NO EDITADOLos Atreides habían caído.
Paul no pudo evitar preguntarse si se podría haber evitado. Tal vez no deberían haber dejado parte de sus tropas en Caladan. Le habían advertido del peligro político que representaba la decisión del Emperador, por lo que su padre debía haber considerado la posibilidad de que los atacasen. La debilidad de Leto Atreides podría ser la culpable de su derrota; era por su corazón blando que había decidido separar sus ejércitos para no dejar a los habitantes de Caladan desprotegidos. Sin embargo, Paul estaba seguro de que el resultado podría haber sido el mismo teniendo en cuenta que enemigos poderosos se habían unido para erradicarlos. Ellos también habían enviado parte de sus fuerzas a Caladan, de eso estaba seguro; quizás la caída de la Casa Atreides era inevitable.
Paul no permitiría que ese fuese el fin de los Atreides. Sus enemigos habían ganado la batalla, pero él ganaría la guerra. Sus sueños siempre le habían mostrado Arrakis y a los Fremen; su destino estaba entrelazado con el de ellos. Seguiría el plan de su padre de utilizar a los Fremen y se apropiaría del poder del desierto, pero lo haría a su manera. Leto Atreides no hubiese aprobado lo que Paul estaba dispuesto a hacer, pero él ya no estaba y no podía desheredarlo ni detenerlo.
El poder era suyo para tomarlo y él no dudaría en hacerlo.
Paul miró su anillo pensativamente. Ahora él era el líder de la Casa Atreides. Sabía que la mayoría de los mejores guerreros los habían acompañado a Arrakis, pero su ejército era de los mejores y, si habían sobrevivido al ataque a Caladan, entonces él los encontraría. Para eso primero tenía que unir a los Fremen a su causa y convertirse también en su líder.
Leto Atreides estaba muerto, él podía sentirlo.
Apretó el puño pensando en todas las cosas horribles que les haría a sus enemigos ahora que nadie podía detenerlo. Sabía que su madre no se opondría a él. Ella estaba convencida de que él era el elegido y deseaba verlo en el trono. Podía sentir su dolor, por lo que estaba seguro de que ella también había sentido la muerte de su padre. Sus ansías de venganza solo lo ayudarían en sus planes. Su madre no sería capaz de lastimar a nadie, a menos que fuese de forma indirecta, pero no se opondría a que él lo hiciese si eso significaba acabar con sus enemigos y que él se convirtiese en el nuevo emperador.
Había sido entrenado por los mejores y tenía habilidades que ningún hombre había mostrado jamás. Él les mostraría a todos de lo que era capaz.
Si creían que este ataque había sido suficiente para derrotarlo, estaban extremadamente equivocados. Se escondería mientras le conviniese hacerlo, pero regresaría más fuerte y nadie podría oponerse a él.
Paul tosió, moviendo la luz para iluminar la especia en el aire. Tendría que acostumbrarse al efecto que tenía en él. No podía permitirse debilidades como esa. Sabía que era gracias a la especia que había logrado tener visiones sin estar dormido, pero lo hacía sentir débil y esperaba que, el estar todo el tiempo sometido a su efecto. lo ayudase a acostumbrarse.
-Hay especia en la tienda -informó, sabiendo que su madre estaba preocupada por su repentina debilidad.
De repente, los efectos que la especia tenían en él parecieron desaparecer y las imágenes inundaron su mente. La especia parecía ser la llave para abrir esa puerta que solo lograba atravesar en sueños.
Lo primero que vio fue a ella.
Solo la veía de espaldas, pero siempre la reconocería. Todas las noches cerraba los ojos y ella perseguía sus sueños. Podía ver su hermoso cabello ondulado castaño oscuro y la tentadora forma en la que la tela abrazaba sus curvas.
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Prophecy | Paul Atreides
FanficEl Kwisatz Haderach aún no debería haber nacido. Cuidadosos planes de siglos desperdiciados por la decisión de una mujer y ahora todos pagarán el precio. Amira Zartremen sabe que la guerra se acerca inevitablemente. Sus sueños le muestran un futuro...