CAPITULO 3

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NO EDITADO


El Kwisatz Haderach no debería haber nacido en esta generación. Las Bene Gesserit tienen sus planes dentro de planes y muchos jurarían que lo hacen por el poder, y de hecho controlan muchos asuntos desde las sombras, pero las Reverendas Madres recuerdan su verdadera misión. El Kwisatz Haderach debe nacer en el momento correcto, solo así el mundo conocerá la paz. La visión de ese hombre amable, al cual podrían aconsejar, ha guiado a la hermandad a través de los siglos. Pero el camino hacia ese futuro es único, en todos los demás una versión oscura acecha. Una versión de él que no debe nacer. Ese es el verdadero objetivo de las Bene Gesserit.

Lady Jessica tuvo un niño, cuando se le ordenó tener solo hijas, y eso lo arruinó todo. Nacida Harkonnen, hecho desconocido por ella, unió a las dos Grandes Casas antes de tiempo y trajo a la vida al hombre que arrasará todo a su paso.

El . Pero no el que debería ser.

Quizás fue por amor al duque o por la ambición de una Bene Gesserit poderosa de ser la madre del elegido, o quizás fue simplemente el destino interviniendo otra vez. Lo importante es que él nació por esa decisión y yo lo seguí poco después. Nuestros destinos están entrelazados, eso es bien sabido para quienes conocen las visiones del

Mi madre debía tener un hijo y ella intentó tener uno, pero nací yo. Una de las Bene Gesserit más poderosas no había podido controlar algo tan sencillo como eso. No fue falta de habilidad de su parte, fue el destino. Yo debía nacer, heredera de la Casa Zartremen; los Atreides jamás habían podido tener descendencia con quienes poseían la sangre de mi Casa. La hermandad se había rendido hacía mucho tiempo y habían desistido de cruzar nuestras líneas de sangre, incluso cuando lo consideraban una pérdida, teniendo en cuenta el poder de los Zartremen y los Atreides.

Yo era la única que podía darle hijos a Paul Atreides y él era el único para mí. Sería la primera unión de nuestras casas y así estaba destinado a ser. Una señal más de que él era el Kwisatz Haderach y yo la , la perfección oculta que debía permanecer así.

Que yo existiese era señal del fracaso de la hermandad. Algunas veían las señales, pero otras, otras se negaban a aceptar la derrota.

Siempre hay disidentes, y las Bene Gesserit no son la excepción. Algunas no veían la posibilidad de esta versión oscura del elegido como un problema, lo consideraban el verdadero salvador del universo. Lo veían como el que se llevaría las luchas de poder con su presencia. Y, de hecho, podía considerarse así su existencia, teniendo en cuenta que sería el único emperador que reinaría por la eternidad. No podía morir ni ser derrotado. Traería el sufrimiento de millones, pero la rueda de poder entre las Grandes Casas dejaría de existir y solo él permanecería. Muchos veían la estabilidad de un reinado eterno como el futuro a seguir y eso explicaba las religiones que no hablaban de un único elegido, sino que también mencionaban a la mujer a su lado.

Los Fremen creían que Lisan al Gaib los guiaría hacia un paraíso verde. Él era su mesías, pero también se murmuraba sobre la luz oculta que él tendría que encontrar para llevarlos al paraíso.

Noor al Gaib.

La luz oculta entre las estrellas. Lisan al Gaib los guiaría hacia una guerra que veían como necesaria, pero ella representaba el amor para los Fremen. Alguien intocable que debía ser admirada, que siempre abogaría por el bienestar de su gente, y que haría feliz a su mesías.  A diferencia del Lisan al Gaib, ella no conocería sus costumbres como si fuesen propias, pero era su deber sagrado cuidarla y protegerla como si de uno de ellos se tratase.

Yo jamás sería Noor al Gaib. No podía permitir que eso sucediera, así que decidí acudir a la Reverenda Madre Superiora con mis miedos y visiones proféticas. Esa noche no soñé y supe que era lo correcto. Resultó evidente para mí que ya había planes para deshacerse del peligro inminente, pero mis advertencias ayudarían a no subestimarlo.

Temía que también decidiesen deshacerse de mí para evitar ese futuro. No era que fuese egoísta y no quisiese morir, daría mi vida por evitar ese futuro terrible. El problema era que había decidido ser radical y suicidarme para que él no pudiese acceder a todas sus habilidades profetizadas. Arrebatarle la felicidad y el amor que yo le traería no había sido buena idea. Esa noche me fui a dormir totalmente dispuesta a despedirme de mi familia al otro día y disfrutarlo como si fuese el último. Me desperté gritando, los sueños incluso peores de lo que habían sido antes. Sabía que era una advertencia, que él aún no sabía de mí ni de mis decisiones, pero algún día lo haría. Si yo elegía este camino, él dejaría solo cenizas. No quedaría ni una vida luego de que él terminase con su propia vida. No había mundo en el que él quisiese vivir si yo no estaba, pero eso no significaba que no se llevaría a todos con él como venganza por mis acciones.

A veces me daba jaqueca pensarlo, pero era como si una versión de él hubiese tomado esas decisiones solo para que yo las viera y cambiase mi elección. Las habilidades proféticas eran algo que no se debía analizar demasiado, o se corría el riesgo de perder la cordura. Yo solo veía cosas relacionadas con él, y eso me daba un poder impresionante, pero él lo vería todo...A menos que perdiese la vida antes.

Paul Atreides debía morir. Que él siguiese vivo era un riesgo, ya sea que yo siguiese en este mundo o no lo hiciese.

Prophecy | Paul AtreidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora