Capítulo 1.

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Salí con paso rápido hacia el garaje, abrí el armario de las llaves y cogí las de mi coche. A medida que avanzaba hacia una de mis más valoradas pertenencias, un Toyota Supra MK4 azul eléctrico, las luces del garaje se fueron encendiendo, iluminando los otros coches. 

Al final de ese casi expositor de mi padre estaba mi coche, entré y tiré la mochila. Respiré hondo y acaricié el volante. 

- Te voy a echar de menos, pequeño. 

A los 15 minutos ya me encontraba en casa de mi mejor amiga, Maya quien era hija de un ex- socio de mi padre. Me abrió la puerta casi corriendo e indicándome que fuera al sótano antes de que nadie me viese. 

- ¿Sabes que me pueden matar por esto, no? - preguntó con cierto tono de emoción en su voz. 

Bajamos las escaleras del sótano, reformado hacía poco en una sala de juegos, ella se puso delante de una pared, movió uno de los libros y como suceden en las películas de acción, se abrió una puerta. Una de sus fantasías que había estado años rogándole al padre por cumplir. Una habitación secreta. 

Por suerte para ella y para mi, su padre no sabía exactamente como ni que contenía esa sala, eso y que él estuviese en la cárcel, ayudaba. El peligro de ser atrapadas era menor. 

- ¿Has contactado con Rihan? - me preguntó, cerrando la puerta una vez dentro. 

La habitación era pequeña pero cargada con la más alta tecnología. Si algo tenía Maya, a parte de unos ojos azules impresionantes y una belleza inigualable, era una inteligencia digna de un genio. Y mucho tiempo libre. 

- Si, tenemos menos de media hora Maya, no más. - respondí sentándome en una silla de ruedas, transparente y más incomoda de lo que parecía. - Si llego a tiempo, Rihan me tendrá preparado un barco  de carga. Saldrá hacia Noruega y la idea es de ahí coger un vuelo hacia Japón. O lo que pueda, pero llegar allí. 

Mientras explicaba el plan a Maya, me cogió el brazo y con una lupa de lo más graciosa pegada a su frente, comenzó a mirar la pulsera. 

Lo único que podía estropear mi plan, con muchos fallos, pero el único, era esa pulsera que cualquiera pensaría que era preciosa. Una pulsera hecha de jade y piedras preciosas, permanente y por desgracia con chip de rastreo. 

Había intentado quitármela tantas veces como intentos de escape hice, pero nunca lo conseguía. El último mes había estado hablando con Maya, sabía que mi padre tramaba algo que me incluía y le había pedido que investigara como deshacerme de ella. 

Aquí estábamos, a contra reloj, mi ansiedad en su pico máximo y Maya sacando herramientas como para diseccionarme el brazo entero. 

- ¿Segura que...? - ella levantó la mirada, cortándome la frase. 

- Podrías facilitarme el trabajo si estás dispuesta a perder la mano, pero no es el caso ¿verdad? - preguntó. 

- De momento  prefiero mantener mis extremidades, gracias por preguntar. 

Ella se rió y siguió enfocada en la pulsera. La miré atentamente, curiosa por su trabajo y me di cuenta de que también cierto sentimiento de preocupación me invadió. Conocía a Maya de toda la vida, prácticamente era la única persona a la que llamar "familia" y temía por ella, por las consecuencias. 

Maya Veletti, hija de Marco Veletti ex capo de la tercera división de la mafia italiana y ex socio de mi padre, mi mejor y única amiga. El crecer ambas en un entorno como este, nos había unido mucho, nos compenetrábamos como nadie pese a ser muy diferentes. Maya era dos años más joven que yo, pronto cumpliría los 20. Alta, piernas largas y pelo corto rubio al que siempre le acompañaba algún mechón de color azul o rojo.

Fugitiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora