Capítulo 5

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Salí de la ducha muy satisfecha con la cantidad de jabón que había restregado contra mi cuerpo. Si eso no eliminaba todo el olor restante a moho, no sé qué haría falta para hacerlo.

Entré de puntillas a mi habitación, para evitar mojar el suelo, y justo al cerrar la puerta escuché cómo mi tío volvía a casa. O él fue rápido o yo me tomé demasiado tiempo bajo el agua. Probablemente sea la segunda opción.

Envolví mi matojo de pelo negro en la toalla y comencé a vestirme, contenta por estrenar ropa nueva. Me puse un top corto ajustado, amarillo de tirantes, con un sol naranja en el centro. Para la parte de abajo, me decanté por unos pantalones gris gastado de tiro bajo, un poco apretados para mi gusto. Después de cepillarme el pelo, me puse un par de cremas que había comprado para la cara y bajé con las botas al piso de abajo, donde ya se podía oler la cena de hoy.

– Veo que las compras han ido de maravilla –comentó mi tío, sacando la cabeza por la cocina.

– Y eso que me he contenido –le sonreí, dejando las botas en la puerta–. Eran demasiados estímulos nuevos para mi cabeza, ¡este lugar es increíble!

Él se rió y me hizo un gesto para que lo ayudara. Nos sentamos junto a la mesa de roble que estaba justo al lado de la cocina y, en silencio, cenamos. Si algo caracterizaba a Kenta, era lo buen cocinero que era, heredado de mi abuela, por supuesto.

– Cuando vayas al lugar que pone en la nota, asegúrate de preguntar por Suki. Ella es la única que sabe que vas de mi parte –di otro bocado al delicioso gyoza de pato mientras asentía–. Y ella se encargará de darte toda la información y el coche; me he encargado personalmente de él y sé que te enamorará.

No pude ocultar la cara de emoción al saber que mi tío había trabajado personalmente en un coche, un coche que, en un par de horas, sería mío. La adrenalina y la tensión se mezclaban dentro de mí, notaba mi corazón golpear fuertemente.

Mi tío comenzó a recoger la mesa mientras me seguía informando sobre todo lo que tenía que saber sobre el sitio al que iría.

– Las carreras se llaman ThreeMinor. No te voy a mentir, te encontrarás con todo tipo de gente, y mucha no muy simpática con los forasteros –tragué saliva–. Conociéndote, creo que no te será difícil ganar un par de carreras; con eso, ya podrías entrar a las ThreeD sin problema.

Los nervios volvían a crecer en mí. Hacía tiempo que no participaba en ningún evento de coches, por lo que mi confianza se veía un poco afectada. Necesitaba mirarlo con frialdad; si no, habría entrado en la boca del lobo sin defensa alguna. Me negaba a ser mordida por nadie. Esta vez sería yo la depredadora, no la presa.

– Hoy no vas a correr –miré sorprendida a mi tío, que ya estaba tranquilamente sentado en el sillón, con su té verde–. Estás loca si crees que te voy a dejar correr y meterte en el mundo del drifting de Japón sin antes conocer a tus enemigos y tu entorno. Esto no es Rusia, Kita.

Le intenté hacer ojitos de cachorro, pero si algo era mi tío, aparte de buen cocinero, era duro de roer. Nada cambiaría su opinión, y yo tampoco me encontraba en posición de llevarle la contraria. Asentí lentamente, aceptando su condición.

– Cabeza fría, Kita, cabeza fría –mi tío se levantó y me dio algo más de dinero–. Ten, para el taxi.

Cogí el dinero, le di un beso en la frente y me dirigí a la entrada. Mientras me ponía las botas, sentí esa adrenalina que solo los coches consiguen sacarme, pero tristemente hoy no podría satisfacer esa necesidad. No debía.

El taxi se detuvo en una esquina oscura, lejos de las luces de la ciudad, y pagué sin decir una palabra. El conductor ni siquiera me miró. Tokio estaba acostumbrado a lo extraño, y yo era solo otra cara entre tantas. Al bajar del coche, el sonido de motores rugiendo en la distancia me llegó como una ráfaga de energía. Era ahí donde pertenecía, entre las carreras y el caos. Mi tío me había dejado claro que esta noche no estaba destinada para correr, pero había algo en el aire que me hacía pensar que las cosas no siempre salen según lo planeado. Y a mí, nunca nada me salía como quería.

Fugitiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora