Ronal tenía experiencia sabiendo cuando era el momento de una consulta con Eywa, normalmente venía con una inquietud en su corazón, algún suceso qué la sacudió y provocó un cosquilleo en su piel, eran pequeñas señales pero tan claras como el amanecer, Eywa la estaba llamando.
Eso no es algo inusual o extraño, lo que la tiene confundida es que el detonante de estas señales fue que Hawnu la llamó “mamá”.
Eso sinceramente parecía ser un evento sin importancia, solo un error del na’vi joven que no se repitió en los días posteriores.
Aun así, admite que la sacudió.
Pasaron unos días antes de poder ausentarse, no puede irse al árbol espiritual cada que deseé por lo esencial de su posición para la salud de su gente, pero esta vez se sintió tan… Abrumada, que necesitaba saber que estaba sucediendo, con la mayor rapidez posible.
A primera hora de la mañana ya se encontraba en el árbol, la mejor hora para ir siempre era el eclipse pero no creía tener la paciencia para aguantar tanto, a esa hora seguramente tendría más pendientes que hacer y podría aprovechar mejor el día.
Así que optó por unos momentos antes del amanecer, un momento casi tan favorable como cualquier otro, su tsurak la transportó sin problemas hasta estar frente al árbol espiritual en toda su gloriosa luz y energía envolvente de la gran madre.
Presentó sus respetos a Eywa como era costumbre dejando ver sus intenciones al estar ahí, pedía y rezaba por una respuesta a esta sensación que se había acomodado en su pecho.
Tomó su tswin y dejó que sus zarcillos se unieran al árbol, sus ojos se cerraron al sentir la energía pacífica de Eywa, los pulsos de electricidad que le mandaban información a través de sus venas.
Se sintió desaparecer en la inmensidad de Eywa, imágenes apareciendo de manera aleatoria en sus retinas de forma inconexa, nada tenía que ver con nada, visiones del pasado y el presente mezclándose entre sí hasta que por fin todo se detuvo en una imagen clara, bañada con una luz espectral como un sueño.
Sintió que su boca se abrió por la sorpresa aún siendo consiente qué ahora mismo no estaba conectada con su cuerpo físico.
Eywa es inmensa, está presente en cada ser viviente, en cada planta y árbol, todo conectado entre sí como una preciosa red, la gran madre es esa red de energía que fluye como vida en nuestra piel. Y aun así jamás a intentado manipular a ninguno de sus hijos, las decisiones que tomen cada uno son propias, es algo que solo las Tsahiks llegan a comprender a la perfección.
Ese es el equilibrio.
Claro que, Eywa conoce a cada uno de sus hijos, demasiado bien incluso más que ellos mismos, ella también conoce lo que sucede, todo lo que acontece en el transcurso de todas las vidas.
De esa manera existe la posibilidad de a veces, si la gran madre lo permite, vislumbrar imágenes de un posible futuro, nunca nada que pueda interferir en el equilibrio natural de la vida, pero si una especie de guía, un presagio mejor dicho.
Ella como la Tsahik es la encargada de ver ese posible camino cuando se le permite, hoy es uno de esos raros días al parecer.
Su hijo Aonung siempre fue un enigma para ella, en el momento que nació y trató de ver el camino que llevaría su primogénito siempre se le mostró una imagen extraña.
Su hijo, ya un adulto fuerte y maduro utilizando las prendas ceremoniales de su padre, tatuajes en su piel que demostraban su lugar entre los metckayina, una lanza en mano que tenía su cuerda extensa de canciones.
Completamente solo, una mirada firme y demacrada por años y años de soledad que logró preocupar a Ronal cada que se le mostraba.
Su hijo no tenía a nadie a su lado, no estaban ellos y ninguna clase de apoyo o quien pudiera consolarlo, un futuro tormentoso que Ronal siempre deseo cambiar, incluso si ella tenía que intervenir consiguiendo a una prometida decente.
No hizo un buen trabajo en eso, empezaba a creer que era imposible, que, por muy cruel que fuera ese era el destino de su hijo, la última vez todo había sido igual, y aun así ahora mismo frente a ella veía el rostro de su niño siendo ya todo un adulto, relajado con una sonrisa pacífica y amorosa qué veía hacia el horizonte.
Sin previo aviso a lado de su hijo aparece un na’vi de piel más oscura, su estatura siendo más baja que el metckayina a su lado pero en definitiva también un adulto que vestía unas prendas que ella reconocería en cualquier lado, al igual que el na’vi que las portaba.
Era Hawnu a lado de Aonung, el niño vestido con las prendas tradicionales de un Tsahik, el adorno que la misma Ronal ocupaba en ese momento posaba con gracia en la frente de Hawnu.
Decir que quedo impresionada es quedarse corto, Ronal se avergonzaría de admitir que de hecho casi se desconecta de la cruda sorpresa.
El futuro de su hijo había cambiado, sentía una sonrisa asomarse en su rostro que se desvaneció tan rápido como apareció.
Hawnu era el compañero de su hijo. ¿Qué se supone que ella debe hacer al respecto?
Hawnu es… De acuerdo, ella no puede negarlo, es un niño encantador, es trabajador, atento y amable con la gente a su alrededor, es un líder de nacimiento ella lo sabe, también sabe que sería el complemento perfecto para la personalidad impulsiva de Aonung.
Ellos se quieren.
Pero también hay muchas cosas que no sabe, sus buenas características no hacen que ella olvide todo lo que sucede cerca de él, la energía extraña y tan familiar que emana de él, el mar respondiendo a su voluntad de una manera que es casi aterradora y como todo su pasado es un terrible misterio, no tiene ni idea de quienes son sus padres.
Lo que sea que se comunica con el, la asusta más que nada, evita que pueda confiar por completo porque sabe bien que Hawnu tiene conocimiento de que esta sucediendo y prefiere ocultarlo.
No sabe si debería permitir esa unión, Hawnu sigue siendo un riesgo que no puede comprender.
Pero ver la imagen frente a ella, donde se ven tan felices le hace querer… Entender, quiere saber que sucede con el na’vi que llegó a su isla, porque llegó para quedarse aparentemente.
Obtiene una reacción inmediata, el mundo a su alrededor tiembla haciendo desaparecer la imagen transformando todo en un azul profundo y oscuro, las ondas que se formaban le hacían ver que era el fondo del mar, el abismo donde los metckayina nadan con normalidad todo el tiempo.
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Lo que trae la marea -Aonunete-
FanfictionSi temprano en la mañana le hubieran preguntado a Neteyam que esperaba de su día, el podría haber respondido muchas cosas, que se la pasaría ayudando a su padre junto al grupo de operaciones preparando el siguiente plan contra la gente del cielo, qu...