𝐒𝐄𝐗 𝐒𝐄𝐒𝐒𝐈𝐎𝐍

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Pues sí.

Ya habían pasado exactamente los siete días que debían pasar para que iniciara la siguiente sesión. Jennie había tomado una decisión. Si bien había sido una decisión ligera, significaba mucho para ella ahora. ¿Iba a disfrutarlo? Todo pronosticaba que sí. Todo se iba a poner en su lugar como tenía que hacerse desde el principio. Ella estaba sentada en su escritorio como de costumbre, su café en mano, de espalda a la puerta.

Mientras contemplaba la pantalla de su computadora, su mente divagaba, repasando cada detalle de la semana pasada. Había llegado el momento de dejar de lado las dudas y avanzar con firmeza hacia el futuro. Jennie sabía que esta sesión no era solo una más; era el comienzo de algo nuevo y significativo. Las lecciones aprendidas, las noches en vela meditando cada pequeño aspecto y la ansiedad que a veces la abrumaba, todo confluía en este momento.

Se giró ligeramente, mirando por la ventana. Afuera, el sol brillaba con una intensidad que parecía reflejar su renovada determinación. Los árboles se mecían suavemente con el viento, y el bullicio de la ciudad se filtraba a través del cristal, recordándole que el mundo seguía girando. Pero para Jennie, el tiempo parecía haberse detenido por un instante, como si el universo mismo estuviera conteniendo el aliento.

Sus dedos tamborileaban suavemente en el borde de su taza de café, un gesto casi inconsciente que delataba su mezcla de nerviosismo y emoción. Había estado esperando este momento, preparándose meticulosamente para él. Ahora, todo lo que quedaba era confiar en sí misma y en el camino que había elegido.

Respiró hondo, apagó cualquier rastro de incertidumbre de su mente y se preparó para lo que estaba por venir. Estaba lista para enfrentar su miedo, segura de que, esta vez, todo se pondría en su lugar como tenía que ser desde el principio.

Y realmente las cosas se mantuvieron en su lugar por un momento. Lisa y Rosé llegaron a su oficina. Todo parecía estar en su lugar, incluso la actitud de las dos mujeres. Jennie notó cómo Rosé le daba una mirada extraña a la pelinegra y esta asintió. No había empezado todavía, apenas estaban sentadas esperando.

Pero quienes se llevaron la verdadera sorpresa fueron ellas dos, mientras la doctora Kim se ponía de pie y buscaba unos documentos.

Jennie observaba con interés profesional, notando la tensión palpable en el aire. Aunque Lisa y Rosé mantenían la compostura, había algo en sus miradas y posturas que delataban extrañez.

La doctora Kim, ajena a las miradas furtivas y a las emociones contenidas de sus pacientes, se levantó con su habitual elegancia y caminó hacia su escritorio. Al hacerlo, su vestido se movió suavemente, revelando una vez más la delicada tela translúcida que dejaba entrever su ropa interior. Esas dos contuvieron el aliento, cada una por sus propias razones.

Lisa sintió su corazón latir con fuerza cuando la doctora Kim les dio la espalda y pudo dilucidar que debajo de su vestido algo... delgado se podía ver: la tanga negra que traía. Su mente se fue muy, muy lejos con esa vista.

Intentó mantener la compostura, pero la imagen se grabó en su mente con una nitidez que la hacía sentir sus pantalones muy incómodos. El poco profesionalismo y la distancia que siempre había mantenido con su terapeuta se desmoronaron en un instante, dejándola vulnerable y confusa.

Rosé también se encontraba luchando con sus propios sentimientos. El daño colateral que sintió cuando le vio los pezones a través del vestido translúcido fue devastador. Esa mujer la iba a volver loca.

Si es que ya no lo estaba.

Jennie ni se inmutó ante las reacciones de las mujeres y comenzó la terapia. Les dio una retrospectiva de las cosas que tenían que dejar de lado, las cosas que deberían comenzar a hacer para desviar su atención y controlar más sus impulsos sexuales. Vamos, era una terapia normal, con ella haciendo su trabajo y las mujeres haciéndole sugerencias sexuales.

ADICCTS - JENLICHAENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora