UNO

161 17 2
                                    

— ¿Qué te sucede, weon? Llevas un buen rato mirando al infinito —preguntó el chileno, ajustándose la corbata mientras notaba que México parecía estar mirando fijamente a un punto en específico.

Para Chile no había nada en esa dirección, pero era evidente que el mexicano no estaba mirando hacia la nada. En realidad, estaba mirando a USA, quien revisaba sus documentos después de una larga reunión.

— No te preocupes, solo estaba pensando si dejé la olla de frijoles en la estufa —intentó excusarse el norteamericano entre risas nerviosas.

El sudamericano notaba que no estaba mirando realmente hacia su dirección, por lo que se quedó quieto en su sitio mientras lo observaba con curiosidad. México parecía absorto en sus pensamientos, con la mirada fija en un punto lejano, como si estuviera contemplando un mundo invisible solo para él.

Al escuchar la excusa del mexicano, el chileno se quedó sin palabras por un momento, dejando escapar una risa nerviosa que rompió el silencio incómodo. Era evidente para él que México tenía algo en mente relacionado con el estadounidense, algo más profundo que una simple conversación casual.

— No te hagas el weon, ¿Qué le vei al estadounidense? —preguntó el chileno entre risas, intentando sacar al mexicano de su ensimismamiento.

Un silencio extraño llenó el ambiente mientras México seguía perdido en sus pensamientos, sin apartar la mirada del objeto de su interés. El chileno, con su característico sentido del humor, decidió romper la tensión con una broma.

— Te ves como si estuvieras enamorado, weon —comentó con complicidad.

— Ni en tus sueños soy un jodido joto.— La negativa inmediata y casi desesperada del mexicano revelaba más de lo que pretendía ocultar. Sus palabras de rechazo contrastaban con la expresión de su rostro, donde se podía percibir cierta fascinación hacia el estadounidense. Chile, observando la situación con perspicacia, decidió abordar el tema de manera directa.

— Mira, es obvio que sientes algo. No tiene nada de malo admitirlo, ¿sabes? —intervino con sinceridad.

El mexicano, visiblemente incómodo ante la insistencia del chileno, trató de reafirmar su postura negando cualquier posibilidad de atracción.

— No wey, qué asco. Imagínate yo con ese —respondió con una mueca de desagrado.

A pesar de sus negativas vehementes, las palabras de México contradecían sus propias emociones. El chileno decidió adoptar un tono más serio y comprensivo para abordar la situación.

— Negarlo no va a cambiar lo que sientes en tu interior. Enfrenta tus miedos y acepta quién eres realmente. No hay nada de malo en ser honesto contigo mismo —aconsejó con empatía.

La resistencia del mexicano a aceptar sus sentimientos se hacía evidente en cada palabra dicha en tono desafiante.

— Ya dije que no lo soy, yo soy normal —replicó México con frustración y orgullo herido.

La palabra "normal" resonó en el chileno como una señal de alerta. Decidió detener la conversación para abordar un tema más profundo y significativo sobre la aceptación personal y la diversidad.

— ¿Qué te hace pensar que no eres normal? No hay nada de malo en ser auténtico contigo mismo y aceptar quién eres realmente. —expresó  con firmeza y compasión.

— No tiene sentido biológicamente...y no lo soy, deja de decirlo como si lo fuera...—

La atmósfera en la habitación se tornó tensa mientras el mexicano y el chileno intercambiaban puntos de vista opuestos sobre la homosexualidad. Chile, visiblemente molesto por las palabras de México, decidió confrontarlo directamente.

— Oh, ¿quieres un argumento biológico? Entonces dime, ¿por qué los animales homosexuales existen también en la naturaleza? ¿Qué tipo de sentido biológico le vei a eso? — retó, con determinación en su voz.

El mexicano replicó con firmeza, sosteniendo su postura: —De que existan no lo hace normal...—

El tono de la conversación subía de intensidad a medida que el chileno continuaba argumentando a favor de la naturalidad de la homosexualidad, mientras el mexicano mantenía su postura. Sin embargo, antes de que la discusión pudiera llegar a un punto crítico, el estadounidense interrumpió el tenso intercambio al tocar el hombro del mexicano.

— Perdona Mex, solo que en la otra junta se te olvidó firmar esto — explicó el americano al entregarle una hoja.

La presencia de USA y la interrupción en la conversación provocaron una pausa en el debate. El mexicano, visiblemente afectado por el encuentro anterior, apenas pudo articular palabras debido al nerviosismo que lo invadía. Su mente se llenó de dudas y sentimientos que no había puesto en palabras. Finalmente, con voz temblorosa, preguntó: —¿S-s-solo esto?—

— Yes, la otra vez iba a pedirlos, pero parecía que corrías de mi —
El yankee, con una sonrisa cómplice, explicó la situación mientras el mexicano luchaba por controlar su nerviosismo. El latir acelerado de su corazón parecía resonar en sus oídos, y la vergüenza se apoderaba de él al sentirse tan vulnerable en ese momento. Se cuestionaba internamente su propia fortaleza como hombre, sumergido en un mar de emociones desconocidas.

Ante las palabras de USA, el mexicano apenas logró articular un débil "Gracias..." en un susurro, mostrando su vulnerabilidad y agradecimiento por el gesto. Antes de retirarse, el estadounidense le dio unas leves palmadas en el hombro, gesto que hizo que su vecino sintiera cosquilleos en su estómago.

La reacción del mexicano no pasó desapercibida para el chileno, quien con sarcasmo comentó sobre su evidente incomodidad. — Uy si, se nota que no te gusta —

México se sintió aún más vulnerable y confundido por la situación. Una mezcla de emociones lo invadió, desde la furia hasta la vergüenza, incapaz de ocultar sus sentimientos reprimidos.

— ¡Cállate! — respondió con voz nerviosa, incapaz de contener la tormenta emocional que lo invadía.

I'm normal? // •USAMEX•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora