Tom Riddle en mi realidad deseada

¿Me vas a matar?

Siento que ya van muchas partes y aún no llego a lo interesante, así que voy a ir más rápido. Esa primera semana fue muy buena, hice muchos amigos más y como puse en el guión que le caía bien a todos los maestros, me regalaban puntos. Con Tom las cosas seguían igual de indiferentes, él escogía no hablar conmigo y solo lo hacía si era necesario.

Llegó el viernes, ahora la fiesta era en la sala común de Ravenclaw, como era mi sala común y ya conocía a todos, no estaba tan emocionada como en la fiesta pasada. Esperé a la noche, me arreglé y cuando el reloj dio las 9 p.m. volví a hablarle a Tom. Le mandé un mensaje diciéndole que me encontraba en el baño de mujeres del segundo piso y que vi la imagen de una serpiente en uno de los lavabos.

Eso llamó su atención y a los minutos llegó, lo hice pasar al baño asegurándome de que nadie nos había visto, cuando él vio el lavabo sonrió, luego habló en pársel para abrirla. Después de algunos minutos de entrar y explorar la cámara por dentro llegamos a la estatua de Salazar Slytherin.

Yo estaba nerviosa, me había arriesgado mucho al entrar con Tom ya que ahí estaba el basilisco, intentaba actuar normal y servicial para que él no considerara matarme. Cuando miré a Tom él estaba viendo la estatua y comenzó a hablar en pársel de nuevo, yo podía entenderlo, pero no podía hablarlo.

Ahí estaba, el basilisco salió y se acercó a mí, mi corazón latía tan rápido del miedo que sentía que se me iba a salir ya que estaba frente a mí, solo bastaba con la indicación de Tom para que acabara conmigo. Respiré hondo y traté de nunca verlo a los ojos, es por eso que mi mirada solo se dirigía al suelo y a Tom, traté de disimular mi miedo y actuaba relajada, pero en realidad era todo lo contrario.

— ¿Tienes miedo? — Preguntó Tom con una sonrisa en sus labios.

Yo aún con la mirada en el suelo respondí.

— Estoy segura de que estás muy contento con mi ayuda... Puedo ser más útil todavía. — Dije tragando saliva del miedo. 

— Eso no fue lo que pregunté. — Dijo molesto. — Eres una bruja muy poderosa... Eso puede ser un problema para mí en el futuro; además sería un honor para ti ser la primera en morir por el basilisco de la cámara secreta.

Lo miré.

— ¿Me vas a matar? — Dije conteniendo las lágrimas.

— ¿Yo? No, no lo haré yo. — Volteó a ver al basilisco y cuando estaba por comenzar a hablar pársel lo interrumpí.

— ¿Qué vas a hacer cuando Dumbledore me busque? ¿Qué vas a hacer cuando no me encuentren en mi habitación y desaparezca? Él ya me advirtió de ti, dijo que me podrías hacer daño... Si él sabe que desaparecí no va a culpar a nadie más que a ti, así que si quieres matarme, está bien, solo consideralo una vez más porque para él no habrá otro culpable más que tú y por más que lo intentes no te vas a salvar de pasar el resto de tu vida en Azkaban. — Dije intentando meterle miedo, él me miró y rió.

— ¿Crees que me importa lo que ese anciano pueda hacer? — Preguntó con descaro.

— Bien, entonces tampoco te importará que cierren Hogwarts y tú te quedes sin hogar. Todos los ojos estarán puestos en ti, mis amigas saben que estoy contigo...

Su mirada cambió, no sé si dije algo que le importara o simplemente se dio cuenta de que estaba actuando por impulso, pero se quedó unos segundos en silencio.

— Necesitas mi ayuda, sabes que mi labor no acaba aquí... — Dije con desesperación.

— Cállate. Lárgate y no le digas ni una palabra de esto a nadie, es una orden. — Dijo sin mirarme y apretando la mandíbula del coraje. 

Yo lo miré una vez más antes de salir de ahí, su lenguaje corporal indicaba que estaba furioso por no poder matarme... Realmente quería matarme, ¿por qué seguí con él? Ahora lo recuerdo y me da asco la forma en que permití que me tratara.

Cuando salí de ahí no sabía a dónde ir, estaba en shock, estuve a punto de ser asesinada por él a sangre fría, quería llorar, pero al mismo tiempo no podía, estaba decepcionada de él, de su actitud. Sin darme cuenta llegué a mi sala común, supongo que era la costumbre de la rutina que había tenido esa semana. Entré y la fiesta seguía, todos se divertían, me acerqué a una de mis amigas, la abracé y comencé a llorar desconsoladamente, ella me preguntó qué tenía, pero no le contesté, solo quería un abrazo.