercer grado?

No siempre iba a tener la suerte de tenerlo a su lado, y eso le preocupó.

Sí, Yuuji tiene razón. Es hora de ponerse serios con las prácticas.

- ¿Amorcito? - dijo con su infalible tono infantil, el cual doblegaba de inmediato el corazón del pelirrosa - Tienes razón, y lo siento. Te prometo que seré un buen maestro de ahora en adelante. Dejaré que enfrentes maldiciones a montón.

- Tampoco exageres...

- Okey, okey - dijo el albino soltando una risita - Entonces ¿Me perdonas?

Los ojos dorados de Yuuji conectaron con los azul cielo de Satoru. Tenía que admitirlo, era imposible negarle algo a esa carita de cachorro arrepentido.

- Sí, Toru, te perdono...

Desbordando de felicidad, Satoru atrapó al pelirrosa en sus brazos, llenando de besos su rostro, logrando que Yuuji riera dulcemente.

El pelirrosa tomó el rostro del albino, para besarlo con intensidad. Adoraba a su novio, por más sobreprotector e infantil que fuera, estaba perdidamente enamorado de él.

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