Tal para cual.

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Valen dejó caer su cabeza sobre el respaldo del sofá, exhausta y avergonzada por lo ocurrido apenas unos momentos antes. Se sentía sumergida en una especie de laguna sin fondo, navegando a ciegas en sus propios pensamientos.

—Gracias —se escuchó desde el otro lado de la puerta, captando su atención. Una joven entró y la observó, sus ojos se encontraron brevemente—. Che, ¿está Javi?

Martínez señaló hacia arriba, indicando que estaba en el segundo piso. La muchacha asintió y se dirigió hacia las escaleras, pero de repente paro, volteando nuevamente hacia la jóven de cabellos rubios.

—¿Vos quién sos? —preguntó de golpe con una mirada no tan amable—. No tenés pinta de laburar acá.

—No sé si lo tomo como un piropo, pero no soy la empleada —contestó con una sonrisa amplia—. Y vos no tenés pinta de vivir en este barrio.

—No sos de por acá, se nota por lo atrevida que sos... No me presenté —dijo mientras se iba para atrás—. Soy Luna —estiró la mano con una sonrisa—. La novia de Javi.

—Aaah —exclamó alargando la "a"—. Soy Valentina, me quedo acá un tiempito.

—Mirá vos —sonrió al soltar su mano—. Javi me habló de vos, dijo que venís a pasar un tiempo hasta que tu vieja termine un laburo.

—Mirá —añadió con una sonrisa pícara—. ¿No te pasó mi DNI también?

—Parece que te va el sarcasmo —suspiró mientras levantaba las cejas—. Muy a la defensiva estás, che.

—Es que siento las vibras que tiran los giles hacia mí —se burló—. Y cómo me mirás... uff, me bajás.

—Es mi cara natural.

—Y bueno —se encogió de hombros—. Perdón si malinterpreté tu mirada.

Luna pasó la lengua por sus labios, humedeciéndolos, y luego se alejó. Valentina la observó con interés mientras seguía su movimiento, viendo cómo desaparecía de su vista en un abrir y cerrar de ojos.

Con las manos reposando en su regazo, y su mirada perdida en el vacío, sintió el peso del cansancio al alzar la mano para comprobar la hora. Dos horas habían transcurrido desde que se había sentado en el sofá, aguardando que el chico le indicara el camino a su habitación. Sus maletas yacían esparcidas por la sala, mientras ella aún desconocía dónde pasaría la noche.

Se puso de pie de repente, sus ojos se encontraron con los del pequeño perrito, quien también la miraba. La chica sonrió mientras guardaba su teléfono y se sumergía en la conocida aplicación de Google Maps.

Cerró la puerta tras de sí al salir. Había decidido explorar el barrio por su cuenta, ya que al final Javi la había dejado tirada por la novia. No tenía mucho de qué quejarse, hacía un montón de tiempo que no interactuaban. Aunque se sentía un poco triste por tener que hacer caminar tanto a su única compañía, su pequeño perrito: Tintin.

Miraba su teléfono mientras dejaba que su perro siguiera su propio rumbo. Supuestamente iban hacia la plaza más cercana, pero todo se complicaba porque parecía que llevaban más de quince minutos dando vueltas en círculos.

Una sonrisa iluminó su rostro al divisar la plaza a lo lejos; finalmente, lo había conseguido. Dirigió una mirada al pequeño perro a su lado y luego suspiró, escudriñando los alrededores antes de cruzar el asfalto. Todo había terminado mejor de lo esperado y, al menos, había disfrutado de un breve paseo por la cuadra en soledad. Se sentía plenamente satisfecha.

RUBIA TEÑIDA | Javier Gutiérrez / Matías Recalt Donde viven las historias. Descúbrelo ahora