Incertidumbre II

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Había pasado ya una semana desde que los niños no estaban en casa, Ángela lo llevaba bastante mal y Carlos al estar acostumbrado a pasar más tiempo con ellos no lo estaba pasando mejor. Ambos llamaban todos los días a sus hijos y ellos le contaban lo bien que se lo pasaban ayudando a su abuelo en el huerto y jugando con los perros de la familia, un labrador llamado zarpas y un mestizo con mucho pelo llamado cooquie.

Los días en el trabajo pasaban como siempre y Ángela estaba muy contenta porque en una semana estaría con sus hijos de vacaciones, cosa que le hacía mucha falta pues últimamente notaba las piernas muy cansadas, sentía como un punzante hormigueo las recorría de arriba a bajo, cosa extraña teniendo en cuenta que ella nunca había tenido problemas de circulación y carecía de varices, se dijo así misma que si no sentía mejora después de las vacaciones acudiría al médico para ver cuál podría ser el problema.

Eran casi las diez de la noche cuando Ángela llegó a casa, estuvo hablando con su marido un rato hasta que se acordó que la ropa que había puesto a secar por la mañana estaría aún en la secadora, había olvidado decirle a Carlos que la sacara y ahora toda la ropa estaría arrugada.

Después de doblar la ropa la dejó en un barreño con la intención de plancharla al día siguiente y cuando se disponía a subirlo al cuarto de la plancha Carlos la interrumpió diciendo.

-¡ Ha, se me olvidaba! A Clara se le ha caído un diente y tu hermano nos ha mandado esta foto por MMS.

- ¿A ver?- impaciente por ver la foto de la niña Ángela dejó el barreño de la ropa en un sillón y se sentó al lado de Carlos que estaba sentado en otro cómodamente.

Clara estaba muy graciosa, los dos comentaban lo guapa que estaba la niña, cuando de repente, escucharon un fuerte golpe y al levantar la vista del móvil vieron como el barreño que Ángela había dejado en el otro sofá salió volando, cayendo en frente de ellos produciendo un ensordecedor sonido cuando este llegó al suelo. Las ropa quedó esparcida por todo el suelo y aunque al principio los dos se asustaron, al ver Carlos el barreño en el suelo dijo enseguida.

- Ha sido que no lo has puesto bien, nos hemos llevado un buen susto, pero no empieces a pensar cosas raras, porque no tiene nada de paranormal lo distraída que eres ¿vale?- Carlos pensaba que Ángela siempre había sido algo distraída y con el entusiasmo de querer ver la foto, lo más seguro es que hubiese dejado el barreño justo en el filo del sofá, haciendo que este con el peso de la ropa se cayera al suelo dándoles un buen susto.

-¿Pero qué dices? yo no soy despistada, lo he dejado bien - le molestaba escuchar de la boca de su marido la triste verdad, pues en el fondo ella sabía que era más despistada incluso de lo que creía su marido, aunque ella se esforzara en no aparentarlo.

-Sí claro, habrá sido entonces la mujer blanca ¿no?- Carlos intentaba ser gracioso, pero esto último que dijo, a Ángela no le pareció nada divertido.

-No digas eso, vale, ha sido culpa mía, la verdad es que ni sé cómo lo he dejado, así que seguramente tengas razón- y aunque era verdad que no recordaba si lo había dejado en el filo o no, no entendía cómo salió despedido con tanta fuerza, ni porque se escuchó un golpe antes de que el barreño tocara el suelo, como si alguien lo hubiera golpeado-¡ha! Por cierto, si mañana te acuerdas tráeme de la farmacia alguna crema para las piernas, me siguen hormigueando, ¿vale?

-Lo mejor para eso es ponerlas en alto- los ojos de Carlos brillaron al decir esto y en su cara una sonrisa picarona hizo adivinar a Ángela las intenciones de su marido.

A la mañana siguiente Ángela llegó al trabajo temprano, estaba empujando un carrito de alimentos que sacaba del congelador cuando de frente vio a Miriam, una compañera que había regresado ya de sus vacaciones.

HELENA#PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora