Cuando Wednesday estaba en la escuela supo que eso no era para ella, quizá desde que la comenzó supo. Pero cuando acompañó a Xavier a hacerse ese tatuaje del cual hablaba con tanto fervor (Mientras todos sabian que con suerte podría hacerse una raya porque el dolor no lo soportaria ni de chiste) Cuando vio a ese hombre lleno de dibujos en todo su cuerpo, hablando sobre el sentimiento que tenía hacer lo que le gustaba, a pesar de tener a un niñato gritando cada vez que la máquina se encendio, fue un momento importante en su vida
-Realmente creo que esto no es para ti...- Sugirió a su amiga al ver que este no dejaba de chillar cada vez que se le acercaba la máquina -Mejor cobre lo poco y nada que pudo hacer, y nos vamos.
-Lo lamento, ya pagó y es por toda la obra, tengo que terminarla- Dijo el hombre bastante mayor, quienes decidian el destino de la piel de su amigo, que, por cierto, era demasiado cobarde como para afrontar en lo que estaba metido.
Asi fue como Wednesday obtuvo su primer tatuaje y descubrió su amor por ello. Tuvo discusiones en casa, conoció a mucha gente, varios le juzgaron, pero al final pudo abrir un local en el cual ejercía su profesión junto a dos buenos amigos, Ajax y Eugene. Estaba en un barrio tranquilo de California, pero eso no impedía que la gente viniera, eran tres chicos de bien, tatuados, pero de bien, por eso nunca tuvieron problemas con la gente de alrededor.
-¿Supieron que al frente se instalará una florería? Eugene sacaba el tema mientras en un papel dibuja un nuevo diseño, Wednesday lo ojeó, era de pareja -¿No es gracioso? Luego de tatuarte compra rosas a tu madre para que no te castigue.
-Habla de rosas la persona que hace diseños para compartir con su novio- Molestó Ajax mientras se sacaba unos guantes de látex, esperando que de uno de los cuartos, saliera la persona recién tatuada -No sé, me parece interesante, desde hoy las dos aceras serán contrapartes
-No se preocupen por estupideces y concéntrense en su trabajo-Corta la pelinegra observando la agenda que tenían ese día.
Pero quién diría, que, a la mañana siguiente, cuando llegaba para abrir el lugar vio en la acera contraria la presencia de otra persona, no acostumbraba a ver personas a esas horas en la mañana, lo cual le día más razones para girar y observar. Era una chica, mucho más pequeña que ella, de edad y de estatura, tenía el cabello rubio con mechones tintados de rosa y azul pastel, su cuerpo era delicado en cada movimiento a pesar de ser de contextura pequeña, caminaba con elegancia y con una pequeña sonrisa en sus labios, como si estuviera ansiosa de algo y lo entendió cuando vío que abría las puertas del local en frente del suyo.
La dueña de la florería era hermosa.
-¿Alguien... Alguno vio a la dueña de la florería? -Wednesday se encontró a sí misma sacando el tema en plena hora de almuerzo.
-¿No fuiste tú misma la que nos dijo que nos concentramos en el trabajo? - Gruñe el único de lentes entre los chicos, Eugene solia ser así con todos, pero cuando estaba al lado de Pericles era todo lo contrario.
-No pierdas tu tiempo preguntándole a Eugene, y yo sí la vi, es una preciosura- Las palabras del castaño le molestaron en lo más profundo a la pelinegra, no tenía por qué referirse tan despectivo a la chica desconocida -No hallo el momento para ir a la florería y pedirle su número.
-Como si fuera a darte la hora siquiera...- Susurró para sí misma a pesar de saber que el castaño lo escucharía, solo queria molestarle.
-Seguro que a ti te miraría siquiera.
-Por lo menos yo no andaré detrás de ella.
-Porque bien sabes que ni podrás ser de su gusto.
-Como si tú lo fueras a ser
-¿Pueden callarse? - Una voz sin paciencia interrumpió la infantil pelea de sus amigos -Poco me importa esa chica, pero si me importa poder disfrutar de mi almuerzo, ninguno de los dos irá detrás de esa chica ¿entendido? Sólo logrará que discutan y no me agrada escucharlos pelear como niñatos, ahora siguen comiendo e ignoramos lo que acaba de pasar.
Tal como Eugene había dictaminado ambos comenzaron a comer mirándose con recelo. Desde eso hasta la fecha, habían pasado dos años, Dos años en los cuales Wednesday miraba por la ventana de su local, mirando hacia el del frente, donde siempre se encontraba la chica que hacía que su corazón latiese. No sabía su nombre, no sabía su edad, no sabia de su familia o donde vivía, pero a la vez, sabía mucho de ella.
Sabía que le gustaba el chocolate, ya que casi siempre la pillaba mordisqueando una barra de chocolate y cada quince dias iba a la cafetería de la esquina para pedir un pastel de chocolate.
Sabía que sus flores favoritas eran las Azucenas (Por cierto, no sabía nada de flores. estuvo alrededor de dos meses tratando de dar con el nombre), siempre se dejaba un ramo de cinco para ella misma, una vez a la semana se los llevaba a su casa, ya que a la mañana siguiente no volvía con ellas.
Sabía que era bastante tímida, pero a la hora de hablar sobre lo que le gustaba su personalidad salía a flote. Caminaba por la calle como si tuviera miedo, cuando se colocaba detrás del mostrador también pareció bastante cohibida, y cuando se le acercaba un cliente con pena le respondía. más al momento de explicar y comenzar a hablar de las flores, se exployaba.
Sabía que los fines de semana su hermana le iba a ayudar, y de vez en cuando esta la reemplaza en la semana (Se acuerda perfectamente, ya que la primera vez que la vio creía que era su novia).
Sabia muchas cosas de ella, pero a la vez no sabía nada, podia describirla por completo, pero no podía hablar de ella en su vida privada. Nunca se atrevió a cruzar la calle y entrar a ese lugar, solo Eugene una vez lo hizo, pero la hermana de la chica lo había atendido.
-Estaba ocupada explicándole a unos niños los significados de las flores, ya sabes, cuando los pequeños entran a las florerías por curiosidad... Parecía muy encerrada en si misma, así que su hermana, la gigante esa, me ayudó a elegir las flores, no se manejaba tanto como la chica, pero si me ayudó.
Cada dia crecía más su ilusión con la desconocida, había imaginado una y mil veces como hablarle, pero cada vez que estaba dispuesta a hacerlo, la veía, tan resplandeciente, tan pura tal cual su flor favorita, totalmente blanco y nada manchado.
Nunca tendría el valor para revelar lo que sentia.
Azucenas
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.