Esperabas con ansias a que llegara el fin de semana para poder acercarte mucho más a Price. Toda la semana planeaste cómo poder hablar con él o acercarte. Incluso fuiste a su casa de nuevo a pedir alguna herramienta prestada con la mentira de que tu padre te había enviado. Él se encontraba en su jardín trasero podando el césped.
- John, siento mucho molestarte.
Price: ¿Qué pasa? Dime, pequeña, ¿en qué puedo ayudarte?
- Dice mi padre si podrías prestarme... Emmm.
Price: ¿Otra herramienta, no?
- ¿Cómo lo sabes?
Price: Bueno, casi diario vienes por alguna.
- Sí, es que... es que... se descomponen las cosas muy seguido en mi casa.
Price: De hecho, estaba pensando en regalarle algunas y así no te esté mandando a mi casa a cada rato.
- ¿De verdad?
Price: Sí, vamos adentro a buscarlas.
Ambos entraron a su casa a buscar algunas herramientas. Ahora, ¿cómo le explicarías a tu padre por qué el vecino le regaló herramientas?
Price: Bien, le regalaré esta... Y esta... Y, emmm,
- John, en realidad no es necesario.
Price: De todos modos no los necesito, dile a tu padre que se quede con ellos.
Su celular sonó, rápidamente tomó la llamada.
Price: ¿Sí?
"No podré llevar tu pastel más tarde."
Price: ¿En serio? Ya me estaba emocionando por probarlo más tarde.
"Tengo demasiados pedidos, así que esta vez te quedaré mal."
Price: No te preocupes, compraré uno en el supermercado.
Colgó la llamada y notaste su molestia.
- ¿Pasa algo, John?
Price: Bueno, tenía antojo de un buen pastel y la muchacha que me los vende ni siquiera podrá traerme mi pedido.
- Ay, pues yo podría hacerte uno.
Price: ¿Tú?
- Sí, claro, con mucho gusto te hornearé uno.
¿Hornear? Si ni siquiera sabías prender la estufa, no se te pudo ocurrir una idea mejor de cómo quedar bien con él. Ahora no solo tenías que inventar una buena excusa sobre la herramienta, sino que también tenías que hacer un pastel.
Price: ¿Tú sabes hacerlos?
- Sí, claro, me quedan riquísimos.
Price: Bien, hazme uno, te pagaré muy bien.