En el umbral de los cuartos de final, Zee y Nunew, compañeros de equipo en el fútbol, enfrentan tensiones crecientes. Los conflictos y malentendidos culminan con la renuncia de Nunew. ¿Podrá el equipo superar los cuartos de final, llegar al campeona...
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La tarde se presentaba con un clima incierto. Aún restaba una hora para su esperada cita y la elección del atuendo perfecto seguía siendo una tarea pendiente. Se debatía entre un estilo elegante, casual o quizás algo más atrevido.
La habitación de Nunew reflejaba el caos de su indecisión, con varias opciones de vestuario descartadas.
Finalmente, optó por la comodidad y la sencillez: unos jeans básicos y un polo de manga larga ajustado, acompañado de un suéter azul. Solo restaba que se arreglara el pelo y colocara algunos accesorios antes de dejar su apartamento para ir al encuentro con Zee. Pero por más que tuviera la ilusión de compartir un momento feliz con el otro chico, tenía miedo de que no fuera una buena tarde.
—¿Debería salir ya? —mencionó para sí mismo al mirarse al espejo y notar que el reloj marcaba las 4.15 pm. — ¡Todo estará bien! —se dijo, tratando de infundirse valor.
Se arregló el pelo una última vez y se colocó un par de pendientes sencillos. Al salir a la calle con su bolso en el hombro, el clima incierto parecía haberse decidido por una ligera llovizna, que lo llevó a alzar el rostro al cielo gris, sintiendo las primeras gotas de lluvia caer en su piel.
A pesar de eso, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, pues la lluvia no siempre era mala, en algunas ocasiones era divertido jugar bajo ella. Así que, decidido finalmente, comenzó a dirigirse al lugar en el que lo habían citado.
Después de todo, no todos los días se tiene la oportunidad de conocer otra faceta de Zee.
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4:45 pm.
—¿Y si no llega? —soltó nervioso Zee, mirando su reloj y notando que faltaban 15 minutos.
Comenzaba a ponerse nervioso, así que luego de 5 minutos caminando frente a la cafetería con un paraguas en mano, terminó por hincarse a mirar cómo se formaba un pequeño riachuelo en el piso.
Eso hasta que luego de unos minutos escuchó los trotes de alguien acercándose y levantando un poco su paraguas notó que se trataba de su cita, quien le sonrió y lo saludó tranquilo como si no estuviera empapado.