Pasó un mes desde su primera cita, desde que comenzaron su noviazgo, y ambas estaban completamente felices.
Comenzaron a salir todos los fines de semana, Rocio llevó a Samantha a todos los lugares que quiso, solía llevar a Samy también, a algún parque, dónde la podía dejar jugar por horas, o una ocasión la llevó a una tienda de golosinas, dónde la dejó elegir todas las gomitas que quiso.
Después tenía que cuidar a Samantha cuando terminaba con dolor de estómago, luego de que Samy comiera todos los caramelos.
Desde entonces no la había dejado llevar a Samy a ese lugar, ni volver a comprarle golosinas.
A veces, algunas noches, Sam la despertaba y se quedaba a pasar el rato con ella, Rocio comenzó a guardar algunos chocolates para la pequeña.
Tenía prohibido darle golosinas a Samy pero no a Sam.
Sam no había vuelto a lastimarlas, y se portaba muy bien, era bastante nerviosa y Rocio tenía que verla todo el tiempo, por temor a que hiciera algo peligroso.
A veces la encontraba pellizcándose, o clavando sus uñas en su piel, o rasguñando su cuerpo, se tomaba el tiempo de calmarla, de hacerla sentir bien y de explicarle la cantidad de veces necesarias que ya no debía lastimarse.
ㅡSé que no lo haces a propósito, eres una chica excelente, sólo debes pensar un poco las cosas cuando veas que te estás lastimando... Ya nadie va a herirte, no tienes que hacerlo tu misma tampoco.
Sam entendía perfectamente todo lo que Rocio le decía, era una niña excelente.
Con su novia, Samantha, solían tener largas sesiones de besos, últimamente, iban hacia la cama para una tarde de mimos y besos, a veces se quedaban hablando bajo, en suaves murmullos, o solo se quedaban en silencio disfrutando del calor corporal de su pareja, de las caricias sobre su espalda, su cabello, o sus brazos.
Rocio nunca la había tocado más allá, siempre había sido muy cuidadosa y suave con ella, siempre la había respetado muchísimo.
Sam no tenía que sentirse mal o preguntarle al respecto para saber que era un tema similar a los besos.
Le estaba dando su espacio, su tiempo, y cuando quisiera sólo tenía que pedirlo.
Al mes de estar saliendo, Samantha se sentía lista, al menos para intentar dar un paso, unos más grandes, más íntimo.
Aprovecho una de sus sesiones de besos, en las camas, que seguían juntas, para comenzar con sus intenciones.
En el beso, se colocó sobre Rocio, sentándose sobre las caderas de la menor, en cuanto sintió aquello separó el beso.
ㅡAmor, ¿Qué haces? ㅡpreguntó, no había sonado mal o enojada, sólo quería corroborar con ella lo que ocurría.
ㅡRocio... Me encantaría tener mi primera vez contigo ㅡdijo, sus mejillas estaban muy rojas pero su tono no fue avergonzadoㅡ. No sé hasta donde llegué, pero quiero intentar.
Rocio le sonrió y acarició sus mejillas de forma tierna.
ㅡ¿Estás segura? ㅡSamantha asintióㅡ. Bueno... Seré suave y en cuanto vea que no eres tú no haré nada.
ㅡGracias.
ㅡSi sientes algo mal dime.
Samantha asintió, tenía una sonrisa conforme en su rostro, sus mejillas estaban muy rojas.
Rocio se enderezó, quedando sentada en la cama con Samantha sobre ella, sus labios fueron hacia el cuello de la mayor, dejando besos, succionando su piel, y rozandolo con sus dientes con suavidad, mientras escuchaba a la rubia respirar de forma pesada, encantada con el tacto, enredó sus dedos en el cabello de la menor, acercándola más.
ESTÁS LEYENDO
The alters || Factor R
FanfictionFactor R || Samantha tiene Trastorno de Identidad Disociativo, ella es una de las cinco personalidades distintas compartiendo un mismo cuerpo, mientras intenta estudiar fotografía en la universidad, allí conoce a Rocio, su nueva compañera de cuarto...