A Cole Monroe no le gusta llamar la atención, es algo que aprendió en la cárcel. Acaban de concederle la libertad condicional y tiene muy claro que no puede volver a cagarla, sin embargo, eso no es algo que se le dé muy bien... Y será aún más compli...
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COLE
El pequeño cuerpo de Emily tiembla a mi lado en los asientos traseros, mientras Byron conduce en silencio por las calles del pueblo que tantas desgracias me ha traído.
Intento contener la ira y las ganas de destrozarlo todo, pero es como tratar de frenar el agua de un dique resquebrajado con un tapón de corcho.
Doy inhalaciones profundas al mismo tiempo que solo pienso en ruido blanco, pero todo se tiñe de rojo cada vez que giro el rostro hacia ella y veo la sangre seca alrededor de su nariz.
—Tenemos que ir al hospital —repito por tercera vez desde que nos hemos subido al coche.
—Que no, llévame a tu casa, por favor —suplica nerviosa y sin ser capaz de controlar las lágrimas—. Solo quiero quitarme esta ropa.
—Necesito que me digas lo que te ha hecho —mascullo con los ojos cerrados, y el puño de la mano que no tengo alrededor de su cuerpo, apretando una revista vieja que mi amigo tiene en el asiento.
Emily niega en silencio mientras rompe a llorar con más fuerza y yo suelto de golpe todo el aire contenido. Intercambio una mirada con Byron a través del espejo retrovisor y puedo ver cómo mueve el cuello a los lados. Tiene casi las mismas ganas que yo de dejar a Em a salvo en casa e ir a por ese hijo de la gran puta.
En cuanto le he llamado para pedirle que me dejase el coche, no lo ha dudado, ni tan siquiera me ha preguntado qué sucedía hasta que estábamos llegando al lugar que Emily me había indicado por teléfono. Cuando se lo he contado, sus manos han agarrado el volante con fuerza y ha pisado el acelerador, me ha dicho que me ayudaría en cualquier cosa que decidiese hacer y que no podíamos dejar que ese cabrón se librase de esta.
—Juradme los dos que no vais a hacer nada —pide después de que nos detengamos frente a mi casa; nos conoce demasiado bien—. Cole, por favor.
Pero no puedo escucharla, mis ojos se nublan y dejo de prestar atención a todo lo que no sea el tirante roto de su camiseta cuando deja de abrazarse a sí misma.
Mi mente se disocia y es como si saliese del coche, mientras que mi cuerpo continúa ahí sentado, a su lado. Puedo ver cómo mueve los labios, aunque no la oigo.
—Cole. —Me sostiene por la barbilla y mueve mi cabeza un poco a los lados. Entonces pestañeo y trago saliva.
—Vamos, entremos —indico al mismo tiempo que señalo la casa con un gesto.
Me observa en silencio un instante y, cuando Byron rodea el coche para abrir su puerta, ella acepta la mano que le ofrece y yo salgo detrás. Mi amigo vuelve a mirarme y, entonces, puedo ver cómo su mandíbula y todo su cuerpo se tensan al ver el estado en el que se encuentra, ahora más de cerca.
—¡Por fin! —exclama Abi en cuanto llegamos—. ¿¡Por qué coño no me coges el...!? —Se lleva la mano a la boca cuando su mejor amiga entra tras de mí. Em rompe a llorar una vez más y mi hermana se acerca para abrazarla—. ¿Qué te ha hecho? —pregunta tras separarla un momento y ver su aspecto.