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- ¿Estás seguro que son ellos?. -, el alemán preguntó en su idioma, mirando a su pareja de reojo mientras este acariciaba a los bebés en sus brazos con mucho cariño.

Pudo ver cómo el pelirrojo procuraba que ambos bebés estuvieran cómodos mientras dormían, era irónico verlo tan suave con ellos, cuando estaba con sangre salpicada en su ropa y rostro, a demás de qué, hace minutos atrás, había ordenado asesinar a un cachorro inocente sin vacilar.

Hanuel, miró a su pareja, soltó una risita divertida y asintió.- Son ellos, no sólo huelen a mi hermano, son iguales a él.

El pecoso, miró hacia los asientos traseros con su hermano inconsciente sobre estos. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había visto, estaba más alto, flaco y parecía demacrado, sin embargo, seguía oliendo como cuando era pequeño: como su hogar.

Ese cómodo lugar, el cuál refugiarse cuando se sentía mal.

Pues, Shuuji siempre había sido su lugar seguro, incluso más que los brazos de su madre biológica.

Nunca había entendido porqué un día, simplemente se marchó. En ese entonces era pequeño, no se acordaba bien, pero a sus cálculos, tenía siete para ocho años. Ese lugar seguro se había ido y él jamás entendió porqué razón.

En ese momento lloró por días enteros, no se acuerda mucho, pero fue por mucho tiempo, incluso su papá, trató de consolarlo y su madre por primera vez, jugó con él y le dió atención, esa mínima atención que nunca recibió de ella, pero no era lo mismo.

Nada era lo mismo...

No era lo mismo estar con ellos que estar con, Shuuji.

Su pequeño yo de ese momento, solo quería a alguien y ese alguien era, Shuuji: su hermano mayor.

Alguien cálido, divertido y protector, mal hablador (pues decía muchas groserías), a veces tonto, pero siempre le sacaba una sonrisa o le enseñaba cosas nuevas.

Lo que más añoraba de ese entonces, es cuando lo sacaba en su motocicleta a pasar por la ciudad, le contaba cosas que hacía y le hablaba de las peleas que había tenido y había ganado, también solía exagerar, solamente para sacarle risas, eran momentos muy lindos y divertidos.

Lo único malo de su hermano mayor, era el aroma a tabaco que siempre lo acompañaba, su aroma tan cálido y dulce, era opacado por el olor a humo del tabaco.

Siempre solía decirle que no fumara, Shuuji, no lo hacía, al menos no cuando él estaba presente, pero sabía que a espaldas, daba calada tras calada de ese pequeño tubo lleno de hierbas seca.

También, a veces parecía bajonado y preocupado, no le gustaba cuando lo escuchaba llorar en silencio en su habitación por días siempre antes de dormir por alguien, alguien que hasta el día de hoy, jamás supo de quién se trataba.

Pese a todo eso.

Ante sus ojos, siempre fue un ser genial y cálido, alguien a quién quiso mucho y sabía que el sentimiento era mutuo.

Mucha gente podía opinar y decir que Shuuji, era un mala influencia, pero nadie lo conocía realmente, nadie lo conocía como su hermano.

Así que Hanuel, nunca tomó las opiniones de nadie de forma seria o con relevancia, más bien, pasaba de ellas porque sabía la verdad sobre, Shuuji.