Capítulo Uno: Mi compañero de cuarto

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Hace tres meses estuve en esta misma academia, hace tres meses caminaba por estos mismos pasillos. La diferencia es que ahora estudio aquí.

Los últimos tres meses antes de ingresar a la academia, mi mente estaba sumergida en el beso de aquel chico, aún deseo volver a sentir esos suaves labios en los míos y el calor de su cuerpo junto a mí.

Hoy me levanté muy temprano, y me preparé para el primer día en la academia. Desde que llegué no paro de temblar o de caminar a un paso más acelerado de lo normal. Lo único que sé es que tengo que ir para el edificio de los dormitorios de hombres y colocar mis cosas allí.

Este lugar parece otro mundo, es gigantesco y espacioso. No me sorprendería si me pierdo durante las primeras semanas. Y el mapa que me dieron, no sirvió de mucho.

Ya me harté de buscar por mi cuenta y de dar vueltas en el edificio principal, así que detengo a una chica y le digo:

―Disculpa, ¿sabes dónde están los dormitorios de hombres?.

―¡Claro!, al final de este pasillo... ―Me explica mientras hace señas―... A la izquierda, allí habrá una puerta muy alta, esa es la salida —Asiento—, al salir el edificio azul oscuro que se verá a lo lejos del campus.

―Vale ―Respondo―, ¡gracias!.

―Por nada.

Sigo cada indicación que la chica me dijo. Al salir, el campus era mucho más grande de lo que pensaba, parecía un parque: lleno de árboles, bancos y caminerías. Todo se veía hermoso bajo los rayos del sol mañanero.

Detallo el edificio que me describió a lo lejos, las hojas de un árbol lo tapaban un poco. Así que me pongo en marcha.

Es sábado por la mañana, y apuesto a que la mayoría de las personas están durmiendo. Es algo raro que mi primer día en la academia sea un sábado, pero, no me quejo. Así me dará más tiempo para conocer todo esto.

El ambiente está muy acogedor, frío, pero al mismo tiempo cálido. Una mezcla muy agradable.

Abro la puerta del edificio Green Coast. Me encuentro con una sala espaciosa con un gran televisor delgado en la pared y diversos muebles y sillas en ella, a lo lejos logro divisar algunas mesas de billar y Ping Pong. Ya me está agradando.

Me adentro más a la gran sala del edificio y sigo los letreros que indican el número de las habitaciones. La mía es la ciento setenta y cuatro.

1 - 50 hacia la derecha. 50 - 100: hacia la izquierda y el resto de ellas hacia el segundo piso. Así que camino hacia el ascensor, presiono el botón y espero a que llegue. Dos chicos salen de él, ambos se me quedan viendo mientras se van; yo sólo me meto en el ascensor y marco el piso dos.

Al llegar me dirijo al pasillo izquierdo. Paso en frente de diversas puertas y leo los números hasta que me detengo en la mía.

Habitación número 174. Leo en el letrero de bronce en mi mente.

Al entrar lo primero que me fijo es que la habitación es mucho más amplia de lo que pensaba, parecía un departamento. Todo estaba perfectamente ordenado y muy limpio.

Camino directo hacia el dormitorio: el piso era de una madera resistente al igual que todo el departamento, tenía dos mesitas de madera y un gran armario, al fondo de la habitación había una puerta que estaba cerrada.

Debe ser el baño pienso.

Salto y me dejo caer en una de las camas que había, la otra estaba algo desordenada y con cosas encima de ella. Apuesto a que debe ser de mi compañero. Espero que no sea el típico engreído de la universidad, o que no sea tan tímido, ya que chocaría mucho con mi personalidad.

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