Capítulo 1 Pide un deseo a una estrella

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Los estudiantes de la preparatoria Auradon tomaron sus útiles de sus pupitres y corrieron a las torres más altas de la preparatoria, un evento astronómico inusual sucedería tan pronto como el cielo lila se tornara completamente oscuro

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Los estudiantes de la preparatoria Auradon tomaron sus útiles de sus pupitres y corrieron a las torres más altas de la preparatoria, un evento astronómico inusual sucedería tan pronto como el cielo lila se tornara completamente oscuro. Los grupos alegres se formaron cerca de los barandales, se hicieron animadas conversaciones y graciosas fotografías. Ben, el joven Rey de Auradon tomó a Mal de la cintura mientras la abrazaba desde atrás, apoyando la barbilla sobre su hombro para mirar ambos el cielo.

—¿No crees que es una noche hermosa? —susurró él despacio —. No más que tú, claro, pero me refiero a... Tú sabes.

—Lo sé, aún te pongo nervioso —presumió Mal con una risa media burlona —. Una lluvia de estrellas suena realmente emocionante. En la Isla apenas podías ver el cielo.

—También es la primera vez que veo una lluvia de estrellas —comentó Ben colocando su sudadera del equipo de Tourney sobre los hombros de Mal para calentarla. Él se apoyó contra la pared de la torre —. Auradon está recuperando su magia poco a poco. Es algo tonto que hayamos prohibido la magia, es parte de nuestra escencia ¿sabes?

—No sé cómo ustedes no se volvieron locos, nuestros padres estaban desesperados por un poco de magia en la Isla y ustedes aquí no querían usarla.

—La magia trae malos recuerdos a más de uno —murmuró —. Mi papá no quería saber nada de teteras parlantes o candelabros cantores cuando volvió a ser humano. Escuché que Aurora se quedó despierta tres días después de su boda por temor a no volver a despertar —Ben se arrepintió al instante de la última frase, miró a Mal, pero ella parecía tranquila, casi como si no la hubiera escuchado.

—Mi mamá ha pasado veinte años anhelando recuperar una fracción de su poder. Que no haya magia en la Isla es bueno, la mayoría de los villanos ahí aún guardan rencor contra los héroes. Un ambiente muy tóxico si me preguntas —Mal se giró y se abrochó la sudadera para finalmente esperar pacientemente la caída de las estrellas a través del cielo nocturno.

—¿Chico? ¿Chico, estás aquí? —preguntó Carlos asomando la cabeza por el portón —. Oh, lo siento —dijo dando un último vistazo al balcón —. De casualidad ¿han visto a Chico? No lo he visto todo el día y me tiene preocupado.

—¿No estará en su casita? Sé que duerme contigo, pero él también tiene su propia vida, Carlos —mencionó Mal. A Carlos no le pareció lo dicho, aún así decidió no discutir.

—Si ven a Chico diganle que lo estoy buscando, por favor —suplicó Carlos. Ben asintió y Mal levantó el pulgar.

—Carlos en serio ama a ese perro —dijo Mal volviendo su mirada al cielo negro, despejado de nubes y cientos de brillantes estrellas.

—Sí, creo que fue Chico lo que lo hizo cambiar —agregó Ben —. Todos ustedes cambiaron al llegar aquí. Evie, Jay, Carlos... Tú. Me enorgullecen todos ustedes.

—Este sitio no era tan malo como siempre creímos —Mal sintió un nudo en la garganta —. La buena comida ayudó bastante —trató de bromear, pero su mente se atiborró de todas sus malas acciones antes de llegar a Auradon: los robos, los engaños, las peleas, las mentiras que aún conservaba en su pecho —. No tenemos forma de agradecerte que nos hayas dado una oportunidad, Ben.

El joven rey se acercó a ella y logró juntar su frente con la suya para tranquilizarla. Mal se relajó al tenerlo tan cerca, dejó que sus recuerdos fueran arrastrados con el viento, mientras el aliento de Ben le rozaba los labios.

—No necesitan agradecerme nada, yo los convoqué porque sabía que ustedes podían demostrar que el cambio es posible. Confié en que a pesar de todo, los isleños eran dignos de confianza, y por lo que he visto, no me equivoqué. Incluso la peor de las peores, la temible dragona, la princesa de los ladrones resultó ser en realidad la más leal, amable y hermosa chica que he conocido nunca.

Ben sostuvo entre sus manos las mejillas de Mal para acercarla delicadamente hasta él y poder besarla, en el preciso instante en que sus labios se tocaron, cayó la primera estrella fugaz detrás de ellos. Se separaron para mirar el espectáculo nocturno. Debajo de ellos, estaba Jay con Lonnie mirando el cielo y admirando la lluvia de estrellas, en la torre contigua a ellos, Evie con Doug junto a Jane y Carlos con el Hada Madrina espiandolos.

Durante unos minutos, aquella noche fue la más especial del año, cada aspecto parecía mágico, el mundo se sentía en completa tranquilidad, no había dragones sueltos, villanos prófugos ni siquiera un mínimo inconveniente. Mal podía desear que la vida fuera así de pacífica por siempre hasta que una estrella fugaz, más nítida que las demás comenzó a caer en picada, hasta desaparecer el horizonte del mar. Un resplandor enceguecedor los hizo cubrirse cuando brevemente la tierra se iluminó con un estruendo.

—¡Woah! Esa estrella cayó en el mar —mencionó Carlos, tratando de ignorar la extraña sensación de temor que le hizo sacudir los huesos de su cuerpo.

—Esa estrella no cayó en el mar —murmuró Jay, manteniendo su tono firme aunque apenas tuviera un hilo de voz.

—Y si no cayó en el mar, entonces ¿dónde lo hizo? —Evie tembló y se encogió de hombros mirando en dirección a sus amigos. Mal apretó la mandíbula, mientras su boca se llenaba de una sensación amarga y la punta de la lengua le sabía agria de solo pronunciar el nombre.

—En la Isla de los Perdidos.

Carrera en la Isla de los PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora