La Ciudad De Las Ilusiones

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Sus pasos retumbaban en la ciudad de las ilusiones rompiendo la calma del lugar y alterando el silencio. Su andar lento y continuo no se había alterado a pesar de las miradas de los habitantes del lugar.

El extraño permanecía con las manos en los bolsillos de su larga túnica cuya capucha le cubría parte del rostro. Su mirada permanecía en el suelo y no la levantó a pesar de los que rumores de quienes lo contemplaban iban aumentando. La calma que poseía el extraño era imperturbable, sabía a dónde dirigirse, cuál era su objetivo final y nada ni nadie alteraría aquello.

Sus mechones rojos podían verse a la luz del sol con el movimiento de la brisa matutina del lugar. Algo había en aquel extraño que causaba temor en los habitantes de la ciudad quienes no se atrevían a acercársele, más bien se ocultaban aunque la incertidumbre y la oscuridad les impedían perderse en sus hogares.

El extraño se detuvo frente a una casa algo pequeña cuya fachada mostraba un frente viejo con grietas en la pared. El extraño sonrió ante aquella ilusión. En verdad se trataba de su hogar, la vivienda del Maestro del Ilusionismo no podía ser otra más que esa que tenía enfrente suyo.

La puerta se abrió de golpe y la oscuridad reinante en el interior de la vivienda fue desvaneciéndose por la luz del exterior que penetraba. El extraño conjuró un haz de luz que apareció a su lado en forma de esfera blanca que levitaba a su alrededor.

Inmediatamente se adentró al interior de esa oscuridad y la puerta se cerró a su espalda ante la mirada de los curiosos del lugar.

El interior del lugar iba apareciendo a medida que la luz hacía retroceder a la oscuridad reinante más y más. Se encontraba en una habitación carente de muebles ya que los que se podían ver iban desvaneciéndose debido a su poder. Una ilusión.

Sonrió con gran placer debido a que sabía que ese sería una estupenda presa, y estaba justo frente suyo; le resultaba fácil desvanecer esa ilusión de invisibilidad para exponerlo.
- Vaya - dijo el muchacho - Muy impresionante en verdad.

- Maestro del Ilusionismo - comentó el extraño - He venido por ti - ante aquellas palabras el muchacho sonrió con ganas ya que ese recién llegado con su misteriosa aura era en verdad toda una hazaña. Debía tener agallas para ir a verlo, adentrándose a su morada sin invitación alguna y encima decirle aquello - Más bien por tu Resplandor - ahora el joven lanzó estruendosas carcajadas al aire. Se animaba a decirle tal cosa a él.

- Vaya, vaya - exclamó el Maestro del Ilusionismo - Que osado.
- El que logre vencer conjurando la mejor ilusión será el ganador - continuó serenamente el extraño - Si ganas tú, me iré de aquí y no volverás a verme ni a saber de mí - el Maestro del Ilusionismo molesto ya, le clavó la mirada - Pero si pierdes me quedaré con tu Resplandor ¿entendido?

-¿Qué te hace pensar que voy a aceptar?
-No tienes opción alguna - el extraño lo contempló a los ojos con mirada sombría que a su vez iba cambiando de tonalidades a los más variados colores.

El Maestro del ilusionismo sintió un escalofrío recorrerle su cuerpo, era la primera vez que alguien lograba intimidarlo así. Su roja cabellera pareció lanzar descargas eléctricas debido a la tensión que recorría su cuerpo. Cerró las manos en forma de puños conteniendo la rabia.

- Bien - dijo al final - Acepto - el extraño sonrió y suavizó la mirada cuyo color regresó al original - Pero cuando te desintegre me dirás quién eres en realidad

- Hecho - diciendo aquello el extraño extendió sus brazos hacia ambos costados creando una singular ilusión que empezaba a aparecer a gran velocidad. Se trataba de una solitaria calle ubicada en una ciudad rodeada de edificios bajo la luz de una luna roja.

Era de noche y hasta el frío viento podían sentir acariciar sus rostros con aquellos helados dedos invisibles.

- ¿Empezamos? - el joven contempló aquello con irónica expresión aunque jamás había visto nada semejante no estaba dispuesto a reconocerlo. Pero una extraña inquietud empezó a invadir su ser ¿quién era realmente ese extraño?

- Empezamos - dijo fingiendo tener una seguridad que en verdad iba desvaneciéndose minuto a minuto.

- Empezamos - dijo fingiendo tener una seguridad que en verdad iba desvaneciéndose minuto a minuto

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