2. Voltaje.

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La rubia bajaba las escaleras arrastrando sus pies

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La rubia bajaba las escaleras arrastrando sus pies. Tenía que ir a la escuela, pero, con toda la sinceridad del mundo, era lo que menos quería hacer. El sueño todavía pesaba en sus párpados, y cada paso parecía más difícil que el anterior.

La gemela estaba a punto de atravesar la puerta de la cocina cuando una voz se escuchó.—No se preocupe, señora Rooney, debo irme ya, llego tarde.— Maddie se despertó de inmediato y corrió hacia las escaleras que hacía pocos segundos había bajado, pero su plan fracasó. —Buenos días, Maddie.— Alguien habló a sus espaldas, y aunque la rubia sabía que no pasaría, esperaba con ansias que fuera su gemela.

Se dio la vuelta con una lentitud tortuosa y sus ojos se quedaron fijos en la bonita chica que la miraba con una sonrisa encantadora.

Aclaró su garganta al darse cuenta de su trance y soltó con simpleza.—Hola, Charlie.

Maddie rogaba en sus adentros que Charlie no se hubiera dado cuenta de su estado; estaba más desarreglada que nunca. El cabello enredado y el pijama arrugado no eran precisamente la mejor manera de empezar el día.

—¿No sabes más palabras?— preguntó Charlie, levantando sus cejas. Su tono se volvió neutro y su sonrisa encantadora desapareció, reemplazada por una expresión inquisitiva.

Maddie abrió la boca, ofendida, y susurró: —¿No ibas tarde?— Charlie asintió mientras arreglaba su falda con elegancia, como si cada movimiento fuera parte de una coreografía ensayada.

—Qué nervios.— La voz de Liv resonó en la sala. La mirada de Charlie se despegó de Maddie y la rubia pudo respirar con tranquilidad, mientras que con disimulo intentaba arreglar su cabello con la mano.

—Vamos tarde.— Charlie reprochó hacia Liv, quien levantó los hombros y soltó un pequeño suspiro de resignación.

—Lo sé.— Los tacones de ambas resonaron contra la madera del suelo, creando un ritmo apresurado. Maddie las observó mientras se dirigían a la puerta, sus miradas llenas de determinación.

La mirada de Maddie escaneó a las dos chicas, notando los pequeños detalles en sus atuendos perfectamente combinados y en la manera en que sus gestos reflejaban una sincronía natural. Mientras las veía salir, no pudo evitar sentir una punzada de envidia y admiración. Charlie y Liv parecían tener siempre todo bajo control, mientras que ella luchaba solo por encontrar algo de estabilidad en su rutina matutina.

Una vez que la puerta se cerró tras ellas, Maddie suspiró profundamente y se dejó caer en el último peldaño de las escaleras. Miró sus pies descalzos y se prometió a sí misma que encontraría una manera de enfrentar el día, incluso si comenzaba con el pie izquierdo.

El reloj seguía avanzando y sabía que, si no se apresuraba, también llegaría tarde.

Bajó las escaleras con un paso más firme y decidido, dispuesta a encarar la jornada escolar. Tal vez no fuera lo que más quería hacer, pero eso no significaba que no pudiera hacerlo bien.

I WANNA BE YOURS -MADDIE ROONEY-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora