Era una calurosa noche de verano y Ángela como todos los días llegaba del trabajo agotada, al entrar en casa la esperaban sus dos hijos Clara y Aarón.Clara era una preciosa niña de seis años de edad, pelo castaño y unos profundos ojos negros, con un inusual brillo que para nadie pasaba desapercibido, eran sus ojos tan profundos, que su madre podía pasarse horas escuchando a su hija hablar mientras miraba cómo sus ojos centelleaban al unísono de las palabras de la niña.
Aaron por su parte era un niñito travieso de dos años, tenía el pelo de un castaño intenso y sus ojos eran dos enormes lagos de aguas grises, su carita denotaba picardía y su sonrisa derretía a quien lo mirase.
Al entrar en casa y ver a sus hijos, Ángela se sentía segura, feliz y alejada de tantos quebraderos de cabeza de su agobiante trabajo.
-¿Que hacéis aún despiertos?- preguntó la madre a los dos niños que se agarraban a su pantalón saltando y compitiendo el uno contra el otro por la atención de su madre.
-Llevo un rato intentando mandarlos a la cama, pero con estos dos no hay manera... - La voz venía del salón de la casa y era Carlos el marido de Ángela, éste era un hombre fuerte, de mediana estatura de ojos verdes claros y pelo castaño con sutiles matices dorados.- ¿Cómo has llegado tan tarde?
- Lo de siempre- contestó Ángela, que apenas podía escuchar a su marido con los gritos de los niños, que contaban a su madre las aventuras del día.
Después de ducharse y cenar Ángela se disponía a irse a dormir, los niños por fin se habían dormido y había sido un día tan largo que sólo pensaba en cerrar los ojos.
Mientras subía la escalera que conducía al piso superior donde estaban las habitaciones, escuchó la voz de su hija que la llamaba tímidamente desde su cuarto.
-Mami, mami- Ángela suspiró, no podía creerse que la niña se hubiese despertado y desde luego no podía imaginar cuál era la razón, ¿acaso tendría sed? pensaba en ir directamente a por un vaso de agua cuando la niña volvió a llamarla.
-mami ¿puedes venir?
- si cariño ¿Qué pasa?- contestó Ángela subiendo las escaleras de nuevo y olvidando el vaso de agua ante la insistencia de su hija.
-Mami, no puedo dormir porque unas cosa blancas están volando por mi habitación- la cara de la niña al decir estas palabras era más de asombro que de miedo, pero sin duda la pequeña se sentía inquieta y algo perpleja por lo que según ella acababa de ver.
Ángela por su parte sin saber muy bien a lo que su hija se refería con cosas blancas y ante la inquietud de la niña, se apresuró a buscar a su parecer la respuesta más lógica que le vino a la cabeza.
- ¿Cosas blancas?, seguro que se trata de los reflejos de los faros de los coches al pasar por la calle- contestó Ángela con voz tranquilizadora- cuando la luz pasa a través de los agujeritos de la persiana se reflejan en el techo y se van moviendo a medida que se alejan los autos.
En ese momento pasó un coche y en el techo de su habitación se pudo ver unos reflejos brillantes que se movían a gran velocidad por la habitación de la niña, ambas se quedaron mirándolas y Angela se sintió aliviada de que su explicación hubiera quedado demostrada de una manera tan convincente.
-Ya- contestó Clara, pero en su voz y en su cara se podía ver que la explicación que su madre le había dado, no era a su entender la que ella esperaba, aún así la niña fingió estar más tranquila y tras dar a su madre un beso de buenas noches se dispuso a dormir.
Angela por su parte sin dar demasiada importancia a lo que había pasado entró en su habitación y contó a Carlos lo sucedido momentos antes con su hija Clara.
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HELENA#PGP2024
HorrorÁngela era una mujer normal, la vida con su marido y sus dos hijos era rutinaria hasta que su hija Clara de seis años le cuenta una serie de extraños sucesos que para Ángela no son más que la prueba de una desbordante imaginación propia de una...