Geor vino a la hora de comer, y trajo comida china.
-¡Hola, ______! ¿Qué tal por aquí? ¿Te has apañado bien? -saludó dándome un abrazo.
-Sí -contesté distraidamente.
Había estado toda la mañana dándole vueltas al tema de ese tal Mario Casas que se había metido tan impactantemente en mi vida. Había leído mil veces el texto de la nota, y había estado dos horas sentada frente a la ventana por si le veía pasar con su moto.
Pero, ahí, lo único que pasaba era el tiempo.
-Georgia -dije-. ¿Conoces a un tal Mario Casas?
-Claro que le conozco, ¿por?
No me lo esperaba en absoluto. En realidad lo preguntaba como introducción a lo que le iba a contar, pero no me esperaba para nada que le conociera realmente.
-¿Que le conoces? ¿En serio?
-Que sí, ______. ¿Qué pasa con él? Escúchame, no deberías juntarte con él, ¿de acuerdo?
-¿Qué? Pero es que le conocí ayer y esta mañana ha estado en casa. De hecho, me ha regalado una rosa...
-¿Cómo dices? ¿Que ese loco ha entrado en nuestra casa? ¿Que te ha dado una rosa? Mira, _______, es muy peligroso que te juntes con esa gente.
-¿Gente? ¿De qué gente hablas? -pregunté, sin saber a dónde estaba yendo la conversación.
-Me voy a echar la siesta -cortó la conversación Geor levantándose.
-Pero si ni siquiera has tocado tu comida...
-No tengo hambre -subió enfadada las escaleras.
No sabía a qué había venido todo esto, pero provocó un gran enfado en mi nueva compañera de piso y tuve que comer yo sola. ¿A qué gente se refería? ¿Moteros? ¿Chicos que están buenos? Vete tú a saber.
Recogí los platos sucios y se me calló un tallarín al suelo, por lo que me agaché sin miramiento alguno a recogerlo, ya que estaba en mi casa.
Ten cuidado, reina, que no llevas sujetador.
Me crucé de brazos como ya había hecho esa misma mañana de nuevo. Sabía que esa voz había sonado en mi cabeza, y que no era real. Pero, aún así, como una tonta, pregunté en un susurro para que no se enterara Georgia:
-¿Mario?
¿Mario Casas?
-¿Qué dices ahora? ¡Estás fatal!
Deberías hacer caso a Georgia y no juntarte conmigo. No soy una buena influencia.
-¡Pero si eres tú quien me ha acosado desde que me conoció!
Ah, eso es mentira, reina. Te acosaba incluso antes de conocerte, así que no me juzgues de esa manera.
-¿Qué significa eso? ¡Demente!
Pero no volví a oír la voz en mi cabeza. Barrí la cocina y subí a mi habitación. Desde que había colgado la nota en la pared y puesto la rosa en un jarrón con agua, había un ambiente extraño en la habitación. Era como muy misterioso, e incluso asfixiante.
Pero la nota aún conservaba el olor de Mario, como a césped recién cortado y canela. Era un olor extraño, pero podría pasarme horas disfrutándolo.
Después de unos minutos de ensimismamiento, me dirigí hacia la ventana. Asomé la cabeza -no me llaméis obsesa, por favor- y al ver que no había nadie, cerré la ventana y bajé la persiana para cambiarme.
Me puse elegante, unos vaqueros largos blancos y una camisa sin mangas azul marino, con un collar dorado.
Me pinté la raya y me eché el rimel. Me puse los labios rojos y, sin peinarme, cogí las llaves y salí de casa.
Una vez en la calle, me dirigí hacia las calles más comerciales que estaban cerca de mi nuevo apartamento, donde probablemente podría encontrar trabajo para poder pagar el apartamento junto con Geor.
Probé suerte en algunos restaurantes, pero me dijeron simplemente ya te llamaremos, por lo que me lo tomé como un no.
Iba en camino a un Burger King cuando alguien silbó a mi espalda. No me inmuté, ya que sabía que a mí no me silbaban por la calle, ya que no era lo suficientemente guapa. Volvieron a silbar, y apreté el paso.
-¡Eh, reina! -gritó una voz conocida.
Me giré y allí estaba Mario, a 20 metros de distancia. Llevaba unas gafas de sol y una camiseta negra de tirantes; estaba tan guapo que cortaba la respiración.
-¿Qué quieres? -conseguí decir.
Aparcó la moto tranquilamente y se acercó hacia donde estaba yo.
-Buenas tardes, ______. ¿No me vas a dar un beso ni nada? -preguntó descaradamente.
-¿Por qué debería hacerlo? Me tocaste el culo, me espiaste por la noche, te colaste en mi casa, ahora me silbas y me gritas como un perro... ¿es esa tu manera de ligar? -pregunté intentando picarle.
-¿Qué te hace pensar que quiero ligar contigo? -me dejó boquiabierta. Cualquier cosa que dijera me iba a hacer quedar mal. Él soltó una carcajada-. Te crees tan guapa que piensas que todos los tíos buenos como yo estamos deseando acostarnos contigo. Pelirroja prepotente.
-¡Aquí el único prepotente eres tú! ¡Aléjate de mi vida! -grité con las mejillas encendidas, como de costumbre.
-¿Ahora no me vas a llamar demente?
-No, pero voy a llamar a la policía si no me dejas en paz.
-Está bien, llama.
Y me tendió su móvil para que marcara el número de la policía. Lo cogí de mala hostia pero no me atreví a marcar, por lo que me quedé como una idiota con el móvil en la mano.
-¿No te atreves a llamar o qué? -preguntó socarronamente.
-Vete a la mierda -le lancé el movil a la cara, y lo atrapó con unos reflejos increíbles.
-Prefiero estar contigo, ______ -se quitó las gafas y dejó al descubierto unos ojos rojos, brillantes y oscuros. Rojos como la sangre.
Se me erizó el vello de la nuca y mi ritmo cardíaco comenzó a acelerarse. Estaba a punto de desmayarme. Mario no tenía ni pupila ni iris. Tenía todo el ojo, todo el globo ocular, rojo sangre.
-¿Q-qué te ha pasado en los ojos? -conseguí preguntar mientras me caía una gota de sudor por la espalda.
-Lo que yo pensaba -murmuró para sí mismo.
Dicho esto, me guiñó uno de sus espeluznantes ojos, arrancó su moto y se fue a una velocidad peligrosamente increíble.
Yo tuve que apoyarme en un banco para no caerme. Me estaba volviendo loca.
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Vampiros a medianoche [Mario Casas y tú] ©
Vampire________ es una leyenda, pero ella no lo sabe. Su deber, establecer la paz entre los vampiros y los hombres lobo, parece cada vez más complicado. Se ha criado fuera del mundo al que realmente pertenece, pero se irá adentrando poco a poco al enamorar...