Cuando llegaron, Solrac empezó a planificar la reconstrucción de su casa debajo de la de Aliarina. La construcción fue terminada cuando Solrac cumplía sus quince años. Entonces volvieron a empezar las clases y Solrac acompañó a Ali a la escuela.
Allí cerca se encontraba Arturo esperando a Solrac, lo llamó y lo invitó a una gran carrera de bicicletas en su país, a la que Solrac accedió. Entonces invitó a Arturo a que buscase la verdad de la Iglesia de Dios en su país. Pasaron un buen rato conversando y Solrac se entretuvo tanto que olvidó que Aliarina estaba sola en la escuela.
Cuando se despidió se enteró de que un grupo de envidiosas habían agredido a Ali. Él rápido fue a buscarla y la encontró tirada en la carretera llorando, lastimada física y moralmente. Intentó consolarla pero cuando se acercó ella le dijo un tanto molesta: Se suponía que tú me estabas cuidando. Esas palabras, aunque no fueron dichas de mala forma, penetraron en lo más profundo de Solrac.
El padre de Ali llegó pronto y Solrac se fue a su casa, y allí estuvo una semana, sin salir. Le retumbaba en la mente la idea de que había fallado, pensaba que Ali no lo volvería a tratar igual. A la semana, Ali bajó a la casa de Solrac y tocó la puerta. Él salió con la cabeza baja, avergonzado y dijo: Cometí un error, no tienes que perdonarme. Ali le respondió con dulzura: Mírame a los ojos. Solrac alzó la cabeza y la miró. Le dijo entonces Ali: Me alegra que tu mirada me siga diciendo la verdad. Entonces lo abrazó refiriéndole: Te he extrañado mucho, creí que siempre me protegerlas de la gente, no me acordé que ya protegías mi alma.
Al subir Arturo estaba allí para llevar a Solrac a la gran carrera. En seguida se preparó y se fue con Arturo. Al llegar se quedó en su casa y al día siguiente empezó la carrera. Le dieron una bicicleta y mostraron el recorrido a los corredores. Sería una larga carrera de un promedio de veinticuatro horas por carretera, caminos, bosques, peñascos y posibles enfrentamientos a las inclemencias del tiempo atmosférico.
Arrancaron entonces los competidores, la primera parte fue en la carretera. Allí Solrac se mantuvo en los puestos intermedios hasta que llegaron a los caminos casi al mediodía. Con las múltiples curvas Solrac avanzó hasta los diez primeros lugares de los cincuenta ciclistas.
El sol estaba en su cenit y hacía buen calor, pero esto no detuvo a Solrac. Al entrar al bosque rápidamente Solrac tomó la delantera evadiendo con agilidad los árboles. Eran pocos los que seguían a tanta velocidad entre los árboles porque hacían falta buenos reflejos y frenos también. Llegaron entonces a las montañas.
El camino era por los bordes casi completo loma arriba. Ya estaba pronto a anochecer, desde lo alto se podía ver el atardecer. Solrac, admirado por la vista, alabó a Dios y con mayor fuerza subió la montaña. Pero la cadena falló y se partió. Solrac tuvo que detenerse, técnicamente estaba fuera de la carrera, pero no se rindió y se puso a arreglar el daño que se había producido.
Tuvo que usar piedras que encontrara por allí y algún otro objeto que funcionara como herramienta para quitar la cadena y reducirla. Pero tuvo que quitar la torre para que el largo le diera. Cuando terminó estaba a diez kilómetros del último lugar. Tenía que remontar mucho así que que con todas sus fuerzas se puso a pedalear.
Ya de noche volvió a entrar a un bosque. No obstante, pudiendo ver en la oscuridad logró avanzar. Ya casi al salir una niebla cubrió el bosque, pero Solrac no redujo su velocidad, por el contrario fue más rápido y confiando en Dios no chocó con ningún árbol.
En los caminos empezó a nevar, pero esto tampoco lo detuvo. Avanzó hasta el puesto veinte justo cuando entraba en la carretera donde empezó a llover. Era poco más de media noche y aún quedaba un largo trayecto. El primer lugar estaba a tan solo a veinticinco kilómetros de la meta. La lluvia produjo que la carretera estuviese un poco resbalosa y más a grandes velocidades. Solrac alcanzaba más de 100 km/h.
Ya a tan solo tres kilómetros del primero y a cinco de la meta la bicicleta empezó a derrapar y Solrac casi cae. Pero Dios lo estuvo protegiendo y llegando al final volvió a estabilizarse. Un cerrado final era cuando a un kilómetro de la meta ambos pedalistas estaban casi empatados. Pero Solrac hizo un último esfuerzo y ganó la carrera por un metro.
Agotado, miró al cielo mientras las gotas de lluvia caían en su rostro y sonriendo agradeció a Dios el haber ganado. Entonces llevaron a Solrac a una tienda para que eligiera su premio. Era cualquier bicicleta que en esa tienda especial se encontrase. Solrac oró y Dios lo guió hasta el fondo de la tienda donde había una bicicleta con una nota que decía: Para mi buen amigo, el más increíble humano que hay en la Tierra; de su admirador, el mejor inventor del mundo: Güinventey.
Solrac, un tanto confuso y sorprendido porque Dios lo había guiado hasta allí y por lo que decía aquella nota, se puso a leer un libreto que era de aquella bicicleta hecha de esa súper materia. Era azul y negra con un cuadro con forma de rayo. Dentro del manubrio del timón se encontraba el sistema de cambios que contaba con siete chicharras y cuatro platos.
El sistema de cambios era electromagnético e inalámbrico. De la misma manera eran los frenos que usaban el electromagnetismo para detener el giro de la llanta. El patrón de las gomas era único y le daba a la bicicleta una tracción especial haciendo posible incluso el correr sobre el hielo sin resbalar.
Poseía una aerodinámica nunca antes vista que junto a un sistema especial hacía nula la resistencia del viento pr el frente y casi nula por los lados. Tenía además un sistema de inteligencia artificial con funcionamiento por voz con una infinidad de opciones entre ellas el control y revisión de la altura del asiento, la presión de aire de las gomas, la amortiguación, la presión de los frenos, entre otras. Una pantalla en el centro mostraba todos los datos de la bicicleta con el más avanzado GPS incluído.
Otra opción increíble era la cuestión del equilibrio que permitía mantener la bicicleta parada sin necesidad de estar recostada a alguna pared, poste o cualquier otra cosa. Un extra era la súper seguridad. Decía el libreto: La bicicleta se encuentra en un estado de inmovilidad por identificación, lo que quiere decir que nadie la puede levantar o mover del lugar que tiene sin la llave que es el carnet de identidad producido por el mismo creador de la bicicleta; esto es gracias a un sistema especial de sostén electromagnético...
En ese preciso momento Solrac sacó de su bolsillo el carnet de identidad especial y lo puso frente a la pantalla de la bicicleta y una voz desde esta dijo: Bienvenido Solrac, todo el sistema de la BG está a tu servicio.
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Nada hay imposible para Dios
RandomHuérfano, sencillo, solitario, pero con un gran talento y un gran corazón; este es el héroe que buscará cambiar su mundo y luchará por ello. La espectativa de qué sucederá por la aparición constante de retos; desde el principio hasta el final será u...