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Azul rey: un buen color para usar.

Mi piel picaba debajo del agua de la regadera que corría sobre mi cuerpo, podía sentir pequeños granos de arena escabullirse de forma incomoda en mi anatomía y perturban la comodidad de mi autonomía.

El problema de las fiestas en la playa radicaba en el echo de que uno siempre terminaba sucio, con un sabor a sal en el paladar, la piel algo quemada y posiblemente ebria.

Era de madrugaba y todos en casa dormían a excepción de mi que me estaba dando una ducha en silencio mientras intentaba reprimir todos los sollozos que se escapan de mis labios contra mi propia mano y mis rodillas tocaban mi frente debido al echo de que me había dejado caer al suelo de baldosas azules.

Los vi, besándose, tocando sus cuerpos, mirándose con profundidad e intimidad y dese ser ellos.

Quise odiarla peor era imposible, quise aborrecerle por atreverse a arrancarme algo que nunca fue mio, por robarme algo que no me pertenecía y por ganar en un juego que jamás empezó y del cual ella no tenía conocimiento.

Llevaba desde pequeña enamorada de Juas, desde niña en donde me obsesione con la idea de encontrar el azul perfecto que a el le gustara porque era su color favorito, pero ahora se entregaba los brazos de otra mujer, de mi mejor amiga.

Salí de la ducha y me vestí con un simple camisón blanco de manta poco atractivo con un pequeño y coqueto listón azul rey atado en forma de moño.

Pero note algo diferente, en la ventana que daba al balcon había una luz prendida, debajo de las cortinas que se balanceaban de un lado a otro por el aire y que me susurraba en un idioma que solo yo entendía y que me pedía que me acercara.

Al asomarme note a aquel joven que e habían presentado y que sus ojos azules me llamaron a conocer cada detalle de su alma, a hacer bailar mis dedos en su cabello castaño y cantar su nombre.

Era un azul distinto a cualquier cosa, quise comprarlo a algo, pero fue una tarea imposible pues ni el cielo, el mar o cualquier otra cosa se asemejaba a esa profundidad, a ese delirio y a esa magia.

-¿Seguirás haciendo preguntas raras?- me cuestiono y yo sonreí bastante sonrojada mientras negaba con la cabeza.

-Disculpa, me gano el sentimiento-

-Lo noté, me llamo Felipe-

-Pipe-

-No, Felipe- hablo él.

De sus dedos colgaba la boquilla de su cerveza a medio tomar, el noto mi miraba porque hizo un movimiento como si me invitara a y tomar un trago.

Me senté en el suelo del balcon y el hizo lo mismo, mirábamos a la nada únicamente separados por los barrotes de metal.

Cruce mis piernas y capte el cantar de los grillos de fondo, cerré mis ojos disfrutando del sonido hasta que su voz me interrumpió.

-Tu pijama esta horrible- dijo el y ambos reímos a la par mientras yo decía que si con la cabeza -Este pueblo parece tener su propio brillo-

-Si, sobre todo esta noche-

Nos miramos, sus ojos azules clavados en los míos de color café y sentí una conexión extraña que nunca había sentido, deseosa de un simple roce.

-¿Por qué te fuiste de la fiesta?- pregunte.

- Porque no había nada interesante-

-¿Qué es interesante para ti?-

El hizo una pausa, miro su cerveza, después el cielo y finalmente m vio a mí.

-No lo sé, quizás esto-

El acerco un poco su mano a mi balcon, con la palma abierta y yo quería hacer lo mismo hasta que escuche mi nombre ser llamado, al voltear vi a mi padre buscándome en la habitación a lo cual yo corrí a él.

-Il sole mio ¿qué haces despierta a esta hora? - me pregunto a lo que yo alce los brazos y me deje sentir cariño por el.

A veces se sentía mal estas cosas, sobre todo los últimos meses pues mis padres y mi abuela me trataban con una cotidianidad cualquiera sin saber que debajo de mi cama entre el polvo, junto a las manchas de humedad y un calcetín perdido descansaba un sobre en planco con mi nombre grabado y que dentro de si guardaba el secreto de mi bienvenida a la universidad de leyes en Milán a la par que en uno de los cajones de mi escritorio blanco con florecitas pintadas por mi se escondía otro sobre, en donde indicaba la fecha para la realización de mi examen de admisión para estudiar artes en Roma.

Ellos me amaban, se notaba y tenían grandes sueños y metas para mí, sueños que me rompían el corazón por el simple echo de que no eran compartidas por mí.

Mi padre salió y al volver a azoarme al balcón encontré no más que soledad.

Holaaaaa.

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𝑬𝒍 𝑨𝒓𝒕𝒆 𝑫𝒆 𝑷𝒊𝒏𝒕𝒂𝒓 𝑻𝒖𝒔 𝑶𝒋𝒐𝒔.  // 𝑭𝒆𝒍𝒊𝒑𝒆 𝑶𝒕𝒂𝒏̃𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora