Capítulo 6

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Tal cual apoyé mi culo en el asiento del piloto y posé mis manos en el volante, sentí como si mi cuerpo y el coche fueran uno. La electricidad pasó de las yemas de mis dedos hasta las puntas de los pies. Sublime.

Suki se encontraba apoyada en la ventana, mirándome mientras me hacía al coche. Sentía cada esquina del interior: los asientos, el volante, el freno de mano... De paso, ella aprovechó y me hizo un pequeño tour por el mando de control, donde todos los botones mágicos se encontraban. Me regaló un par de consejos y, dando por terminado su discurso, golpeó el capó cariñosamente. 

– Ahora es todo tuyo, Nikita 

Sonreí ampliamente y el pensamiento intrusivo que llevaba conmigo más de media hora volvió a resonar en mi mente. Hay que probarlo. 

Debo probarlo. Pero no debería correr. 

Salí del coche luchando contra mi propia conciencia. Ya le había complicado bastante las cosas a mi tío como para encima no hacer caso a sus advertencias. Así que, al menos para cumplir algo de lo dicho, decidí ir a dar una vuelta con Suki para que me explicara un poco el nuevo terreno que debía dominar si quería mantenerme viva.

Recorrimos el taller, que ya, a la hora que era, estaba dominado por la música y las luces de neón de los coches, y Suki me fue presentando a algunos de sus amigos e intentando ubicarme entre los diferentes grupos que se movían por las Minor.

– Si quieres compararlo con las D, esto es una guardería, pero tampoco quiero que subestimes a nadie –me informó, cuando ya salimos hacia la carretera abarrotada de más gente y coches–. La diferencia entre un niño y un adulto es que al niño no le importan las consecuencias; les gusta hacer ruido y tener atención. Lo que los convierte en bombas de relojería. 

No le faltaba razón. 

Nos paramos al lado de un Mazda RX-7 blanco, una obra de arte en forma de coche. Suki se colocó frente a mí y empezó a señalar algunos de los grupos que se habían aglomerado alrededor de la línea de salida. 

Familiares de tercera de Yakuzas, gaijins, niños ricos con ganas de romper reglas, estudiantes rebeldes... Había de todo un poco, pero ninguno se veía lo suficientemente peligroso para sentirme amenazada. Después de mi padre, nada me parece lo suficientemente peligroso.

Vuelta de reconocimiento, explicación de las curvas y las carreteras, el ranking de corredores, apuestas, etc. Suki me lo explicó todo en detalle; no dejó que ninguna duda me quitara el sueño.

– ¡¿Dónde mierda está Ronny?! –un grito que venía de la línea de salida me desconcentró. Era la voz de quien se encargaba de organizar las carreras, Hachi.

Por lo que me comentó Suki, Hachi era un tío de lo más espabilado para el negocio, bastante joven pero ambicioso, quizás demasiado. Todos le conocían y él conocía a todos, absolutamente a todo el mundo. Lo vi moverse rápidamente de un lado a otro, viéndose un poco desesperado. Los coches ya estaban en la línea de salida, rugiendo, deseosos de empezar, pero faltaba uno para completar los participantes: el supuesto Ronny.

– Suki, nena, consígueme a alguien por favor, no quiero perder dinero –fingió sollozar Hachi mientras se acercaba con ojos suplicantes a Suki. Ella desvió rápidamente la mirada hacia mí y se giró de nuevo hacia el chico rubio pollo que teníamos delante. Cantoso, muy cantoso.

Por desgracia -o suerte- la mirada de Suki no pasó desapercibida, y los ojos oscuros de este chico se fijaron en mí. Por un momento, incluso me sentí intimidada. Sus manos se colocaron eufóricamente sobre mis hombros y una sonrisa enorme iluminó su cara, dejando ver algunos de sus dientes curiosamente torcidos, pero que de alguna manera le daban un toque encantador.

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⏰ Última actualización: Oct 04 ⏰

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