Recuerdos de la lluvia

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El estruendo de un trueno lo sobresaltó, obligándolo a despertarse casi de un salto. Tardó unos segundos en ubicarse en tiempo y espacio, como cada vez que se despertaba de una siesta. A pesar del fastidio que le producía haber tenido que despertar, lo reconfortaba la sensación de calor que brotaban de los fuertes brazos de su novio, envolviendo su cuerpo como si nunca quisiera separarse de él. A su lado, Cristian seguía durmiendo profundamente mientras que, afuera, la implacable cortina de agua seguía cayendo sin intenciones de parar.

Lisandro se acurrucó más pegado a Cristian y cerró los ojos nuevamente, intentando volver a conciliar el sueño. Sin embargo, un recuerdo se apareció en su memoria... un recuerdo que, al igual que esa tarde, estaba marcado por una tormenta.

...

Hacía ya un par de años que la relación entre ambos había comenzado con un encuentro bastante casual, que Lisandro no esperaba en absoluto. Aquella mañana, mientras hacía su recorrido hasta llegar a su trabajo, sintió con pesar como el cielo comenzaba a descargar con fuerzas el chaparrón que había estado amenazando desde la madrugada. Suspiró, frustrado, al notar que el paraguas que había llevado apenas alcanzaba para contener el aguacero que se había desatado.

Por un instante evaluó la posibilidad de refugiarse dentro de algún negocio hasta que parara de llover, pero estaba con el tiempo justo y si seguía perdiendo tiempo llegaría tarde al trabajo.

Siguió caminando, esquivando las baldosas flojas que le salpicaban el pantalón una y otra vez hasta que...

-¿Sos pelotudo? -Lisandro soltó un grito, dejando salir toda la bronca que la situación le producía.

Un conductor desconocido había pasado por al lado de él, haciendo que su auto lo salpicara con toda el agua acumulada en la calle. Ahora sí: estaba empapado.

Sin mirar atrás, continuó por su camino masticando la bronca. Gracias al imbécil que lo había salpicado ahora tendría que pasarse el resto de la jornada laboral empapado.

-¡Esperá! -oyó la voz del desconocido, que había detenido su auto.

Lisandro no tenía ganas de discutir... imaginaba que el conductor iba a retrucarle el insulto y que aquello podría terminar en una pelea, ya que últimamente la gente en la calle se manejaba con una irritabilidad descomunal (y él mismo no era la excepción). Sin embargo, se sorprendió al oír que el hombre insistía, incluso llamándolo por su nombre.

-Disculpame Lisandro, no te quise mojar -el hombre le dijo con tono culposo, cuando por fin se detuvo -¿querés que te lleve a algún lado?

Lisandro lo observó con curiosidad. Su rostro le sonaba vagamente familiar, pero no lograba precisar de dónde.

-¿Nos conocemos? -le respondió con otra pregunta.

-Soy amigo de Nahuel -tras una pausa incómoda, agregó -dale, subí...

No supo si fue por la desesperación de estar tan empapado o si fue por la intriga que le producía ese desconocido, pero Lisandro abrió la puerta del auto y se subió.

-Soy Cristian -el otro se presentó, mientras ponía el auto nuevamente en marcha -¿Dónde vas?

-Mi trabajo quedá a diez cuadras -Lisandro explicó, mientras se abrochaba el cinturón de seguridad -¿así que sos amigo de Nahu? Perdón, pero no me acordaba de vos...

Cristian sonrió mirándolo de reojo, para no despegar la vista del volante.

-Bueno, yo sí me acordaba de vos, aunque nunca habíamos hablado... nos cruzamos algunas veces.

No supo por qué, pero Lisandro no pudo evitar ruborizarse con la respuesta. Se sentía avergonzado como pocas veces en su vida: no sólo lo había insultado, sino que tampoco lo había reconocido. Una sensación de incertidumbre también lo invadió: ¿por qué él sí se acordaba de él? Siempre le resultaba difícil reconocer las verdaderas intenciones de las demás personas, en especial de los hombres.

El resto del trayecto lo hicieron en un silencio incómodo, en el que sólo se oía el incesante ruido de las gotas de lluvia golpeando los vidrios del auto. Cada tanto, un relámpago lejano los iluminaba, mientras ambos se observaban de reojo, como si no quisieran ser descubiertos. Por un instante, Lisandro se olvidó que estaba empapado y que le esperaba una larga jornada laboral.

-En la próxima esquina está mi trabajo -Lisandro por fin rompió el silencio.

-¿Te puedo pedir tu número? -Cristian soltó sin rodeos, tomándolo por sorpresa -así te invito a tomar algo para disculparme por haberte empapado.

Lisandro intentó reprimir la sonrisa que se formaba sin pedir permiso en su rostro.

-Podés pedírselo a Nahuel -respondió, desabrochándose el cinturón y abriendo la puerta -nos vemos, Cristian. Muchas gracias por traerme.

Durante el resto del trayecto hasta su oficina intentó restarle importancia a lo que acababa de ocurrir, ya que seguramente Cristian ni se tomaría el esfuerzo de conseguir su número y escribirle. Después de todo, no le debía nada. A pesar de ser amigo de Nahuel, para él era un completo desconocido.

Sin embargo, no podía estar más equivocado. No habían pasado ni diez minutos cuando recibió un mensaje de un número desconocido:

-Te paso a buscar el sábado a la noche y salimos a tomar algo?

No necesitó ni mirar la foto de perfil para saber de quién se trataba.

...

Pese a que lo intentó con todas sus fuerzas, Lisandro no pudo volver a dormirse. A su lado, Cristian seguía durmiendo plácidamente: su respiración pausada y tranquila reflejaba el estado de calma en el que se encontraba.

Como pudo, tratando de moverse con la mayor suavidad posible, Lisandro se desprendió de sus brazos y se levantó silenciosamente de la cama. Le acarició suavemente el pelo, le dio un beso rápido en la frente antes de salir de la habitación y se dirigió a la cocina, dispuesto a sorprender a su novio con lo que más le gustaba en los días de lluvia (además de dormir la siesta).

No tardó demasiado en tener listas las tortafritas, temía que Cristian se despertara antes de que las tuviera terminadas arruinándole la sorpresa y por ello se había apurado a terminarlas. Llenó el termo con agua caliente para el mate y, cuando tuvo todo listo en una bandeja, volvió a la habitación.

Cristian lo esperaba sentado en la cama, ni siquiera preocupándose por fingir estar dormido.

-Ay, Cristian -Lisandro protestó -¿hace mucho que estás despierto?

Su novio sonrió con ternura.

-Me despertó el olorcito a tortafritas, pero no te quería arruinar la sorpresa -respondió, mientras agarraba una de la bandeja y le daba un mordisco -dios... cada vez te salen más ricas, amor.

Desde que estaban juntos, los días de lluvia habían cobrado un significado especial. No sólo les recordaba al día en que se conocieron, sino que siempre les daba una nueva oportunidad para mimarse mutuamente a pesar de la rutina. Las siestas, las tortafritas, las tardes de películas y mates eran sólo una excusa para seguir demostrándose en cada ocasión lo felices que estaban de haberse encontrado y de compartir la vida... juntos.




El día de tormenta me inspiró, espero que les guste (aunque sea súper cortito y simple)


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⏰ Última actualización: Mar 12 ⏰

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Una y mil veces (Cuti x Licha AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora