III

2.1K 171 2
                                    




Se encontraba en el Planeta Kaitain, lugar donde reside el Emperador, había sido invitada por este mismo, con la excusa de extrañar su compañía a la hora de tomar el té.

El Emperador guardaba cierto anhelo por la apariencia de la mujer, disfrutaba de su compañía y se deleitaba con el parecido físico a su progenitora, una mujer de la Casa Atreides, mujer de la cual el Emperador estuvo enamorado pero fue fríamente rechazado por esta.

Las Bene Gesserit sabían eso y no dudaban en utilizarlo a su favor, ya que el Emperador escuchaba ciegamente a la joven.








Siempre es un gusto tenerte aquí mi niña —dice el Emperador—

— Gracias por invitarme mi señor —dice con voz ligeramente suave mientras tomaba asiento junto al Emperador—

Cuéntame cómo te han tratado los Harkonnen —pregunta con cautela—

—le da una ligera sonrisa— Han sido cuidadosos mi señor, el joven Na-Barón se encarga personalmente de mi seguridad —

—acaricia su mano— Ese muchacho tiene muchas historias sobre su crueldad —mira sus ojos—

— No mienten pero esa misma crueldad es la que me ha mantenido a salvo mi señor. Feyd-Rautha no es capaz de lastimarme, no debe preocuparse por eso —dice dándole una mirada tranquilizadora—

Después de tranquilizar sus preocupaciones el Emperador cambió el rumbo de la conversación pidiendo la opinión de Irasue en algunos asuntos sobre las Grandes Casas.















Caminar por los jardines era lo que más le interesaba de ir a visitar al Emperador.

Aquel hermoso lugar no podía ser comparado con la horrible oscuridad del Planeta Giedi Prime o el desierto abrasador de Arrakis.

Mientras recorría el jardín diviso a la hija mayor de la Casa Corrino, Irulan Corrino, ambas mujeres compartían un relación cordial, ya que se veían constantemente al ser entrenadas por la misma Reverenda Madre pero Irulan guardaba un pequeño recelo hacia Irasue, debido al cómo su padre escuchaba tan ciegamente a la joven mujer.

Siendo plenamente consciente de la inteligente y calculadora que era Irasue, sabía que podría utilizar el favor del emperador cuando mejor le pareciera. 














Se podía apreciar el cómo la bella mujer observaba el cielo nocturno con tranquilidad pero lo que nadie imaginaba era que mientras ella lo hacía pensaba en cómo debía usar los celos del Emperador para ayudar a los Harkonnen a destruir la Casa Atreides.

Esto no era por guardarles algún rencor al abandonarla junto a las Bene Gesserit, por el contrario agradecía esa falta de interés de su parte, ella solo deseaba quitarlos del camino ya que se volverían un peligro para sus planes al ser rebeldes por naturaleza.










Había usado sus influencias para descubrir que el Duque Leto pensaba levantarse junto a las Grandes Casas contra el Emperador si así lo vieran necesario y ella no debía permitir eso, ya que podría perder tanto el beneficio que le brindaba el favor del Emperador como a su cruel esposo debido a que todas las casas repudiaban en silencio la crueldad y el sadismo que caracteriza a la Casa Harkonnen.

No se permitiría perder piezas tan importantes en esta guerra silenciosa, ya que cuando esta estallara, ella debía ser la única de pie, solo Irasue Vernius quedaría de pie junto con el poder de cambiar y redirigir a las Grandes Casas en el camino correcto, y no bajo los deseos egoístas y poco beneficiosos de las Bene Gesserit.




Irasue al crecer junto a las Bene Gesserit fue capaz de apreciar el cómo manejaban el poder a su conveniencia, el cómo juntar linajes según mejor convenga les daba más poder sobre las Grandes Casas pero también podía ver el cómo no buscaban lo mejor para los habitantes del universo si no solo lo que es mejor para su Hermandad, manipulando la política desde las sombras.

Las profecías esparcidas por el desierto de Arrakis eran un ejemplo claro de esto.

Esas profecías fueron creadas para mantener a los Fremen sometidos bajo la fe, pero sin notarlo esas profecías fueron el comienzo de el caos que tanto intentaron evitar para así no perder linajes y con ello poder.

𝑻𝒓𝒂𝒊𝒕𝒐𝒓 | Feyd-Rautha HarkonnenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora