•Capitulo ⁹•

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Me gusta cuando callas, por qué estás como ausente y me oyes desde lejos y mi voz no te toca...

Pablo Neruda

— Señor nos confirman que el no está en casa — escuchó por el audífono, mientras tomaba su arma de su cintura

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— Señor nos confirman que el no está en casa — escuchó por el audífono, mientras tomaba su arma de su cintura.

— Esperen mi señal...— sentenció inclinándose sigilosamente por la entrada encontrándose a su paso guardias que custodiaban la cerca.

Se impresióno ante la cantidad que había ¿Si que era importante ese chico?¿Abra algo más? Trago suave y recordó su misión, puso la pelota de nuevo en el juego. Con facilidad se deshizo de ellos, sin hacer ruido. De nuevo exhaló. Movió el pie por el suelo provocando un chirrido, como si quisiera oír algo corriente y rutinario.

— Ahora...—con esas palabras rápidamente el jardín se empezó a llenar de hombres encapuchados con armas largas, cargados.

— Como lo planeado muchachos, Logan tu los papeles y yo el chico.— susurro fuerte para que la gente de adentro no escuchará su llegada.

— Si señor— contestaron los sujetos.

Durante su rápido ascenso a la casa, la intromisión no fue escuchada. Los sujetos se encargaron de deshacerse de los guardias del norte y también los del sur. Un radio comenzó a sonar.

Aquí sala de seguridad, reportar arededores— los hombres encapuchados se tensaron. —Repito reporte alrededores, repito reporte alrededores —

Ricciardo tomo el radio, el silencio invadió la pequeña habitación en la que se encontraban. Todos estaban atentos a cualquier movimiento— las miradas, y también las posturas de brazos y hombros — que pudieran indicar sutiles significados.

— Señor, los alrededores están bien, bastantes flores a mi parecer.— miro a los lados observando los cuerpos mutilados —Cuando sea la Reina cambiaré las flores por unas rosas no me gustan los jazmines.— concluyó como si de repente hablara consigo mismo.

Sabía que con eso el caos se desataría, a continuación un alarma sonó, en la parte tracera de la casa. El aire cambio como si estuviera respondiendo a esa voz.

— ¡Que comience la fiesta!— exclamó con exageración sonriendo en grande.

Los hombres exclamaron con asombro y al poco estalló otra salva de vítores. Resonaron los disparos, los hombres de Ricciardo habían empezado a avanzar entre el tiroteo, protengiendose habriendole paso a él.

En su interior la adrenalina corría sin cesar. Vio a un guardia correr hacia el segundo piso daba la impresión de que trataba de proteger a algo, salto esquivando un guardia que traba de pararlo con un hacha seguramente de incendios.  Sorprendido por la persona frente a el.

— Fernando, pero cuánto tiempo veo que la vieja escuela nunca pasa de moda. — dijo alzándo el arma que portaba, su mirada fría y calculadora apuntaba al hombre que se acercaba con una calma inquietante hacia el.

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