DESCONOCIDO

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Narra: Desconocido

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Narra: Desconocido

¿En quién deberíamos confiar si todos mienten?

Apago la radio y prendo un cigarrillo. Busco mi diario y pienso en qué puedo escribir hoy.

Me gusta hacerlo, escribir. También me gustan los libros y los crucigramas. A mi abuelo también le gustaban, él fue quien me enseñó muchas cosas de las que sé hoy. Mi abuelo siempre creyó que era una buena persona, pero estaba equivocado. No lo soy. No sé si alguien realmente lo sea, pero sí sé que hay personas buenas que dejan de serlo gracias a personas malas. Eso me pasó a mí. Eso le pasa a la mayoría de las personas. Solo que a algunos les gusta jugar a las buenas personas cuando no lo son.

Me gusta que la vida de los demás dependa únicamente de mí. Por primera vez en mi vida, siento que tengo el control de algo cuando lo hago. Me ayuda a no pensar en mi pasado.

Ahora tengo muchas cosas en qué pensar, como en ellas y en tenerlas conmigo para siempre.

El olor a mierda da ganas de vomitar.

—¿Por qué no te ocupas? —le digo.

Ella se pone de pie, yéndose al baño.

—¿Vas a traerla a ella también? —dice Mia, sí, Mia—. ¿En serio vas a secuestrar a Venus?

—¿Por qué supones eso?

—Por tus fotos en la pared.

—Me gusta tener las fotos de mis víctimas cerca de mí.

—¿Venus fue tu víctima? —su voz se suaviza—. Tendría que haberlo sabido, ella...

—¿Podrías hacer silencio? Necesito pensar.

—¿Cómo haces para que nadie se dé cuenta de quién eres en verdad?

—Cómo lo hacen todos, fingiendo. —Le sonrio con una bella y retorcida sonrisa—. Como tú también lo hiciste.

—¿Acaso te estás vengando de mí? ¿Por lo que hice con Elizabeth?

Comienzo a reírme a carcajadas, realmente me causa gracia.

—Esto no es por ti —respondo.

—¿Me vas a dejar ir entonces?

Mia me mira con los ojos cristalizados. Me acerco y acaricio su rostro, se hace a un lado y me pongo nervioso.

La observo con detenimiento, me gusta hacerlo.

—No te lo mereces.

—¡Asesíname! —grita—. Por favor, si tienes algo de empatía, no me dejes morir así. Tengo hambre y estoy cansada...

—Si tuviera empatía, no estarías aquí.

Ella llora.

—¿Cómo una persona puede volverse así de cruel?

—Podrías responderte tú misma a esa pregunta. —Me siento delante de ella, comienzo a abrir un paquete de galletas—. Un padre pedófilo, una madre fría y un accidente que lo cambió todo. No creo que toda tu miserable vida haya sido así, seguro tenías una familia que se amaba. Seguro algo se rompió en medio.

—¿Y qué te pasó a ti? —me pregunta, entre llantos.

—Me gusta hablar de mis víctimas, no de mí. —Mastico la galleta con lentitud, y ella me mira, deseosa.

Mia comienza a negar con la cabeza mientras pide a los gritos por ayuda.

—Ya sabes que nadie te va a escuchar aquí, te traje a un lugar muy lejos para eso mismo. No seas tonta —le digo.

—¡Mátame! ¡Ya no lo soporto!

Me pongo de pie y agarro la pistola.

—Está bien. —Le pongo la pistola justo en la frente, y ella comienza a temblar sin ser consciente de su cuerpo.

—Si realmente quieres morir, voy a apretar el gatillo a la cuenta de tres a menos que me digas: basta —susurro—. Uno...

Ella cierra los ojos.

—Dos...

Mia le da la mano a la persona que tiene al lado de ella.

—Tres...

—¡BASTA! POR FAVOR —me grita su compañera, poniéndose de pie—. No la asesines, te pido, por favor.

Ella tiene algo especial, podía pedirme lo que fuera, menos su libertad, e iba a dárselo. Por eso, bajo el arma y Mia vuelve a respirar.

Agarro mi teléfono y salgo a caminar. Por alguna razón, se me olvida cerrar la puerta con llave. Sigo caminando hasta que escucho algo a mis espaldas. Me doy la vuelta y la veo corriendo con las manos atadas.

Se escapó, y Mia, que se encuentra dentro de la choza, le comienza a gritar que pida ayuda.

—¡Hija de puta! —le grito—. ¡Ven aquí!

Corro hacia ella tan fuerte como puedo, pero mi teléfono comienza a sonar. Necesito atender, pero a la vez, encargarme de ella.

Corro con el teléfono en la mano, perdiéndola de vista.

¿Qué pasó con Elizabeth Parker?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora