Arreglos.

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Javier tomó su campera y se la puso, mientras tanto, Luna observaba la escena, notando su preocupación al mirar varias veces su teléfono, esperando la respuesta de su mamá. Observó lo ansioso que estaba el chico y una pregunta surgió en su mente: ¿Por qué esa chica parecía ser tan especial para Javi en ese momento?

—¿Vas a salir a buscarla? —el castaño la miró confundido, frunciendo el ceño—. ¿Así de una te mandás porque se te perdió como un perrito?

—Che, pará, Luna —suspiró el chico mientras guardaba su celular en el bolsillo—. No digas boludeces.

—Vine para estar con vos y ahora te vas a buscar a otra mina —atacó, captando ahora la completa atención del chico—. Lo peor es que se conocen desde pibes, y encima dijiste que era linda.

—Te dije que tenía el pelo lindo —agregó con un suspiro—. Además, conocerla de antes no significa nada porque hace banda que no la veo.

—¡Ahí está! —exclamó, levantándose del sofá y pateando una maleta, recibiendo una mirada fulminante del chico—. Entonces admitís que te gusta hace años.

—Che, para, ¿qué onda? —contestó confundido mientras se acercaba—. ¿Me querés armar una escena de celos? Es medio patético, ¿sabés? No trates de copiar lo que pasa en las películas, vamos a buscarle, dale.

Luna rodó los ojos mientras seguía a su novio, sintiendo una ola de celos recorrer su cuerpo. La chica que había visto unas horas antes era deslumbrante: su rostro poseía una simetría perfecta y su cabello largo añadía un encanto femenino incomparable.

Aunque su personalidad irritante podría ser su única debilidad, Luna se sentía frustrada por la idea de querer ser amiga de ella después de escucharla hablar con tanta seguridad. Se sentía extraña por esa razón.

—¿No dijiste a Male del quilombo ? —él movió la cabeza, negando—. Che, Javi, me parece que toda esta movida es por mi culpa, capaz si yo no venía a joderte, vos le mostrabas el barrio y no se perdía la mina.

—Nah, la culpa es mía —tiró él mientras se pasaba ambas manos por el cabello mirando para los dos lados de la calle—. Tendría que haber arreglado con mi vieja antes de que vinieras.

Por otro lado, Valentina sonrió al ver cómo el perro de cabellos dorados intentaba correr constantemente mientras ella sostenía la correa. En cambio, Damián observaba burlón cómo a su nueva amiga le costaba controlar a su perro.

—Mirá vos, Luna, qué locura —se rió ella, viendo cómo el chico sostenía con firmeza la correa de su perro—. Parece que Tintin está más tranquilo.

—Re tranqui, che —agregó él, mirando a su perra—. Pero hace un rato, los dos se mandaron una, ¿viste?

—Sí, nos dejaron hechos pelota —sonrió Valentina y luego negó con la cabeza—. Terminamos comiendo pasto gracias a estos dos, boludo.

—Igual, son re buena onda —rió él, mientras ella asentía—. Deberíamos sacarlos juntos otra vez, se están re encariñando, me parece.

—Mirá vos, parece que Luna se re copó conmigo —se burló cuando notó que quería volver a escaparse—. Parece que ya quiere pegar el faltazo de nuevo.

—Es re inquieta —confirmó él sin perder de vista al Golden, al levantar la mirada y ver a la rubia, sonrió—. Boluda, son iguales.

Valentina frunció el ceño.
—¿Me estás tirando onda de perra, vos? —Damián intentó retractarse pero fue al pedo—. Igual, está re piola que te comparen con un Golden, ¿viste? Son re lindos estos perros.

RUBIA TEÑIDA | Javier Gutiérrez / Matías Recalt Donde viven las historias. Descúbrelo ahora