Capítulo 10

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EMILY

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EMILY

Cuando Cole dice que va al supermercado, me levanto para ir a por mi bolso y darle dinero. Soy consciente de que no me lo va a coger —nunca aceptó mi dinero cuando estábamos juntos—, pero si voy a vivir aquí, lo lógico es que paguemos las cosas a medias.

—Espera, toma —digo después de abrir la cremallera de la cartera.

—Tengo dinero, Em, ¿necesitas algo en especial?

—Compresas. —Alzo las cejas y él asiente, conteniendo la sonrisa cuando yo tuerzo la comisura de mis labios.

—¿Alguna marca en especial?

—No tengo manías con eso, me da igual. Las más baratas.

—Vale. ¿Abi? —Gira la cabeza hacia ella y mi amiga se limita a negar con la cabeza, pero entonces levanta el dedo—. Ah, sí, papel de baño. Que cagas mucho.

—Joder, Abigail —resopla y se dirige a la puerta poniendo los ojos en blanco.

—Cole, coge, aunque sea, veinte pavos. —Intento metérmelos en el bolsillo de los vaqueros, pero los saca y me los devuelve—. Oye, si no aceptas mi dinero, tendré que irme a vivir a otro sitio —amenazo; me conoce y sabe que hablo en serio—. No voy a estar aquí viviendo gratis. Antes, Abi y yo pagábamos todo a medias.

—Bueno, ya pagarás la próxima compra, ¿te parece bien? —Me mira sin una gota de paciencia y yo asiento con una sonrisa, orgullosa—. Pues eso —dice mientras abre la puerta—. Enseguida vuelvo.

—Venga, vamos a hacerte hueco en el armario —me anima Abi después de que Cole se marche—. Pero te advierto de que todo lo que entra en mi armario, pasa a ser parte de mis pertenencias, así que no te sorprendas si algún día me ves con tu ropa.

Consigue sacarme una carcajada mientras subimos hasta su dormitorio la bolsa de deporte, repleta de ropa y los abrigos que me Cole me ha traído.

En cuanto le he dicho que es un salvaje... Me he arrepentido en el acto. Ni tan siquiera había terminado de decir la palabra, cuando ya me estaba lamentando. No sé ni por qué se me ha pasado por la cabeza algo así. Supongo que verlo llegar a casa con la sudadera llena de salpicaduras de sangre de mi exnovio, con los nudillos igual de destrozados que cuando peleaba y la mirada hundida por la culpabilidad y el miedo a mi reacción... No sé, me ha superado.

Cole es un hombre con mucha determinación; es protector, leal y extremadamente impulsivo, pero tiene otra cualidad que a menudo se me olvidaba cuando estábamos juntos: su capacidad para sentir. Y aún más importante, la profundidad con la que siente todo lo que proviene de la gente que quiere. Las pocas veces que discutíamos y yo lo atacaba —porque ese es uno de mis defectos, atacar o huir cuando me siento abrumada—, él nunca me lo devolvía; se quedaba callado y aguantaba todo lo que le soltaba sin pararme a pensar en cómo podía afectarle. Dejaba que me desahogase, aunque eso supusiera destrozarlo por dentro.

La debilidad de Cole Monroe [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora