El encuentro.- Alizzz ft. Amaia Romero.
Entró en su casa y miró alrededor. Estaba todo perfectamente preparado y aún quedaban más de cuatro horas para que el resto de la gente llegase.
-¿Nerviosa?- Se rió Chiara al ver toda la ropa de su amiga tirada por la cama y el suelo.
-¿Por qué iba a estarlo?- Intentó disimular.
-Porque viene Omar.- Dijo lo obvio.
-Es solo un amigo.- Rodó los ojos Ruslana.- Así que no.
-Sí, bueno.- Se rió aún más.- Bien que desaparecéis cada vez que salimos, guapa.
-Trae a una amiga suya. Con suerte no te vuelvo a abandonar.- Le sonrió inocente.
-Que no quiero nada con nadie, Rus. Te lo tengo dicho.- Rodó los ojos.
-Tía, supérala. Ha pasado un año, y fueron literalmente tres noches.
-No es por ella.- Se puso seria de repente.- Es que estoy muy bien sola.
-Un polvo no te vendría mal, cariño.
-Paso.- Bufó, saliendo de la habitación de su amiga.
Mientras Ruslana se preparaba, Chiara se abrió una de las tantas cervezas que había en la nevera. Había pensado en aquella chica más de lo que quería admitir. Ruslana, quizás, tenía parte de razón.
No volvieron a sacar el tema, era algo tabú para Chiara, que no quería escuchar ni el nombre de la que, en su día, fue su casi algo.
Se habían conocido en las prácticas de la universidad, y habían congeniado muy bien desde el principio. Hubo interés más allá de la amistad por parte de ambas, y aunque llegaron a acostarse, y parecía que la cosa iba bien, la chica desapareció, dejando a una Chiara destrozada. Nunca había sentido tanta conexión con alguien.
Y sentía que nunca volvería a sentirla.
Un año después seguía pensando en aquella chica castaña que le había robado hasta el último aliento.
-Están a punto de llegar.- Avisó Ruslana, cogiendo la lata de cerveza ya vacía de su amiga y mirándole con algo de reproche por haberla dejado ahí en medio.
Omar fue casi el último en llegar, pues, como le había explicado a Ruslana por WhatsApp, su amiga había llegado más tarde de lo previsto por culpa del tren, que se había retrasado.
Fue Chiara la que les abrió la puerta y, al hacerlo, se quedó paralizada. ¿Qué hacía ella ahí? No pudo evitar recorrerla con la mirada. Conocía muy bien el conjunto que se había puesto. Siempre le había vuelto loca, y ese día no era para menos. Se sorprendió cuando, al llegar a sus hombros, visualizó una melena corta pelirroja. Le quedaba realmente bien.
-Hola, Chiara.- Saludó el chico, ajeno a todo.
-Omar, hola.- Le sonrió, saliendo del trance y acercándose para darle dos besos.
-Esta es...
-Violeta.- Pronunció el nombre Chiara, después de tanto tiempo.
-¿Os conocéis?- Se extrañó.
-Un poco, solo.- Fueron las primeras palabras que escuchó la inglesa saliendo de la boca de la, ahora, pelirroja.
-Bueno, pues aprovecho que conoces a alguien para ir a saludar a Rus.- Se apresuró a decir, saliendo de allí.
Las chicas se quedaron en aquella posición, mirándose, durante largos minutos. Ninguna era capaz de decir nada. Una quería explicaciones y la otra se negaba a dárselas. Y solo con mirarse ya lo sabían. Porque, para sorpresa de las dos, esa conexión que tanto las caracterizaba, seguía intacta.