Capítulo 9

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Chūya se consideraba a si mismo una persona amable. Era quien se encargaba de orientar a los nuevos en la academia, además que era la clase de persona que ayudaba a las abuelas a cruzar la calle. Pero últimamente estaba más amable y comprensivo de lo habitual.

Ahí estaba Chūya sentado en un auto negro, que por su apariencia no debía de ser barato. Teniendo a Dazai de su lado.

Por más que el más alto negó la ayuda de Chūya, este no lo dejó ir solo. ¿La razón? Dazai tenía la misma expresión de pánico de hace unas horas. Era muy obvio que podría tener un ataque de ansiedad en cualquier momento. Su respiración irregular y el desenfoque de su mirada conseguían que por naturaleza el pelirrojo se preocupase.

— Chu, estás a tiempo de irte a tu casa. Yo estoy bien — Trató de sonreir para confirmar lo dicho, pero solo consiguió formular una mueca.

Chu... Ese apodo que su compañero utilizó únicamente el día en que se conocieron fue pronunciado otra vez, pero en forma de susurro.

El más bajo aún no comprendía a su compañero. Al parecer cada día su humor cambiaba. Unos días era más bromista, otros más callado y en ocasiones especiales solía tener mucha confianza como cuando hablaron por primera vez.

«Cual de todos estos será el verdadero Dazai»

Simplemente era un misterio lo que pasaba por la cabeza del contrario. Un misterio que Chūya no trataría de averiguar, pero entonces por que cada día que comparten horario de lecciones él buscaba la manera de encontrarse con su muy molesto compañero.

"Nunca he visto danza más hermosa"

Oh... Otra vez esas palabras recordandole por que estaba tan interesado en Dazai.

Esa frase tan pequeña como su estatura (aún en crecimiento) podía hacer que su mente se desacomodara. Había olvidado lo lindo que se sentía recibir a halagos en vez de el montón de críticas "constructivas" que le brindaban.

Ciertamente cuando escuchó al castaño decir eso no le creyó. Chūya Nakahara, un patinador que no está a la altura de lo que estuvieron sus padres, un patinador criticado y envuelto en accidentes, con un estilo de patinaje imposible de seguir y complementar. ¿Como podría ser hermosa su danza?

Chūya quería saberlo. Dazai no tenía razón para mentir sobre su comentario. El pelirrojo quería saber que era lo hermoso que Dazai vio.

— Dazai, no sé que pasa, pero tienes que priorizar tu paz mental. Solo respira hondo y prepárate para lo que sea.

¡¿Que se creía él un psicólogo?! Chūya lamentó su intento de consolación cuando vio a Dazai fruncir levemente el ceño. Había sonado muy ridículo con la típica frase de respira hondo.

En cualquier situación normal Dazai se hubiera burlado, pero este estaba preocupado por su hermano. Chūya tampoco tendría ganas de bromear si a Kōyō le pasara algo.

— No, ¿sabes que? Todo saldrá bien solo confía en mis palabras. — dijo alterado tratando de enmendar su error.

El pelirrojo lucía tan preocupado que consiguió sacarle una pequeña sonrisa juguetona al menor.

Tal vez era una forma de burlarse de él.

....

El hospital era muy grande, pero Chūya notó que Dazai lo conocía perfectamente. Eso era algo triste.

No tardaron en llegar frente a una enfermera consciente de la situación actual.

Dazai vió a la mujer con miedo de las noticias que podría darle de su hermano. Como un intento de transmitir fuerzas, Chūya le dio unas palmaditas en el hombro.

— El paciente Atsushi Ogai tuvo una caída durante su rehabilitación. Perdió el conocimiento por un tiempo. — dejando de hablar se quedó mirando la expresión de terror de Dazai.

La enfermera tomó una pausa tan larga para continuar su informe que Chūya estaba seguro de que lo hacía apropósito.

Por suerte interrumpió el suspenso antes de que el pelirrojo tomara medidas.

— El paciente no presentó heridas. En este momento se encuentra estable y consiente. Llamamos a los cuatro números de emergencia que su padre nos dio en caso de accidentes.

— ¿Cuatro? Pero si solo deberían ser tres. — EL castaño había recuperado la calma al saber que su hermano estaba bien.

En ese momento una persona con un abrigo negro se aproximó rápidamente a la enfermera. Se tardó un poco en darse cuenta de la presencia de ambos compañeros.

Al principio Chūya no lo reconoció por el largo abrigo, pero luego se entró que no era ni más ni menos que el mayor de los Akutagawa.

Aunque muchos digan que su mirada es igual de fría que siempre Chūya al conocerlo pudo ver un rastro de incomodidad.

Claro que él no sabía que el pelinegro conociera al hermano de Dazai. Pronto llegó a la conclusión de que habían muchas cosas que no sabía del que autoproclamó su amigo.

— Pero miren quien es... No me digas que eres el cuarto número. No sabía que padre te tenía tanta confianza. — La voz de Dazai no expresaba burla, solo curiosidad.

— ¿Como está Jinko?

Al ver que la enfermera no contestaba Dazai tomó la palabra.

— Él esta bien. En este momento esta consiente. ¿Lo quieres ver?

Akutagawa negó con la cabeza.

— ¿Por qué lo vería? Tampoco es que me importe. — dijo acompañado de una cara de desprecio.

— Si claro... Y por qué estás tan sudado. No me digas que corriste hasta el hospital. — Lo expuso el pelirrojo.

El más bajo conocía el estado económico del azabache y su hermana. Actualmente no tenían dinero ni para pagar un taxi.

— Que hace Chūya-san aquí.

«Haciendo de niñero, supongo»

— Bueno "sin cejas", si tú no lo quieres ver entonces lo haré yo. — Volteandose a su acompañante dijo. — ¿Puedes esperarme? No creo que Atsushi quiera que lo conozcan de esta manera.

El pelirrojo se limitó a asentir mientras Dazai era guiado por la enfermera hacia la hitación de Atsushi.

Chūya pensó que Akutagawa se marcharía, mas no fue el caso. Este último esperó junto al pelirrojo en unas bancas pegadas a la pared del pasillo.

— ¿Y como sigue Gin? — Sacar un tema de conversación era difícil cuando se trataba el azabache.

— Bien.

Como decía, muy difícil. Si quería hablar con él necesitaría formular preguntas que requieran respuestas complejas.

— ¿Desde cuando conoces a la jirafa y a su hermano?

— Aún cuando mis padres vivían... Solía pasar más tiempo en su casa que en la mía. — Suspiró — La madre de Atsushi, la señorita Katsumi, nos ayudaba mucho a mi y a mí hermana. Me gustaría verla de nuevo y agradecerle.

Chūya no esperó que su amigo se abriera tanto, porque sí, obtener una respuesta como esa de parte de Akutagawa era muestra de confianza.

— Que le pasó a ella. — Preguntó con temor del resultado.

— Nadie lo sabe excepto su ex—esposo, el padre de Atsushi. Aunque el finge no saberlo, eso fue lo que Ōgai-san me dijo.

— ¿Ōgai-san? ¿Quien es ese? — Al parecer el azabache conocía a más personas de lo que imaginaba.

El azabache abrió los ojos sorprendido. Iba a decir algo cuando se detuvo. Negó con la cabeza en señal de desaprobación.

— Ya veo dijo para si mismo. — Pregúntale a la jirafa. Él lo conoce muy bien.

El azabache cometió un error al pensar que Ōgai y Chūya eran cercanos. Chūya no tenía idea sobre la familia del castaño o de su verdadero apellido.

Akutagawa lo había olvidado, Osamu Ōgai no tiene amigos.


Sueños CongeladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora