Capítulo 28

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By Bill.

Me daba pena incluso mirar el suelo firme recubierto de una madera impecablemente pulcra por la que se esparcían las chucherías, los restos de palomitas, las cajas de pizza y al que se pegaban los ositos de gominola de colores, por eso, o me centraba en la película, Hostel, o miraba a Sparky mientras le hablaba y él me hablaba, intentando no abrir la boca cuando tuviera un buen trozo de pizza caliente y humeante dentro.
Estábamos en el suelo, sobre un montón de cojines de diseño japonés y la alfombra que prefería no saber de dónde era. El caso es que era cara, seguro.
Todos los muebles de la casa, por no hablar de esta en sí, debían ser carísimos. Dudaba que hubiera algo barato allí. El jardín era enorme, con una fuente, estatuas de duendes, jardinero y todo. Por un momento pensé que sería una casa de campo, pero de eso nada. La decoración era increíble, moderna, cálida, no demasiado cargada, unos muebles impecables, italianos, seguro. La pared cargada de cuadros abstractos, las estanterías repletas de libros, pantalla de plasma, chimenea, figuritas de cristal adornando las mesas y los estantes, las chaquetas colgadas del perchero eran de Armani y Boss. Había fotografías de la familia de Sparky al completo en sitios como España, Italia... joder, ¡New York! Era increíble.
Comparado con ellos, yo sí viviría en una casa de campo.

-No, estás de coña. ¿Para ti una película de miedo significa un psicópata corriendo detrás de una protagonista y cargándose a todas las personas que la rodean? ¡Eso es una mierda gore! - le dije, apoyando la cabeza en la parte baja del sofá blanco de cuero que tenía detrás. Encogí un poco las piernas descubiertas por el albornoz de algodón que me cubría el cuerpo. Solo llevaba eso... y unos bóxeres de Calvin Klein que no eran míos.
Me había escapado de casa y llevaba dos días con la misma ropa sin ducharme. En cuanto llegué a casa de Sparky, fue lo primero que le pedí, sólo eso y ahora me sentía como un puto rey después de darme un baño en la increíble ducha de hidromasaje que me había dejado muerto del gusto.
Mi ropa se lavaba en la lavadora de última generación mientras tanto. Al día siguiente se secaría en la súper secadora y saldría planchada y todo.
Empezaba a envidiar a Sparky. Vale que mi vida estaba bastante acomodada y tenía una casa en los barrios altos y todo lo que me diera la gana, pero... no era millonario, eso no.

-De eso van todas las películas de miedo, ¿No? - Sparky alzó una ceja mientras me miraba engullir un puñado de palomitas. Él estaba en pijama o eso creía. La parte de arriba se le pegaba al cuerpo como si fuera adhesiva. Sus músculos se acentuaban bastante más que los de Tom y tenía un cuerpo de escándalo, mejor que el de Tom, además, estaba muy bueno, tanto o más que Tom...
Pero no era Tom...

-Las pelis de miedo de verdad son las japonesas. Ya sabes, esas que tienen pelos por todos lados. No hay sangre... pero tienen mucho más argumento y da mucho más cague.

-Sí. Las japonesas son tan feas que asustan.

-Sólo algunas. Otras están muy bien.

-¿Te refieres a japonesas o a japoneses? - puse los ojos en blanco. Él se rio.

-Muy gracioso.

-No, en serio... me mola más lo gore. Me gusta ver correr la sangre. - dejó salir un tono de ultratumba que me hizo gracia.

-Pues a mí no. Además... se pasan con el sexo. - hice una mueca observando la película. Hostel era una asquerosidad. Los protas ya habían ido a un par de puticlubs antes de acabar en el hotel. Era muy grotesco para no ser una porno.

-Vale, te doy la razón en eso. Pero hay algunas muy buenas. ¿Has visto Saw? - casi me atraganto con la bebida.

-¡Hum!... ¡Esa es buena! Pero, aun así, a partir de la cuatro, se pasa.

-¿A esa le llamas pasarse? Mira esta escena. - Miré la pantalla con la cabeza ladeada. Abrí los ojos de par en par cuando el viejo empezó a torturar al pobre Josh con un taladro. Encogí la cara.

-Um... Muy interesante. - ironicé.

-Sigue mirando. - se me revolvió el estómago cuando Josh se levanta de la silla como si no le hubieran agujereado el pecho a lo bestia y las piernas le resbalaron por los talones cortados. Josh cayó al suelo. Empecé a marearme cuando el chaval comenzó a arrastrarse buscando la salida, con los pies amputados y desvié la mirada cuando su cabeza rodó por el suelo cuando le cae una guillotina encima.

-Joder... quita esa mierda... - sonrió, deteniendo el DVD.

-Eres muy sensible.

-No soy sensible. Esa película es una puta mierda. Se me ha pasado el hambre.

-¿Quieres que ponga Hostel 2?

-Inténtalo y verás la peli en directo y en primera persona. - volvió a sonreír. - Oye... ¿En qué trabajan tus padres para poder tener esta mansión? - bajé el tono de voz un poco. La verdad es que sentía curiosidad. No era demasiado tarde para cambiar de carrera si se presentaba una oferta mejor.
Sparky suspiró, pensativo.

-Mi madre es médico forense. Mi padre es... miembro del Tribunal Supremo Federal de Karlsruhe. - se encogió de hombros. Asentí con la cabeza.

-Por supuesto. Claro... - y me empecé a descojonar en su cara. Sparky frunció los labios, con actitud resignada y tranquila. - Ahora en serio, ¿En qué trabaja?

-Forma parte de la Corte Federal en Karlsruhe - insistió. Me quedé callado mirándolo a los ojos. Estaba sereno y aparentemente indiferente y la duda empezó a asomarse en mi cabeza. La enorme casa en la que estaba y los carísimos muebles no se pagarían con el saldo de un médico forense. De hecho, ningún sueldo normal o alto como el de mi madre podría permitírselo. Sólo uno muy, muy, muy alto...

-¿Hablas en serio?

-¿Por qué nadie me cree cuando lo explicó? - se quejó, sacudiendo la cabeza.

-Pero eso es un cargo importantísimo. De los gordos. ¿Eres el hijo de un pez gordo del gobierno? - él no parecía darle mucha importancia. No, más bien parecía no gustarle la idea de ser hijo de un privilegiado.

-Hasta que no nací yo, los peces gordos del gobierno no se decidieron a tener hijos. - bromeó.

-Pero eso es la hostia. Es como... ser parte de la nobleza.

-La nobleza desapareció hace trescientos años, Bill, menos mal.

-Pero hace trescientos años, probablemente serías un noble.

-No. Quizás un puto burgués.

-Eso es lo que yo sería.

-No. Tú serías un chapero. Seguro que en aquella época también había de eso. Quizás, con un poco de suerte, serías el puto de uno de los reyes.

-Y una mierda.

-Está bien, Bill. - se situó de costado, apoyando el codo sobre el sofá, inclinándose sobre mí con porte seductor. - Soy el hijo de un pez gordo, todo el mundo lo sabe.

-Genial. Siempre me pregunté porque todo el mundo te seguía el rollo cuando hablabas en la asamblea de estudiantes con el montón de gilipolleces que decías. Resulta que era por esto.

-Sí. - asintió. Le brillaron los ojos mientras sus dientes apretaban suavemente su labio inferior. - Pero tú nunca me seguías el rollo. Siempre me decías a la cara que mis ideas no tenían sentido y que era un gilipollas rematado si creía que con ellas iba a cambiar las cosas. Pero tenías razón en todo.

-Lo sé. Nunca me equivoco. - clavé la mirada en su boca, acariciándose los labios con la lengua mojada. El corazón empezó a retumbar en mi pecho con más rapidez por el nerviosismo y las ansias.

-Sí que lo has hecho. Una vez te equivocaste. - susurró. Su dedo me acarició el cuello de arriba abajo, con tranquilidad, notando como tragaba saliva consumido por mis propias ganas. Me incliné un poco hacía delante, lo suficiente como para que mi nariz rozara la suya.

-¿En serio? - suspiré. - ¿Cuándo? - él sonrió, complacido por mi reacción.

-Cuando elegiste a Tom antes que a mí. - y en ese momento comprendí algo que no me gustó. Justo en el momento en el que Sparky me agarró de la nuca y juntó nuestros labios con brusquedad, entreabriéndolos enseguida y ladeando la cabeza para encajar nuestras bocas a la perfección. Noté su lengua rozándome los labios para entrar y le seguí el juego, abriéndolos con ganas, siguiendo todo el movimiento que su boca ansiosa hacía sobre la mía, tragándome, mordiéndome suavemente.
Me descubrí de repente buscando el roce metálico de un piercing que le atravesara el labio, pero no lo encontré. Me dejé caer sobre los cojines cuando él me empujó y se recostó sobre mí con cuidado, sonriendo con lascivia.
Sparky era bueno, tan ansioso e impaciente como Tom...
Pero no era Tom...



By Tom.


-¡Tom! ¡Tom, Tom! ¿¡Dónde está, Tom!? - los gritos se escuchaban por todo el pasillo, que no era corto precisamente. Me puse rígido en cuanto oí esa voz desesperada cruzando los vestuarios del Floy de cabo a rabo, buscándome.

-Oh, vaya... - Alex, la chica de la barra, se sacó mi polla de la boca y giró la cabeza hacía la puerta, curiosa. La otra chica, una de las gogó cuyo nombre no recordaba y a quién acababa de tirarme sin miramientos contra la taquilla, me abrazó el cuello, recostándose sobre mi espalda desnuda, acariciándome el torso y besándome el cuello.
En ese momento, el Príncipe abrió la puerta de golpe.

-¡Tom! - se quedó mudo al ver la escena. Vi claramente cómo se ponía blanco y al instante siguiente, rojo granate.

-¿Qué? - pregunté, empujando la cabeza de ella de nuevo hacía mi erección. - Y tú, no pares hasta que te lo diga. - ella obedeció y volvió a hundir la cabeza en mi pelvis. - ¿A qué viene tanto escándalo? Joder, tío... - Aaron no sabía qué hacer. Parecía haberse quedado en blanco y desvió la mirada al suelo, sacudiendo la cabeza de un lado a otro y cambiando el peso de una pierna a otra.

-Es... e-es... Andreas... - murmuró.

-¿Andreas? ¿Qué le pasa? - mi voz sonó ronca y carraspeé, echando la cabeza hacía atrás, recostándola en el hombro de la tía que seguía sobándome el cuerpo. Estaba sudando.

-Es-está herido...

-Ja... ¿Qué coño ha hecho ahora ese maricón? - estaba a punto de acabar. Faltaba poco...

-Precisamente eso... - le miré de reojo, esperando una explicación más concreta. Él parecía afectado, seriamente dolido. - Ser un maricón.
Jadeé cuando me corrí. Estupendo...

Andreas estaba en el suelo, con la cabeza recostada sobre las piernas de Ricky que jodía a todo el mundo con sus comentarios nada amables. Apretaba contra la cabeza del herido un par de gasas ensangrentadas, ocultando su cara.
Andy iba desnudo de cintura para arriba, descalzo y con los pantalones desgarrados. El pecho estaba cubierto de sangre reseca y tenía el hueso del hombro salido, totalmente dislocado. Los nudillos magullados.
Me agaché de cuclillas frente a ellos. El Príncipe observaba todo desde arriba, moviendo la pierna con nerviosismo.

-¿Qué ha pasado?

-Esos cabrones homofóbicos. ¿Qué va a pasar? Malditos hijos de puta. - contestó Ricky, enfebrecida.

-¿Andy? - Andreas movió el brazo más o menos sano en dirección a su cara, apartándose suavemente las gasas de la cabeza. Uff... - Eres una costra humana, tío. - no hizo ni el esfuerzo de sonreír. En realidad, lo tendría difícil para pestañear.

-Quiero venganza. Ya. - soltó, con la voz aguda y la rabia brillando en sus ojos hinchados. Me senté a su lado, agarrándole el brazo dislocado y apoyando la mano en su hombro salido.

-Impresióname. - y le di el tirón que necesitaba para volver a colocárselo.

-¡Aahh! ¡Joder, estate quieto, coño! ¡Me han mutilado! ¿¡Vale!? ¡Malditos puercos hetero!

-¿Tengo que recordarte que aquí todos somos hetero menos tú? Especifica un poco más, rubio pollo.

-Aquí... ¡Nadie!... es hetero. - me dirigió una mirada sarcástica. Alcé una ceja.

-Tú y tu instinto marica-sexual. ¿Qué pasa? ¿Has intentado ligarte a alguien que no debías?

-Sí. A tu puto padre.

-¿En serio? ¿Y ha habido suerte?

-¡No tiene gracia, Tom! - para mí sí la tenía. No pude evitar reír a pesar de que le acabaran de meter una paliza de muerte a uno de mis colegas. - ¡Tom! - me gritó. - Han matado a Ross. - y de repente, un balde de agua helada me cayó encima. Me puse serio al instante y miré a Andreas con ojos escrutadores.

-¿A Ross? - él no contestó, pero con mirar la cara de los tres, la respuesta sobraba.
En realidad, yo no conocía apenas a Ross. Era un "protegido" de la pandilla, un amigo de Andreas, un gay libertino. No sabía mucho más aparte de que era un cliente bastante habitual de los camellos que rondaban la ciudad bajo mi permiso y que Andy y él habían tenido alguna relación efímera, de una noche más bien. Nada más.
Y ahora que estaba muerto, me interesaba.

-¿Qué ha pasado? - volví a preguntar, esta vez, hablando en serio. Andreas miró a Ricky de mal humor y volvió a taparse la cara con las gasas.

-Explícaselo tú.

-Resulta que estaban en el Pich... - empezó.

-Me he perdido. ¿Qué es el Pich?

-El nuevo club de ambiente, ya sabes. - aclaró el Príncipe. Asentí.

-Estaba petado. Había barra libre, striptease, una marcha que lo flipas... y estaba lleno de maricones.

-Algo sospechaba.

-Y... entraron unos tíos que no eran maricones.

-Y la cosa se puso fea. - adiviné.

-Eran tres. Ellos... empezaron a romper cosas, a insultar, a pegar a los que tenían delante. Ross estaba en medio y la tomaron con él.

-No, no fue así. - se metió Andy de nuevo, incapaz de estarse quieto. Apartó la cabeza de las piernas de Ricky y se sentó en el bordillo de la acera, con las manos en la cabeza, gruñendo por el dolor. - Había un menor. Ellos la tomaron con él y Ross intentó quitárselos de encima. Estaba colocado y se puso demasiado chulo. Le apalearon allí mismo. Yo me metí en medio e intenté pararlos y lo conseguí, aunque luego empezaran a apalearme a mí. Me importa una mierda, me llevé a uno por delante y le pateé el culo a otro... pero al final me la pegaron bien y si no fuera porque alguien llamó a la policía, puede que yo hubiera acabado como Ross. Le pisaron la cabeza.

-¿Eso hicieron? Vaya... que agresivos. - ironicé.

-Eran esos jodidos homofóbicos de mierda, claro. No pueden estarse quietos y meterse en sus asuntos, los muy... - miré a Aaron con una ceja alzada. Él temblaba de rabia.

-¿Los conoces? -
se quedó mudo. Hum... eso me dio que pensar. - Y llegó la policía...

-Sí. Todo el mundo salió cagando leches y yo me escondí en un cubo de basura como pude, imagínate. - finalizó Andy, suspirando.

-Me lo imagino. Eso explica el olor. Entonces, mañana saldrá en las noticias, ningún marica será capaz de testificar en contra de los asesinos por miedo a que sus colegas vengan a por ellos y los cabrones homofóbicos quedaran libres y sin cargos por escasez de pruebas. Debido a ello, habrá pánico colectivo entre los gays y el Pich cerrará porque nadie irá. Cuando el Pich cierre, los maricas no tendrán lugar donde reunirse y los cabrones homofóbicos los dejarán de momento. Asunto resuelto. - me levanté del suelo, sacudiéndome los pantalones con las manos y bostecé. Tenía sueño.

-¿¡Qué!? - Andreas se sobresaltó, histérico. Pegó un bote y se levantó de golpe, encogiendo el cuerpo débilmente por el dolor. - ¡No puedes dejarlo estar, Tom! ¡Esos mamones han matado a unos de los nuestros, no puedes dejarlo así!

-¿Desde cuándo tu amigo es uno de los nuestros? ¿Cuándo he decidido yo eso?

-¡Tú no, yo sí!

-¿Y desde cuando tú eres el que decide quien entra y quién sale?

-¡Desde que tú nos dejaste tirados y te fuiste a pijalandia con tu pijafamily! - puse los ojos en blanco.

-Andreas, cállate.

-¡No me sale de la punta de la polla! Esta noche se han cargado a un amigo y ¿Sabes por qué? ¡Por que le gustaba chupar pollas en vez de chupar coños! ¡Simplemente por eso, porque le gustaba estar con tíos a estar a con tías! ¡Lo han matado por una puta preferencia, por sus gustos! ¡Lo conocía desde los catorce y nunca, en la puta vida, se metió con nadie, nunca hizo daño a nadie, jamás ha hecho daño a nadie! ¡Y lo han matado solo porque tenía gustos diferentes y tú tienes los huevos de decirme que lo deje estar, como si no hubiera pasado nada!

-Yo no he dicho eso. - me encogí de hombros. - Si tú quieres vengarte, eres libre de hacerlo. Sólo digo que no veo nada que tenga que ver conmigo de toda esa historia, ni tampoco en qué pueda beneficiarme movilizarme para una venganza por alguien a quien no conocía. - Andreas abrió la boca y los ojos como platos.

-Sabía que eras un hijo de puta, pero por muchos años que pasen, siempre consigues sorprenderme.

-¿Se supone que eso es un cumplido?

-El próximo al que le aplasten la cabeza podría ser yo.

-Pues vigila tus espaldas. Aunque lo parezca, no soy Dios. No soy omnipotente y no puedo estar todo el puto día pendiente de vosotros. Cada uno que se busque la vida como pueda, es bastante simple. - cerré los ojos, dando por zanjado el asunto. Entendía más o menos como se sentía Andreas en ese momento, pero la verdad es que me importaba muy poco.

-En lugar de Ross, podría haber sido cualquier otro Tom. Cualquier otro. - fruncí el ceño en cuanto Andreas soltó esas palabras, dejándolas escapar con saña en mi cara, intentando provocarme, intentando encontrar una respuesta a su incógnita mental.
Andreas era el tío más sagaz que había conocido en mi vida. Se olía las cosas desde lejos, cuando tenía un presentimiento siempre solía acertar de pleno y era astuto. Por los simples gestos que hiciera una persona o algún comentario sin importancia, podía adivinar sus más sucios secretos. Y él, por supuesto, ya se olía cual era el mío.
Sabía que en Hamburgo había tenido sexo con un hombre, sabía que me había dedicado a hurgar en territorio peligroso y sabía que cosechaba ciertas dudas, que mis preferencias sexuales habían cambiado de exclusivamente mujeres, a ambos sexos.
Y sabía cómo utilizarlo en mi contra.
Ahora, con el último comentario pretendía averiguar cómo me había afectado esa persona. Si había sido un solo polvo o había ido más allá.
Era como leer entre líneas, "Podría haberle ocurrido a Bill en lugar de a Ross", y eso... me empezó a cabrear.

-Andreas, como no te calles ahora y muevas tu culo a tu puta casa o a dónde te dé la gana, como si te metes otra vez en un contenedor de basura, me la suda... seré yo quién te pise la cabeza. - noté la mirada sobrecogida de Ricky y Aaron. Andreas pretendía desafiarme. Sus ojos palpitaban llenos de rabia.
Un solo comentario más intentando hurgar en mi mente y le arrancaría la cabeza con mis propias manos.

-Tom... - Aaron dio un paso al frente, tragando saliva, un poco intimidado. - El Pich es como un club de lujo, es el único club de ambiente de la ciudad.

-¿Y?

-Pues que hay mucha gente...

-Repito, ¿Y? - ni siquiera le miré. Ya tenía suficiente con tener que aguantar la rebeldía del gilipollas destrozado que tenía delante.

-Pues... que gana mucha pasta y como es un club de ambiente, a mucha gente no le gusta, por lo que tiene sus enemigos... y necesita mucha protección que no tiene y que le iría muy bien. - y entonces, Andreas y yo caímos en cuál era la cuestión. Ricky miró al Príncipe con los ojos resplandecientes.

-¿Estás insinuando lo que yo creo que estás insinuando?

-Insinúo que se podría sacar mucho partido a un club así y que tenerlo dentro de nuestros territorios igual serviría de algo... ¿No? - sacudí la cabeza.

-Muy agudo, Príncipe. Sigue así y te ascenderé.

-¿Eso quiere decir que vas a tomar el Pich? - preguntó el rubio, algo más tranquilo, pero alerta.

-Habría un importante beneficio y tú podrías ocuparte de tu venganza.

-Sí, pero la fama correrá. El Capitán Tom defendiendo los derechos de gays y lesbianas de Stuttgart.

-¿No querías una solución? Ya la tienes, no me hagas arrepentirme. Esta semana me llevas allí y negociaré con los dueños del club. Punto. - Ricky y Andy se miraron, planteándose la situación. Supongo que debieron hacerse a la idea de lo buena que era y cerraron la boca. - Me voy a casa. Se me han quitado las ganas de follar por vuestra culpa. - les di la espalda, bostezando otra vez. Eran las cuatro de la mañana y al día siguiente, Adler me pediría la nueva lista de traficantes para arrestar.
Era un negocio que no sabría cómo calificar. Mafioso quizás. Prefería utilizar el término sucio, a secas, o mejor aún, conveniente.
Era sencillo y rápido. Para vender droga en la ciudad, los traficantes debían pedirme permiso a mí. Era una ley nacional en la capital, si no pedían permiso lo pasarían mal, por lo que sólo les quedaba una opción. Cuando yo daba el visto bueno, había tres meses de límite en el que podían traficar como les saliera del nabo, ofreciéndome un siete por ciento de las ganancias, claro. Y luego, al cabo de tres meses, contactaba con Adler, agente de policía medio corrupto al que le soplaba quién era el camello y éste acababa entre rejas por mi propia mano. Al hacerlo, ganaba más inmunidad contra la ley y Adler bastante fama en el cuartel general.
Claro, que ni Adler sabía que yo era el que dejaba entrar a los camellos a Stuttgart ni los traficantes sabían que yo los delataba luego. Así se formaba un círculo vicioso en el que yo siempre salía ganando.

-Oye, marica... - oí a mis espaldas al Príncipe, acercándose a Andreas por la espalda, curioseando. - ¿Por qué le dicen Capitán? - murmuró, cohibido y con un gracioso rubor en las mejillas.

-Pues...

-Si vienes conmigo te lo explico, Príncipe. - Él se sobresaltó, acentuando el rubor de su cara al ver que me había percatado de sus intenciones. Le hice un gesto con la mano al verlo ahí plantado como un palo, sin reaccionar. - ¿Vienes o no? - asintió débilmente.

-Ya nos vemos por ahí. - lo cierto es que tenía que tratar ciertos temas con el niñato algo... personales.



By Bill.

-Estás sudando. Puedes tranquilizarte, no voy a comerte. - era irónica la manera en la que habían cambiado las tornas. El tío que me había acosado desde que tenía uso de razón, el que me había jodido bien la infancia y el que me había provocado un sentimiento de humillación total en ciertas ocasiones de mi vida, ahora estaba debajo de mí, semidesnudo, únicamente con los bóxeres ajustados puestos y sudando, casi temblando por el nerviosismo que le suponía mi contacto. Dios, a la vida le gustaban las situaciones divertidas y reírse de las personas a su costa por esta clase de acontecimientos.
Recorrí suavemente las curvas de sus marcados abdominales con la yema de los dedos. Noté como todo su cuerpo se ponía tenso como un palo de hierro.

-Hay algo que tienes que decirme antes de que siga, ¿Verdad? - pregunté, conteniendo a duras penas la sonrisa de amarga satisfacción.

-¿Decirte... algo? No. No, claro que no. - mentía. Por desgracia para él, ya lo había pillado. Me incliné hacía delante, apoyando las manos en su torso musculoso y le di una lamida rápida a su pezón derecho. Se puso rígido. - ¿Qué haces? - sonreí.

-Eres virgen, ¿No?

-¡No!

-Quiero decir que nunca te ha tocado un tío. Tú no eres gay, de hecho, me apuesto lo que sea a que no te atraigo lo más mínimo.

-¿Por qué dices eso? Si no me gustaras no estaría aquí. - en eso tenía algo de razón. - Venga, quiero seguir... - insistió, agarrándome de la cintura con repentina ansia.

-¿Quieres seguir? ¿Cómo? - pregunté de sopetón, pillándolo desprevenido otra vez. Me miró con una ceja alzada. - ¿Qué prefieres, dar o recibir? - él volvió a quedarse tieso y tragó saliva.
Vaya, era adorable.

-¿Intentas tomarme el pelo?

-¿Por qué? Así son las cosas en el sexo entre hombre, deberías saberlo. Esto no es sexo hetero.

-Yo... - estaba sentado un poco más abajo de su entrepierna, sobre sus piernas, en su misma situación, con sólo el bóxer puesto. Lo cierto es que ser testigo de su inseguridad me hacía sentir cómodo, aunque no lo suficiente. Él me miraba con intensidad y yo no sabía si me deseaba o solo era una especie de reto a batir, a ver si era capaz de follarme o no. En cualquier caso, su mirada me hacía sentir pequeño e indefenso y empezaba a ponerme nervioso.
Me sentía vulnerable a cualquier comentario, del tipo, "Que asco me das, Bill" y tenía miedo de que en cualquier momento algo así saliera de su boca.

Muñeco Abandonado Segunda Temporada - By Sarae.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora