Capítulo 3. "Pedir perdón"

42 10 0
                                    



Minutos antes.

Dain.

Me siento nervioso, inquieto… Ansioso por las infinitas posibilidades de lo que pueda —o no— pasar en esta reunión. Por un lado estoy más que eufórico por volver a verla, por escuchar su voz una vez más, por ver su hermosos ojos azules, esos que me hacia querer mandar todo a la mierda cada que me miraban.

—Todo estará bien —me hace saber Liv, con una sonrisa que pretende ser tranquilizadora —. Aunque debo de admitir que verte así de nervioso y descolocado es bastante gratificante dado que solo saber gruñir.

—No es gracioso Liv y no gruñó… Todo el tiempo —le dedico una mirada cargada de irritación —. Y sí ella me odia.

—Probablemente lo haga. Yo lo haría si estuviera en su lugar —declara, con calma.

—Eso no está ayudando en nada —gruñó en su dirección.

Liv suelta una risita por lo bajo como diciendo: vez solo gruñes.

—Pero si ella te amo la mitad de lo que dijo el libro —continua —. Aun queda una pequeña esperanza ,de que después de todo lo que paso entre ustedes aun tengas un pequeño trozo de su corazón.

—Yo necesito pedirle perdón—digo, en un murmuro y me siento tan abochornado y fuera de lugar ante mi declaración que tengo que mirar hacia otro lado.

—Necesitas arrastrarte por su perdón —declara, la mujer sentada a mi lado.

—Me recuerdas porque dejé que vinieras.

—Porque en primer lugar en nuestro plan—dice, con suficiencia lo que me hace rodar los ojos.

El corazón se me hunde ante la realización de todo el daño que le hice, de pronto el desazón y la mortificación empiezan a colisionar en mi interior ante la perspectiva de que me mande al diablo, claro que no podría culparla por eso.

Suspiro y miro una vez más el reloj en mi muñeca solo para comprobar que lleva varios minutos de retraso.

Y si no viene. Y si se dio cuenta de que era yo. Y si…

Abro la boca para decir algo, pero lo que sea que fuera a decir carece de congruencia cuando la puerta se abre y el repiqueteo de unos tacones se escucha… Entonces la veo entrar.

Mi corazón de un vuelco y creo que podría llorar de felicidad en este momento, le doy un repaso rápido con la mirada y entonces aprieto la mandíbula.

Se ve como Annie pero no como mi Annie. Ya no lleva sus hermosos rulos, en su lugar ahora lleva el pelo alisado cayendo suelto en su espalda y el maquillaje que lleva esconde por completo sus maravillosas pecas que han sido protagonistas de tantos pensamientos y fantasía tanto perversas como tiernas.

La observo con detenimiento y el ceño fruncido acercarse a Liv y estrechar su mano ignorándome por completo.

—Y él es el señor Dain Campbell —informa, Liv y contengo el impulso de rodar los ojos por lo ridículo que es que le informe quien soy.

Y es entonces cuando sus bonitos ojos azules miran en mi dirección, por un momento creo que va a dar media vuelta y salir por la misma puerta por donde acaba de entrar pero luego de unos segundos donde parpadea se recompone.

—Un gusto conocerlo señor Campbell —dice, extendiendo su mano y no se que me duele más, si el que me hable con más indiferencia de la que imagine o que finja no conocerme.

Te lo mereces. ¿Que esperabas que hiciera? que corriera a tus brazos como si nada hubiera pasado entre ustedes. Me recuerdo sintiéndome como complemento imbécil.

Lo Que Nos Une Donde viven las historias. Descúbrelo ahora