18. Busca y Encuentra

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Gracias a los jalones de Daniel, me tocó dejar mi cartera en el suelo y avanzar corriendo junto a ellos. Apenas pensé en su respuesta, ¿cómo que Pennywise?

Marc volteó para ver atrás de mí. Una mezcla de confusión, sorpresa y susto pasaron por sus ojos. Imité el gesto, curiosa. Y la curiosidad mató al gato.

–¡Hijos de su puta madre, vengan aquí!– Gritó un hombre maquillado en blanco y con pintura roja haciéndole sobra en los ojos con la peluca anaranjada en la mano y un traje más que incómodo corriendo tras nosotros.

¿Qué pasó?

Mi corazón se aceleró, como si correr no me hubiera provocado un aumento suficiente en el pulso. De verdad me asustó la imagen de ese hombre atrás mío. Justo cuando creía que superé la escena del barco en la película, este hombre se aparece persiguiéndonos.

Continuamos corriendo durante metros hasta un barandal de metal que marcaba la salida a la carretera. Marc, Carlos y Dean lo pasaron con facilidad. A Evan le costó más, pero también lo hizo rápido.

–Yo no puedo– les dije llegando hasta ahí. El barandal me llegaba en las costillas, apenas encima del abdomen y jamás había saltado uno.

Los chicos se detuvieron un momento para verme. Ví a Marc con la intención de acercarse, pero Josué me lo tapó al instante.

–¡Claro que puedes!– Exclamó Daniel–. ¡Josué!

Sentí mis pies elevarse. Solté un chillido del susto. Josué pasó sus brazos abajo de mis axilas en lo que Daniel elevaba mis piernas, que lucharon por patearlo, y las pasaba a través del barandal, maltratando mi barriga aferrada al metal en el proceso. Jamás había agradecido tanto llevar shorts en vez de falda o vestido como en ese momento.

–¿Qué hacen?– Preguntó la voz extrañada de Marc en el momento que mis piernas cayeron al otro lado del barandal. Recordé sus palabras de hace pocos minutos.

«Con el grupo que tenemos, queda difícil que el plan sea tranquilo.» No podía darle más la razón.

Igual y el payaso espantó al que fuera mi ángel de la guarda en ese momento. Me dejó desamparada con seis idiotas.

Daniel intentó cruzar adelantando una pierna, pero no lo pensó tan bien entre los nervios. Sentí su dolor cuando lo ví volverse rojo y mirar en dirección a su entrepierna, pero una mirada al payaso que nos perseguía le hizo ignorarlo y nos puso a correr otra vez, pero hacia la carretera.

El miedo me paralizó en un momento cuando un camión se acercó a mí. Me ví muerta, enterrada y cremada.

–¡No se quede estática a mitad de calle!– Exclamó Evan jalandome. Me salvó la vida por veinte centímetros–. ¡Así la matan!

Tomé nota de su consejo. Aunque si no nos hubiera perseguidi un payaso hubiera tenido la oportunidad de mirar ambos lados.

El sonido de las llantas y las bocinas de los carros no impidieron que sigamos avanzando de manera muy irresponsable para nuestra seguridad y la de los conductores. Carlos llegó a chocar con uno, si el carro avanzaba más quizá no la contaba, pero no paró de correr. Llegamos hasta una zona verde llena de árboles y césped en ciertas partes, yo fui la última, y me tropecé y caí de boca en el piso de piedra.

Una Vez Más - BelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora