Capítulo Veinticinco

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Kimi llegó al coche justo antes que Jenson, que llevaba a Sebastian al hombro. Cuando dejó al Omega, Sebastian trató de correr. Jenson lo atrapó con facilidad y lo arrojó a los pies de Kimi. Sebastian levantó la vista, lo vio y se arrodilló, inclinándose para tocar el suelo con la cabeza. ¿Un gesto de qué? ¿Sumisión, contrición?

Tiró de Sebastian para ponerlo de pie y en sus brazos, tomándose un breve momento para respirar el olor de Sebastian antes de empujarlo hacia el auto. Jenson ya estaba en el asiento del conductor, arrancando el motor.

Los lobos los rodearon, y Kimi empujó a Sebastian dentro del auto antes de girar, dejando escapar un sonido que era casi un gruñido, pero más profundo, más tonal y completamente inhumano. Los lobos retrocedieron como uno solo, la mayoría hundiéndose en el suelo, con los ojos muy abiertos por el miedo. No dieron ni un paso más, paralizados por la voz de sirena de Kimi. El grito de Jenson hizo que Kimi saltara al auto detrás de Sebastian. Su hermano se alejó tan pronto como estuvo adentro, Kimi cerró la puerta de un portazo mientras aumentaban la velocidad.

Pasaron junto a las caras asustadas de un puñado de lobos cuando Jenson pisó el acelerador, decidido a sacarlos de allí.

Se hizo el silencio dentro del coche hasta que llegaron a la carretera. A su lado, Sebastian estaba acurrucado en el asiento, el blanco de sus ojos sobresaliendo en la oscuridad. La ira de Kimi ardió brillante por un momento, pero ahora no era el momento para una discusión. Sebastian había estado en manos de Alpha Supremo durante horas y no había salido ileso del encuentro.

—Sebastian...

—Lo siento— La disculpa fue susurrada pero clara.

—¿Estás herido?

Podía ver un moretón en la cara de Sebastian, su mejilla hinchada. El Omega negó con la cabeza, suspirando suavemente.

—Me estaban esperando —dijo Sebastian—, habían puesto una cámara en el almacén donde se guardaba la investigación de papá. Sabían que volvería. Tenías razón. Nunca debí haber...

Kimi fue a poner su mano sobre el hombro de Sebastian, pero el Omega se asustó.

—Mira, Sebastian. Sí, estoy enojado. Sí, estoy decepcionado. Hiciste exactamente lo que acordamos que no harías y sucedió lo peor.

—Pero no fue así —dijo Sebastian, metiendo una mano en su bolsillo y sacando algo envuelto en papel—. No podían leer lo que había en las memorias USB.

—No estoy hablando de la información —soltó Kimi, la ira empujando su camino de regreso a la superficie—. Estoy hablando de ti.

—No soy un niño —replicó Sebastian—. Conocía los riesgos.

—Eres mío —dijo Kimi—. ¿No entiendes lo que eso significa? ¿Crees que podría quedarme quieto mientras el Alpha Supremo te reclama como suyo y te ponía las manos encima?

Podía oler el Alpha por todo Sebastian, el olor agravaba el temperamento ya de por sí irritado de Kimi.

—Él no...— Sebastian comenzó a decir.

—¿Qué? ¿No te tocó? Su aroma está sobre ti. Apestas a él.

Sebastian volvió los ojos llenos de pánico hacia él.

—No, Kimi, por favor. Yo no... yo no...

—Kimi —siseó Jenson desde el asiento del conductor—. Él está asustado. Y no estás ayudando.

No se molestó en tratar de responder, distraído por Sebastian volviendo su atención a su propia ropa, rasgándola con dedos frenéticos.

Tomando las manos de Sebastian en las suyas, detuvo los movimientos furiosos del Omega, levantando a Sebastian en su regazo y sosteniéndolo cerca. Colocó una mano en la parte posterior de la cabeza de Sebastian, instando al Omega a enterrar su rostro en el cuello de Kimi.

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