CINCO

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— ¡¿Pero qué demonios?! — exclamó el español, agarrando del hombro al mexicano con fuerza y empujándolo bruscamente contra la pared. El mexicano se quedó allí, con la espalda contra la fría superficie, mientras España lo miraba con furia contenida. — ¿Tienes idea en qué lío te estás metiendo? Ninguno de mis otros hijos fue así.

México bajó la mirada, sintiendo que sus piernas temblaban sin control. El aliento de España era pesado y tenso en el pequeño espacio de la cocina.

— Pero España... — intentó excusarse en un susurro, pero su acompañante frunció el ceño, interrumpiéndolo con un gesto de desaprobación.

— No hay excusas. Has venido aquí solo para contarme tus desgracias. Tu gente te va a odiar, medio mundo te va a odiar — continuó España, soltando finalmente el agarre del hombro del mexicano y dirigiéndose a lavarse las manos en el fregadero. Mientras el agua corría, su voz era un murmullo tenso en el aire de la cocina —. Vas a ser como Rusia, buscando un reemplazo para ti... Es lo más probable.

El corazón del latino se apretó mientras observaba a España. Cada palabra era como un golpe, y el miedo se había convertido en un nudo en su garganta. Unas lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, incapaces de retenerlas.

— No seas llorón, así no te crié. Llora por algo genuino, no por estas tonterías — murmuró España, dándole la espalda mientras seguía pensando en la cocina. — No me sorprende que sea con USA, te manipuló México... No le hagas caso, encontrarás a una mujer hermosa... No sé, Canadá, Brasil o incluso Australia son muy bonitas.

México cerró los ojos, deseando que las palabras de España no fueran tan cortantes como el filo de un cuchillo. Cuando los abrió de nuevo, vio que España se acercaba de nuevo a él, con expresión severa.

— ES UN HOMBRE — pronunció el ibérico, haciendo hincapié con su acento —. Un hombre, ya actúa como un adulto y deja esas tonterías. ¡Tienes más de 200 años!

España se acercó a México con una expresión severa que arrugaba su rostro. Con decisión, tomó las mejillas del mexicano entre sus manos, obligándolo a elevar la mirada hacia él.

—¡No puedes seguir con estas tonterías! Ya no eres un niño, México — afirmó España con voz firme, sus dedos apretando las mejillas de su joven par —. ¡Debes enfrentar la realidad y poner fin a esta absurda relación!

El norteamericano sintió cómo los dedos de España apretaban con fuerza sus mejillas, forzándolo a encontrarse con sus ojos penetrantes. El ibérico continuó hablando con severidad y determinación: —¡Esto no es normal, México! No estás viendo con claridad. Debes ser serio y responsable... — exhaló España, suspirando con frustración —. ¡No puedes estar con otro hombre! ¡Eres un país, y tu lugar está con las mujeres!

México sintió cómo las palabras de España resonaban en su pecho, su orgullo como hombre comenzó a flaquear. Se resistió ligeramente, intentando liberarse del agarre de España, pero el ibérico no cedía.

—¡Déjame, España! — exclamó México, con voz temblorosa pero llena de determinación —. ¡No tienes derecho a decidir con quién debo estar!

España apretó los labios ante la reacción de México, frustrado y preocupado por él. Relajó un poco su agarre, permitiendo que México se moviera aunque manteniendo el control.

—Pero, México... No entiendes lo que estás haciendo — insistió España, sus ojos llenos de urgencia mientras buscaba la manera de hacerlo razonar —. Esto no está bien. Te arrepentirás más tarde, te lo aseguro.

México sintió cómo el agarre de España se aflojaba ligeramente, sus palabras haciendo eco en su mente y sembrando dudas. Su determinación comenzaba a flaquear y su mirada se llenó de confusión.

I'm normal? // •USAMEX•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora