Insoportable.

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La mirada de Sofía exploraba el amplio espacio; apenas habían ingresado a esa casa, pero era como un palacio comparado con los departamentos donde habían vivido antes.

—Qué linda que es tu casa —añadió Sofía, la madre de Valentina, observando el lugar—. Valen y yo nunca pudimos tener una casa así de grande con tantas mudanzas que hicimos —le sonrió—. Ya sabés, Mal... si no podés, yo entiendo.

—Dale, Sofía —la reprendió, luego rió—. Sabés que no hay problema en que se quede, no la hagas larga.

—No quiero ser un quilombo, ya sabés —añadió deteniendo su caminata—. Lo del divorcio es un tema complicado, y más con Mauricio, ya sabés cómo es ese boludo.

—Sí, te entiendo perfectamente... Marcos —suspiró pasándose la mano por el cabello—. Y sobre Vale, sabés que puede quedarse el tiempo que necesites, son como familia ustedes.

—Malena, te debo la vida —sonrió, besando sus mejillas y haciéndola reír—. Vos sabés mejor que nadie que si me decís algo, lo mando al carajo y vengo al toque.

—Tranquila, Sofi —intentó calmarla para luego buscar con la mirada—. ¿Y Valen?

—Seguro está con Tintin —suspiró y luego negó, al ver la mueca confundida de Malena—. El perro, ya te hablé de él... ¿Y Javi? —preguntó de repente—. No lo veo hace un montón.

—Seguro está por ahí boludeando —se burló, sentándose en el sofá—. Es un tema con los pibes últimamente... —la miró un momento—. Decime que no soy la única que sufre con esto.

—¡Hola, permiso! —se escuchó desde la entrada para ver a la castaña ingresando con una cama para perro—. Disculpame la molestia —continuó—. ¿Dónde puedo dejar esto?

Malena señaló un costado y ella asintió dirigiéndose allí, Sofía negó ubicando una de sus manos en su rostro, sintiendo vergüenza.

—Male, perdón che —comenzó después de suspirar—. Es re densa.

—¿Por qué hablás así de mí? —reclamó bajando la cama del animal—. Estoy acá nomás.

—Valentina, saludá —mandó.

—Ya saludé —afirmó confundida la rubia.

—Saludá bien —recalcó, mirándola fijo—. Vení saludá bien a Male.

—No, no —negó la de cabello corto riendo—. Está todo bien, dejala.

La madre de la chica le dedicó una mirada enojada, aunque esta hizo caso omiso para levantar a su perro entre sus brazos apenas llegó hacia ella.

—Valentina... —regañó entredientes.

—Dejá, dejá —volvió a insistir Malena, negando—. Estás re grande, Vale.

—Gracias doña —sonrió ampliamente la piba—. Yo te juro que no me acuerdo muy bien de vos, pero si no te veía hablar con mi mamá pensaba que tenías mi edad.

—¡Ay! —exclamó la pelirroja con una sonrisa—. Muchas gracias.

—Ya se quiere ganar a la suegra me parece —las tres voltearon atrás observándo al hombre que ingresaba al lugar—. Valen, hola... ¿todo bien?

Martínez frunció el ceño.
—Todo bien —respondió confundida.

Carregal suspiró mientras se levantaba.
—¿Qué hacés acá?

RUBIA TEÑIDA | Javier Gutiérrez / Matías Recalt Donde viven las historias. Descúbrelo ahora