Capítulo uno

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El ruido de las ramas de árbol rompiéndose bajo sus pies era el ambiente que tenía ahora mismo. La brisa sonaba contra sus oídos sintiendo el silbido, quitaba hojas y ramas que se atravesaban en su camino pero nada de eso impidió que siguiera corriendo.

Sus prendas de ropa estaban algo rasgadas debido a ciertos golpes o tirones que se daba mientras corría entre el bosque que la oscuridad de la noche cada vez escondía más.

Deseaba parar, pero su objetivo era claro y debía llegar rápido a aquel pueblo escondido en las montañas nevadas. Era un camino que le podía demorar casi 3 días caminando, pero a la velocidad que iba podía finalizarlo en menos de 1 día.

Su apuro era obvio. Su tierra había sido atacada por malhechores que buscaban dañar al pueblo. Fukurodani era rico en minerales y agricultura, él lo sabía más que nadie.

Por lo que llegar al pueblo nevado era una necesidad. Debía pedir auxilio a aquel pueblo que era el más cercano al Fukurodani. Fácilmente podía haber ido a la armada o los guardias del reino, pero decidió ir en cuerpo propio para ayudar de alguna manera al poblado.

Kotarou era un alfa fuerte, pero no pudo pertenecer a la armada real, por lo que dedicó su corta vida a ser un ciudadano feliz en el pueblo.

Hasta que esa felicidad se vio interrumpida...

Esperaba estar yendo por el camino correcto a aquel poblado. Necesitaría de todas las ayudas posibles para reconstruir el pueblo que lo vio crecer.

Recordaba las calles de Fukurodani en llamas, muchas casas saqueadas y la plaza que solía recorrer estaba destruida. Los gritos lo aturdieron en cada minuto y las llamas fugaces consumían poco a poco el legado del Fukurodani.

Quizo soltar una lágrima que lo debilitaría en aquel momento, solo le quedaba pensar en un mejor rendimiento físico para llegar a su objetivo.

Estaba tan ensoñado con el desastre que acababa de presenciar hace un par de horas que no logro reaccionar cuando su pie fue sujetado por una cuerda con una textura áspera cayo rotundamente al suelo golpeando su rostro con la caída.

Intentó zafarse del amarre pero sentía que cada vez que intentaba moverse aquella atadura encerraba más su pie.

Pensó un poco más calmado y vio a su alrededor opciones para poder liberarse. Tocaba desesperadamente el suelo para buscar algún tipo de material que pudiese ayudarlo.

Lo único que encontró fue otra trampa que tomó prisionera su mano derecha. Con la izquierda era menos hábil así que intentar soltarse ahora era todo un reto.

Respiro con calma esperando no perder ninguna extremidad por el fuerte agarre que estaba sintiendo.

-Esto no puede estar pasando ahora... -nuevamente intentó lo mismo que había intentado al liberar su pie. Sujetaba la cuerda con la mano que le quedaba libre pero era imposible soltarse.

Tiraba de la cuerda y sentía el áspero material. Todo era en vano, incluso ver ya que la noche ya estaba cumpliendo su trabajo.

Vio a lo lejos una pequeña luz amarilla que se acercaba a su dirección. Vio que los pasos eran lentos. Pensó que podía ser una tribu que vivía por ahí y que ahora él sería la cena de toda una familia.

Cuando el sujeto se acercó lo suficiente, vio que sus prendas eran algo largas y rojas. Eran como trapos pero servían muy bien para el invierno que se aproximaba. El hombre que lo observó desde una gran altura acercó la antorcha al rostro de Bokuto para divisarlo mejor.

𝐀𝐧𝐞́𝐜𝐝𝐨𝐭𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐩𝐫𝐢𝐬𝐢𝐨𝐧𝐞𝐫𝐨 - 𝐁𝐨𝐤𝐮𝐚𝐤𝐚 - 𝐎𝐦𝐞𝐠𝐚𝐯𝐞𝐫𝐬𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora