Capítulo 5

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Mia

Las tardes en el comité no resultaron ser tan terribles como tenía pensado, en realidad terminaron siendo bastante interesantes. Y ya podía decir aquello después de tres sesiones, lo que ya dice mucho de la situación.

Esa mañana saqué a pasear a Ace como todas las mañanas desde que mi madre me castigó, escapando por el jardín trasero. Aunque no resultó tan sencillo como los otros días, en especial porque Jessica me atrapó en la movida.

—¿Qué haces?—me preguntó causando que diera un respingo del susto.

—¡Dios mío!—chillé, asustada—¿De dónde demonios saliste?

Ella me miró con el ceño fruncido, llevaba puesta una bata de baño y debajo un traje empapado que la hacía lucir mucho más la figura que antes.

—¿Te estabas escapando?—cuestionó, ignorándome.

—No, me fascina la idea de rodear la casa completa para salir a la calle—respondí en sarcasmo.

—Mira, ya me harté de que me trates como tarada—advirtió—Si vas a vivir en mi casa vas a tener que empezar a respetarme ¿entendiste, imbécil?

—Amanecimos bravas, eh—bromeé.

—Si no quieres que vaya y le diga a Bianca vas a tener que empezar a hacerme caso—me ignoró completamente.

—Pues vale, no me queda de otra ¿no?—me encogí de hombros—¿Qué es lo que quieres? Te advierto que mi cuenta bancaria está más vacía que tu cerebro.

—Te has estado hablando mucho con mi novio, ¿no crees?—preguntó, ignorando mi comentario.

—¿Cuál novio? ¿Tienes novio?—inquirí y eso pareció hacerle hervir la sangre.

—Mira, no se me hace justo que le estés dando ilusiones cuando sabes bien que estás coqueteando con Nate—me dijo, irritada.

—¿Ilusiones? ¿Pues de qué hablas si solo hemos hablado una vez?

—Nate me ha contado de los mensajitos que se han estado enviando desde la fiesta, no te hagas imbécil.

—Hasta dónde yo sé esos asuntos no son tu problema, si tu...—me callé, tratando de encontrar las palabras correctas—Lo que sea que tengas con el vecino, no está funcionando ya no es asunto mío.

—Yo lo quiero, Mia, en serio—murmuró—No quiero que vengas a invadir eso también.

—¿Qué?

—Sabes a qué me refiero.

Dicho eso entró a la casa de nuevo, me quedé pasmada por un segundo pero decidí moverme de ahí. Cuando salí de la casa no pude dejar de pensar en lo que dijo, no creí que tuviera sentimientos hasta ese momento y debo admitir que fue bastante extraño.

No pude sentirme mal por mucho tiempo porque a Ace se le dio por echarse a correr hasta el otro extremo.

—¡Ace! ¡Vuelve aquí!—grité.

Se detuvo y me volteó a ver, me mostró su lengua, movió su cola efusivamente y volvió a echarse a correr. Maldita sea. Corrí tras ella como una estúpida, no corrió tan lejos pero aún así logró que se me fuera el aire.

—¿Qué te ocurre? ¿Qué no ves que tu dueña no tiene condición?—chisté, acariciándola.

Me hinqué para poder acariciarla mejor, no fue sino hasta ese momento en el que me percaté de dónde estaba. Habíamos llegado a la casa en la que vi al castaño entrar aquella vez, pero no fue ese recuerdo el que me hizo saber que era su casa, en realidad fueron las voces que escuché desde atrás.

A pesar del tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora