Capítulo Seis

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Kimi no tenía opciones. Había cometido errores antes, malos, pero este podría haber sido el peor. Había matado lobos en el pasado con su padre y una vez con Max, pero ellos habían estado en su territorio, no él en el de ellos. Y cuando dejaban supervivientes, siempre había sido estratégico, una advertencia a los demás para que no pisaran donde no debían.

Sentado frente a Sebastian, Kimi podía sentir el miedo saliendo del lobo en oleadas. Sebastian estaba asustado, pero no... acobardado.

Contó su historia, aparentemente desesperado por tratar de establecer una conexión con Kimi, en un esfuerzo por salvar la vida. Y Kimi descubrió que no podía matar a Sebastian. No por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, no por ir a su negocio buscando trabajo, y ni siquiera por lo único que Sebastian hizo mal: traer problemas a la puerta de Kimi.

Era culpa de Kimi que las cosas hubieran ido como lo habían hecho. Había tenido todas las oportunidades de alejarse y dejar que los lobos hicieran las cosas a su manera. Había elegido intervenir y creado la posición en la que ahora se encontraba. No podía, no quería, matar a Sebastian, pero tampoco podía simplemente dejarlo ir.

Lo último que Kimi quería o necesitaba era una manada de lobos persiguiéndolo, obligándolo a retirarse a The Cove o sacándolo del negocio. Podía vivir pacíficamente al lado de la mayoría de los lobos, siempre y cuando no supieran lo que era. Y lo único que se interponía entre él y esa posibilidad era Sebastian.

Empacó una bolsa mientras Sebastian se sentaba en silencio en la sala de estar antes de empujar al lobo y meterlo en su auto. Mantuvo un firme agarre en el brazo de Sebastian durante todo el camino hacia abajo en el ascensor, pero el lobo no mostró señales de que fuera a correr.

Sebastian no se resistió cuando Kimi lo empujó dentro del auto, accionando el interruptor para mantener la puerta cerrada desde adentro. Y ni siquiera trató de abrir la puerta mientras Kimi caminaba y se subía al lado del conductor.

Se alejaron en silencio, algo de la tensión en Kimi se alivió una vez que estuvieron en el camino.

-¿A dónde vamos? -La tranquila voz de Sebastian se elevó.

-Sureste.

- ¿Qué hay ahí? -preguntó el lobo con cautela.

-Tu nuevo hogar.

Sebastian se hundió en su asiento y volvió la cabeza hacia la ventana. Kimi se preguntó qué estaba pensando.

-Puedo hacer que alguien vaya a buscar las cosas a tu casa, las empaque y las lleve a la oficina. Eventualmente te lo haremos llegar.

-Sabes, a los lobos no les va tan bien en cautiverio -dijo Sebastian en voz baja-, o aislados de otros lobos por mucho tiempo. Nos volvemos un poco locos después de un tiempo. Las cosas se ponen desastrosas.

-¿OH? -dijo Kimi, preguntándose a dónde iría Sebastian con esa línea de pensamiento.

-Sería más fácil si me rompieras el cuello -señaló el lobo con total naturalidad-. Mejor que las cosas se salgan de control y los humanos resulten heridos en el proceso.

Kimi lo miró antes de centrar su atención en la carretera.

-No estaba planeando encerrarte

-Entonces ¿qué?

-Lo entenderás cuando lleguemos a donde vamos.

Sebastian resopló. -Eso es tranquilizador.

-Lo mejor que puedo hacer ahora.

Volvieron a quedarse en silencio, pero había una nueva capa de tensión entre ellos. Tuvo la sensación de que Sebastian estaba enojado con él, un pensamiento que casi le hizo sonreír.

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