Capítulo cuarenta y dos

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Capítulo cuarenta y dos

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Capítulo cuarenta y dos

Narra: Michael Parker

—Zona despejada —digo a través de la radio—. ¡¿Me escuchan?! Hola...

—Parece que se cortó la señal —dice Frank, mirando a su alrededor—. ¿En dónde estamos?

—En el kilómetro 82, pasando el lago Gutiérrez. —Miro hacia ambos lados—. Deberíamos parar, voy a fumar un cigarrillo.

Estaciono el auto y me bajo de él. Saco un cigarrillo de mi bolsillo y miro hacia todos lados antes de encenderlo.

—Estamos en medio de la nada, ¿no es por aquí qué encontramos al hijo del pastor?

Le paso el cigarrillo a Frank, pero me lo rechaza.

—Estamos un poco más alejados, aquí no hay ninguna casa registrada. Literal, nos encontramos en medio de la nada —le explico.

Tomo mi teléfono y empiezo a caminar. Se escucha el sonido de los árboles moverse a causa de un viento feroz, y mi cigarrillo se apaga. Frank toca la bocina y me hace seña para que vuelva, pero yo sigo caminando hacia delante.

—¡Vámonos! —me grita Frank—. Michael...

Comienzo a correr, casi hasta llegar a los árboles. Miro hacia abajo, no puedo creerlo. Frank deja de gritar, me doy la vuelta y lo miro fijo. Él sabe lo que quiero decir. Corre hacia mí, y entonces digo:

—¡Avisa que traigan refuerzos lo antes posible!

Saco mi arma y me inclino hacia abajo para levantar una pequeña puerta de madera que está camuflada entre el pastizal.

—A la cuenta de tres nos metemos —susurro con mi pistola cargada—: Uno, dos, tres...

Abro la puerta, viendo que hay una pequeña luz encendida, y con precaución, bajamos por unas escaleras de madera, que hacen ruido al pisar cada escalón.

—¡Policía! ¡Policía! Arriba las manos —gritamos con Frank a la vez, pero dentro no encontramos a nadie.

—Qué mierda... —Frank está sudando demasiado, y sus manos le tiemblan.

Es un pequeño búnker, que no entran más de cinco personas. Me acerco a una esquina, hay ropa y sujetadores de mujer. Están sucio. Usados.

Encontramos comida para perro en mal estado, un balde con agua y un cuchillo arriba de una pequeña cocina. Revuelvo entre la ropa, y allí encuentro un cuaderno. Lo abro y comienzo a leer.

Día número cinco: Su compañía aquí me hace bien, ella puede verme como realmente soy: un asesino. Ella es muy hermosa, me gusta verla comer y secarle las lágrimas cuando está llorando. Ojalá la hubieran tratado mejor, pero conmigo está a salvo. Lency ya no sufrirá.

¿Qué pasó con Elizabeth Parker?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora