T R E N T U N O

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-Quiero ir contigo.

Tan solo aquellas tres palabras bastaron para que la completa felicidad arribara placenteramente al alfa, cuyas facciones se iluminaron con notabilidad luego de que aquella enorme y maravillosa sonrisa decorara con encanto su rostro.

Mierda, no podía estar más feliz. Su bebé, su omega, su San, su todo lo acompañaría. Ya no se apartaría del amor de su vida, ya no habría sufrimiento que atravesar, ya no habría alma gemela que extrañar. San iría con él a Norteamérica. ¡Iría con él!

Quería gritar, llorar, saltar de la pura alegría que había consumido su ser. ¡Mierda! Era todo un sueño cumplido, un milagro caído del cielo. No lo podía creer. Sentía que explotaría de la emoción en cualquier segundo.

Y estornudó.

-Joder -murmuró, luego de sorber los mocos que parecían no querer dejarlo en paz. Ni siquiera pañuelos tenía.
Su rostro se contrajo en una mueca de asco cuando sintió toda la mucosidad estancada en su garganta. Tenía tantas ganas de escupir en aquel preciso momento. Y, por muy asqueroso que fuera, no se privó de hacerlo en cuando bajó la ventanilla del auto. Después de todo, tenía que ingresar la clave para abrir la compuerta que le permitiría salir a la avenida.

Al abrirse esta, Wooyoung aceleró, adentrándose al trafico londinense. No tardó en volver a dibujar aquella feliz sonrisa en su rostro. Todavía no lo creía. Comenzaría una nueva vida con San a su lado. Tendría consigo a su adorado bebé, lo tendría todo el tiempo que quisiera. Ya no habría más despedidas definitivas. Ya no habría más espera. Su amor florecería, se amarían, lo mordería, se casarían. ¡Siii!

Paró en un semáforo y se dedicó a mirar a San, intentando asimilar de una vez por todas que aquel no era un estúpido sueño, que eso, en realidad, estaba pasando.

San le devolvió la mirada, sonriéndole apenas de lado, contagiándose por completo de la felicidad que el alfa no cesaba de emanar. Wooyoung tenía tantas ganas de fundir sus labios en un beso, tantas ganas que habría sido capaz de ignorar totalmente la mucosidad en su garganta. Pero se contuvo, utilizando la poca fuerza de voluntad que le quedaba. No deseaba transmitirle el virus o las bacterias que se habían infiltrado sin permiso en su organismo.

Por otro lado, recordó que debía hablar con el consigliori de su padre cuanto antes, por lo que quitó su celular del bolsillo de su saco y marcó su numero. Cuando el semáforo se puso en verde aceleró, dejando el celular en altavoz recargado en su muslo.

-Odio decir que tenías razón, pero tenías razón -fue lo primero que dijo Wooyoung cuando la llamada fue atendida-. Se infiltraron. Debes de conseguirme guardaespaldas cuanto antes y dejarme listo el avión, estoy dirigiéndome hacia el aeropuerto.

-Enseguida te mandaré hombres para que te escolten. Me encargaré de que tengas preparado el Jet apenas llegues. Ten cuidado y apenas corte la llamada deshazte del celular.

Tal y como se lo ordenó, ni bien la comunicación se cortó, Wooyoung bajó un poco la ventanilla y arrojó el aparato sin importarle nada en lo absoluto.

-¿A d-dónde iremos? -preguntó San con cierta timidez, sintiéndose curioso por saber cuál sería su próximo paradero.

-Ya lo sabrás.

-¿Y q-qué... qué pasara con nuestras cosas?

-No te preocupes, bebé, allí compraremos todo lo que haga falta.

-Uhm... bueno. ¿Podré llamar a mi mamá al menos para decirle que estaré bien?

Wooyoung frunció los labios.

-Mh... si, bueno tendrá que ser una llamada muy corta y desde algún teléfono público. Cuando lleguemos al aeropuerto lo harás.

El omega asintió, conforme con las condiciones. Suspiro, relajándose, pensando que, a partir de aquel momento, su vida cambiaría por completo.

𝐒𝐮𝐛𝐥𝐢𝐦𝐞 𝐃𝐨𝐦𝐢𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧 ─ 𝘸𝘰𝘰𝘴𝘢𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora