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El apremiante sonido del móvil me despierta de golpe. Miro la mesa de luz donde se encuentra el aparato apagado. No está sonando, debo haber perdido la cabeza después de pasar toda la noche terminando el informe general que pidió la Dra. McAllen. Podría jurar que ha sonado muy fuerte en mi oído. Aún siento un leve sonido punzante. Tomo el móvil entre mis huesudos dedos y miro la hora. Llevo una hora tarde. Claro que ha sonado, hace una hora, la notificación de «alarma perdida» me recuerda que estoy a un pelo de no entrar a la clase.

Salgo de un salto de la cama, me lavo los dientes y hecho agua en mi rostro. Cambio mi pijama corto por lo primero que encuentro en mano y me coloco la sudadera de Eris que me queda un poco ajustada. Recojo mi cabello en un muy desordenado y rebelde moño, finalmente, meto todos mis cuadernos y sobre todo el informe, abro la puerta de un tirón y corro a la salida.

Por lo general no suelo usar el bocho para manejarme entre el campus, me gusta tener la sensación de que las caminatas desde la residencia hasta las clases cuentan como ejercicios diarios, pero la situación amerita que ponga en práctica todas maniobras que aprendí de las diez películas de rápidos y furiosos.

Conduzco por las calles evitando atropellar a las personas y por supuesto una multa de la policía del campus. Estaciono frente al edificio de economía y subo en zancadas por las escaleras. Doy un respiro profundo antes de entrar en completo sigilo. La Dra. McAllen entra dos segundos después de mi entrada al estilo misión imposible.

Miro mi lugar que se encuentra ocupado por la cabellera cobre de Carol. La maldigo mentalmente porque ella se sienta en la primera grada de abajo y estaría completamente loca para sentarme frente a la doctora vistiendo y viéndome así de desalineada. Miro el lugar vacío al lado de Yoongi, y en efecto se encuentra vacío. Me lanzo sobre él sin llamar la atención de nadie en lo absoluto.

Yoongi se encuentra acostado sobre el taburete, con la mirada en la pared a su lado. Espero que siga así y no se gire a verme, pero si fuera la mitad del chico responsable que me obligo a creer, se debería despertar para entregar el informe. Mínimo.

—Antes de empezar, quiero que me dejen los informes sobre el escritorio —anuncia la profesora.

Maldigo a mis adentro tal y como mucho de mis compañeros. Somos demasiados para levantarnos al mismo tiempo y dejar unas hojas, por lo que muchos recogen la de su grupo de estudio y las entregan juntos. Haría lo mismo si estuviera en mi sitio, cerca de las personas que deberían de guardarme el lugar por principios de amistad. Sin embargo, no confío en Yoongi ya que no se ha movido ni un solo centímetro, y la chica a mi lado se ha levantado sin mirarme.

Muevo mi pies ansiosa, tengo unas enormes ganas de vomitar y todavía siento el pitido de la alarma en mi cabeza. Si hubiese quedado en casa en vez de ir a la dichosa fiesta de la que no recuerdo mucho, lo hubiese terminado a tiempo, me habría dormido temprano y hoy estaría como todos los días.

—Geneva —me sobresalta un susurro a mi lado.

Detengo por completo el temblor de mi rodilla y le miro. Yoongi mi mira desde su cómoda posición, con los ojos entreabiertos y unas notorias ojeras negras bajo sus azules ojos.

—No pretendía despertarte —le respondo de vuelta.

Por supuesto que no pretendía hacer eso, pero sin duda debía despertarse para ser responsable y entregar el informe que de seguro no tiene.

—Tienes pasta dental en la mejilla —susurra y sonríe de lado.

Mis mejillas se encienden y quiero que la tierra me trague. Había decidido en conjunto a Marlet y Eris que sería una buena idea intentar -tantear el terreno- con Yoongi y Kier. No es algo que haría, sin embargo, no me desagrada la idea del todo, siempre y cuando deje en claro que no son exclusivos en mi vida, no le estaría mintiendo a ninguno. Y ahora, todo plan de verme interesante se fue al caño con una estúpida mancha de pasta dental en mi mejilla.

Easy © » ᴹⁱⁿ ʸᵒᵒⁿᵍⁱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora