Capitulo 9

343 26 9
                                    

"Detrás de cada gran fortuna, hay un crimen"

•Lucky Luciano

*****

Blake

Mi vida estaba lo perfectamente tranquila.

Lo perfectamente alineada.

Ordenada.

Relajada.

Feliz y contenta.

Tan contenta como lo estuvo mi mujer a primera hora del día, después de haberle dado los buenos días con dos orgasmos a base lengua y polla. Fue un buen comienzo de semana. De no haber tenido a un niño en la habitación de al lado, podría haberla hecho gritar mi nombre antes de que los gallos cantaran.

Khloe estaba feliz. Yo estaba feliz. Mi hijo también, a pesar de que esté sufriendo un poco debido a que sus dientes de leche ya saludaban en sus encías de bebé. Pronto comenzaría a caminar sin la ayuda de nadie, lo cual no me sorprendería dado lo guerrero que era ese niño y como aprendía las cosas tan rápido. Faltaba poco para su primer cumpleaños y, opacando la creciente ansiedad al estar consiente de que estaba creciendo a paso de campeones, la emoción ganaba por mil.

Amaba mi vida.

Hasta que el puto ejército decidió que yo estaba demasiado tranquilo para mí bien y Sanders me mandara a hacer un puto rucking de once putas millas. Con William de compañía. Teniendo más energía que un niño después de haber ingerido azúcar, a pesar de que el hombre estaba cargando con un bolso que pesaba más de treinta y cinco libras. A las ocho de la mañana. Me sorprendía que estuviera tan de buen humor.

La espalda baja me estaba jodiendo.

—Te dije que le metieras una almohada en el fondo, viejo—dice notando mi incomodidad.

—No necesito tus reproches tan temprano—gruño acomodando el gorro tejido en mi cabeza.

Coño, pensaba que al ser padre de familia te pondrías más blando—coloca las manos en su cintura e inclina la cabeza hacia atrás —. Las pesas en mi bolso son más suaves que tú.

—¿Y lo malo?

—Me tratas mal—se queja—. Incluso el lindo Ivar recibe una sonrisa tuya y yo no.

—Ivar es mi hijo. Y a diferencia de ti, no me jode la vida.

—Un niño siempre jode. No me malinterpretes, es una bendición, pero eso de los llantos a cada rato, los cambios de pañales, el vomito blanco y los malos olores no son tan atractivo que digamos.

—Tu no eres atractivo.

—¿Perdón?—se detiene para mirarme ofendido y se señala—. ¿Ves este bronceado? ¿Los tatuajes? ¿El cabello? ¿Los ojos? Hermano, soy considerado un puto latinlover, las mujeres me consideran más que atractivo. Los pañales cagados que cambias todos los días desearían verse como yo.

Ignoro las estupideces que suelta y sigo caminando. Pero, maldita sea, aunque lo intente no puedo reprimir la media sonrisa que se me escapa.

Extrañaba a este payaso.

—Vamos, ¿Qué tiene él que no tenga yo?—insiste retomando el paso.

—Es mi hijo—mantengo la seriedad.

—¿Y que tiene? A él lo conoces desde hace meses. Tu y yo llevamos más de un década, imbécil—lo dice tan ofendido que tengo que pasarme una mano por la boca para evitar reírme, pero él sigue haciendo su drama—. Lo prefieres a el antes que a mi. A mí. Que soy tu compadre. Tu mejor amigo. Al que le pedías condones cuando necesitabas matar un polvo.

Rojo Sangre [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora