Ángela había comprado la cuna por internet, esta era una cuna de hierro forjado y en ella no había ni una sola soldadura sino que todas las uniones del hierro eran remaches lo cual indicaba que la cuna debía ser bastante antigua. Estaba pintada de blanco, pero tenía tantas capas de pintura que era imposible adivinar el color original.
Ángela quedó prendada la primera vez que la vio. Estaba ojeando una web de antigüedades sólo por echar un vistazo cuando de repente apareció ante sus ojos, no sabía el porqué pero esa cuna debía de ser suya, la restauraría y quedaría preciosa en la habitación de Clara, ya que podría plegar uno de los laterales y quedaría un banco balancín precioso.
Al principio pensó que no podría comprarla pues una cuna de esas características debía de ser cara, pero al ver el precio se quedó asombrada, era muy asequible sobre todo teniendo en cuenta que otras cunas similares costaban el triple.
Tras intercambiar algunos correos electrónicos con la dueña, esta la compró.
Cuando la cuna llegó a casa esta venía embalada en una gran caja, y lo primero que pensó Ángela al recoger el paquete es que este pesaba mucho. La desenvolvió y al verla quedó prendada, estaba muy sucia cubierta de polvo y la suciedad incrustada en la pintura reflejaba que llevaba años sin limpiarse.
Ángela no entendía como la propietaria la había mandado en tal estado, pero sin darle mayor importancia a la suciedad de la cuna se dispuso a desplegarla con la ayuda de Carlos. Cogió un cubo de agua caliente y jabón y con mucha paciencia la limpió lo mejor que pudo.
La cuna pasó varios días en el salón de Ángela y durante este tiempo mientras estuvo allí no pudo dejar de mirarla ni un solo instante, la fascinaba, había algo en ella que la cautivaba y a veces, mientras la familia veía la televisión Ángela ignoraba la programación y fijaba sus ojos en esa cuna, simplemente le encantaba y le gustaba pasar tiempo imaginándola de diferentes colores y decidiendo cuál de ellos sería el más apropiado para ella.
Pasaron los días y Carlos decidió que hasta que no hubiera dinero para restaurarla como se merecía, la guardarían en el hueco de la escalera para que no ocupara espacio en el salón. Carlos también se había fijado en que Aarón se quedaba embobado mirándola y que a veces señalaba hacia ella y se ponía a llorar como si en ella hubiera algo que nadie más podía ver.
La cuna fue guardada y olvidada.
-Voy a deshacerme de ella, no puede seguir en casa-en la voz de Carlos se adivinaba el dilema que sentía al querer deshacerse de la cuna, pues sabía bien que a Angela le encantaba y dudaba que estuvieran de acuerdo en perderla de vista.
-Los problemas hay que afrontarlos-la mirada de Ángela parecía perdida-quiero saber lo que pasa y por qué.
-¿No te da miedo?¿Acaso no es mejor tirar esa dichosa cuna y olvidarlo todo?
Carlos no entendía cómo su mujer quería seguir teniendo ese maldito objeto bajo el mismo techo que sus hijos, él pensaba que cuando desapareciera, todos sus problemas se acabarían, al igual que se acabaría el intenso miedo que sentía cada vez que salía de su habitación y miraba hacia el cuarto de Clara, pensando que allí podría haber algo.
-Sí, me da miedo, mucho miedo, pero no pienso deshacerme de la cuna , puedes llevarla a la casa de la sierra de tus padres, allí no vive nadie. Esas cosas han estado molestando a Clara y quiero saber porqué, si quisieran hacernos daño ya lo habrían hecho, he visto lo que pueden hacer-Ángela estaba pensando en los arañazos que había visto en el brazo de Martín- además, esto se ha convertido en algo personal. Voy a averiguar que pasa.
-Me parece bien, así estaremos lejos de esa cosa y al mismo tiempo seguir investigando.
Los días pasaban y todo parecía estar más tranquilo, hacía casi un mes del incidente de los golpes de la puerta en la habitación de Clara.
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HELENA#PGP2024
TerrorÁngela era una mujer normal, la vida con su marido y sus dos hijos era rutinaria hasta que su hija Clara de seis años le cuenta una serie de extraños sucesos que para Ángela no son más que la prueba de una desbordante imaginación propia de una...