VI

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El joven Na-Barón se había escabullido de las celebraciones por su mayoría de edad luego de haber hablado con su tío y que este le encomendara el gobierno de Arrakis, ahora se dirigía hacia su recámara para darle la noticia a su esposa.


Al entrar se podía apreciar el cuerpo semi acostado de la mujer siendo solo cubierto por un vestido translúcido.

Esta al verlo entrar, se levanta y con una lentitud tortuosa se acerca al cuerpo de su esposo.

Felicidades por su victoria y su mayoría de edad joven Na-Barón —dice con tono suave y seductor—

—observa maravillado como su cabello cubre parcialmente sus senos— Gracias esposa —dice pausadamente— tengo agradables noticias que darte —

—acaricia sus labios— Dímelas —

—recibe un corto beso— Arrakis nos pertenece —besa nuevamente sus labios y con los ojos cerrados dice— Mi hermano a fracasado, por lo que en poco tiempo viajaremos hacia Arrakis —

—con una sonrisa— Son noticias muy agradables —se acerca a su oído— yo también tengo noticas —muerde ligeramente si lóbulo— Estoy en espera de tus hijos —

Ambos conectan miradas, una cargada de deseo, antes comenzar una acalorada sesión de besos que acabaría en algo más.













Después del acto Feyd-Rautha admiraba el cuerpo durmiente de su esposa, fijó su vista en el vientre aún plano de la mujer pensado en aquellos bebés que crecían ahí, si bien no sentía afecto hacia esos seres, le excitaba de sobremanera el pensar que eran suyos, su sangre crecía dentro de la mujer que le pertenecía.

Esa era la motivación suficiente para deshacerse de todo lo que osara a codiciar lo que es suyo.













La relación con su madre no fue realmente afectuosa, teniendo en consideración que fue él quien le quitó la vida pero ver e imaginar a su esposa con el vientre abultado para luego tener a sus hijos junto a ella lograba encenderlo de maneras que no creía, el solo pensar en su esposa protegiendo su sangre le causaba cierto placer.

Nada aseguraba que él sintiera afecto por esos bebés pero solo por venir de el vientre de Irasue se encargaría de eliminar cualquier amenaza que los pusiera en riesgo, por que no permitiría que su mujer sufriera.













Lady Irasue se encontraba en uno de los jardines de Kaitain acompañada de la Reverenda Madre y la Princesa Irulan.

— Has desobedecido Irasue —dice con voz tajante la Reverenda Madre—

— No realmente —junta sus manos en su vientre y esconde una ligera sonrisa— Se me ordenó preservar la genética del Na-Barón en una niña —mira desafiante— Solo he visto conveniente el tener un varón también y así asegurar más linaje de la casa Harkonnen —

—la mira con recelo— porque lo creíste oportuno —

— Los rumores sobre el desierto son cada vez más fuertes y el Emperador se está volviendo volátil —dice segura— Según las enseñanzas de la Hermandad no puedo permitir el perder un linaje que aún nos es útil —

La Reverenda Madre no vuelve a decir palabra alguna sobre el asunto pero aún así la Princesa Irulan tenia sus propias inquietudes.

— Ese esposo tuyo, es lo suficientemente controlable para no poner todo en riesgo —pregunta con desconfianza—

— Lo es —dice con seguridad— Soy lo suficientemente capaz de controlar a ese hombre para que no sea un riesgo —

— Bien —dice la Princesa guardando su desconfianza—

La Princesa Irulan aún guardaba su desconfianza hacia Lady Irasue, ya que cada vez podía notar más el cómo ella no hacía nada sin segundas intenciones y cuando su padre le habló sobre cómo ella fue quien le dio la sugerencia de erradicar a los Atreides, temió cada vez más por lo que aquella mujer era capaz de hacer.

𝑻𝒓𝒂𝒊𝒕𝒐𝒓 | Feyd-Rautha HarkonnenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora