•Capitulo ⁴•

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Como una hoja que se aferra al árbol en pleno otoño, mi corazón se niega a soltarte, a dejar de sentir tu calor. En este laberinto de emociones, me pierdo una y otra vez, encontrándome siempre de nuevo en tu abrazo. Así que, aunque el adiós se asome una y mil veces, yo seguiré aquí, queriendo quedarme, queriendo amarte.

 Así que, aunque el adiós se asome una y mil veces, yo seguiré aquí, queriendo quedarme, queriendo amarte

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La nieve caía sin cesar.

Los árboles estaban repletos de copos de nieve y ni hablar del camino. Las luces de las cuales resplandecía vivazmente, iluminando la ciudad con gracia.

Él estaba feliz y su corazón era prueba de ello. Miraba su traje una y otra vez para notar cualquier imperfección que tuviera. Sin embargo, todo lo que vio fueron unas manos enrollándose en su cintura a la par de un beso depositado con delicadeza en su cuello, subiendo suavemente a sus mejillas, terminando en sus bellas pecas. Que él alguna vez llegó a odiar, pero que ahora aceptaba porque es lo que lo hace único. Rió con dulzura cuando las manos ajenas bajaron de sus caderas, atrayéndolo así.

Se volteó ligeramente y conectó los ansiados labios con el otro. Aquel hombre lo tomó desprevenido en medio del beso, alzándolo, obligando al pecoso a colocar las piernas en sus caderas. Agitados, se separaron mirándose a los ojos, aquellos que reflejaban amor y devoción. Se sintió dichoso de ser el único con el que el otro lo miraba. Rió bajito, contagiándolo y empezó a repartir besos pequeños por todo el rostro, deteniéndose en la frente.

– Bájame o arruinaras el traje.- mumuro aunque a decir verdad no le importaba. Solo estaba previniendo posibles escenarios que en ese momento no debería suceder.

–Puedo cómprarte otro.- refuño. Pero obedeciendo lo bajó, la diferencia de estatura era notable, sus ojos jamás se desconectaron.

–Pero este es especial.-escondió escondió su rostro en el pecho fornido.

Debemos bajar, los invitados esperan.- el pecoso sintió su cara ser alzada desde el mentón mientras le depositaban otro beso tomaron sus manos y caminaron fuera de la habitación.

No pudo evitar soltar un suspiro de felicidad al darse cuenta de que sus casi hijos se encontraban ahí sonriéndole, los miró y alzó una mano en señal de saludo.
Se encontraban en el segundo piso mirando desde arriba la gente que les gritaba sin cesar desde que los vieron salir, la felicidad era inexplicable para ambos.

–¡Pero démosles un fuerte aplauso a los recien casados!-escuchó a su lado volviendo su rostro al frente.

Y de repente todo se distorsiono.

Personas vestidas de negro con capucha, chalecos antibalas y armas de alto calibre arremetieron en el salón los gritos no se hicieron esperar los guardias sacaron sus armas empezando a disparar aquellos extraños el pecoso estaba paralizado pero la mano que lo sostenía lo regresó a la realidad. Rápidamente se ocultaron en la habitación.

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